En relación sobre si hay etapas donde la neuroeducación sea más o menos importante, diría que es necesario aplicarla siempre en cualquier ambiente de aprendizaje. Un docente que sabe qué estrategias favorecen la motivación, la atención, la memoria de sus alumnos será más capaz de fomentar un aprendizaje significativo.
No obstante, encontramos ciertos "períodos críticos" en el desarrollo del sistema nervioso a los que conviene conocer y prestar especial atención. Estos períodos coinciden con un refinamiento de las conexiones neuronales más efectivas (y eliminación de las ineficaces), la corrección en el sistema nervioso de posibles errores en procesos previos de migración neuronal (que las neuronas se sitúen en el lugar que les corresponde), o de diferenciación o especialización de estas. En este sentido la Educación Infantil de primer ciclo, así como la Educación Secundaria, son clave, considerando como períodos críticos aproximadamente los 2 años y la adolescencia (Arnedo, 2015). Ello no quita que siempre debamos acompañar debidamente el proceso, dado que, a lo largo de toda la vida se produce neuroplasticidad o dinamismo en nuestro cerebro gracias al aprendizaje.
De forma más explícita, cuando aprendemos, se produce un aumento de síntesis de proteínas sobre todo en la corteza cerebral, crecen las dendritas (parte de la neurona fundamental en las sinapsis o conexiones entre neuronas), y se engrosan las vainas de mielina, una sustancia que facilita que las conexiones sean más eficientes, e incluso se pueden generar nuevas neuronas. Todo eso es lo que facilita el aprendizaje y la adquisición de otros nuevos conocimientos (Portellanos, 2014). Como vemos, la responsabilidad de los docentes en el desarrollo del sistema nervioso de los alumnos es impresionante.
Barreras y limitaciones de la neuroeducación para poder aplicarse en la labor docente
Quizá la mayor barrera para aplicar la neuroeducación en la labor docente es el desconocimiento. Hasta hace unos años estos conocimientos quedaban reservados a áreas específicas de la psicología o de la neurociencia, encontrando muy poca presencia en los planes de estudio del profesorado.
Muchos docentes terminan su formación sabiendo cómo diseñar una unidad didáctica, o cuáles son los niños con necesidades educativas específicas, cuáles son los hitos de desarrollo más importantes, etc., pero carecen de conocimientos sobre neuroanatomía, bases sobre los procesos cognitivos y emocionales, o la correspondencia que hay entre lo que observamos a nivel funcional (por ejemplo, un niño al que le cuesta decodificar palabras, o que comete errores de cálculo matemático) y su correlato a nivel orgánico (qué áreas y redes cerebrales están implicadas en este proceso, qué puede explicar esas dificultades a nivel de desarrollo, cómo compensarlas etc.).
Para superar esta barrera, se requiere una mayor presencia de neuroeducación en los planes de estudio. En cualquier caso, ante dicha carencia, esta formación se ofrece como especialización a través de posgrados, como por ejemplo el Máster en Cognición y Emoción en Contextos Educativos de la Universidad de Nebrija.
Recomendaciones para sacarle provecho a la neuroeducación en la labor docente
La principal recomendación para que los docentes puedan sacarle provecho a la neuroeducación es que no se cansen de formarse. Además de una formación de especialización en este ámbito, hay opciones para seguir invitando al profesorado a formarse de manera continua. Esto es vital.
Por poner algunos ejemplos, hasta aproximadamente los años 90 se pensaba que no se podían generar nuevas neuronas, ahora sabemos que eso no es cierto y que éstas pueden generarse durante toda la vida. Esa actualización de conocimiento nos ayuda a poner más esfuerzo por ejemplo en el aprendizaje de personas adultas.
Además, resulta fundamental trabajar con el profesorado lo que se denominan "neuromitos" o falsas creencias sobre el cerebro, como por ejemplo la idea tan extendida de que sólo usamos un 10% de este, cuando lo que William James (1842-1910), padre de la psicología funcional, dijo es que lo más probable es que no utilicemos más del 10% del potencial intelectual (no del cerebro). O la falsa creencia de que los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) tienen el cerebro hiperexcitado, cuando lo que ocurre lo contrario, sucede una hipoactivación de ciertas estructuras que favorecen la autorregulación. Este tipo de falsas creencias vienen de una mala interpretación de los conocimientos derivados de la investigación.
Muchas de las pedagogías y metodologías educativas (aun siendo muy conocidas) no cuentan con validación científica. En mi caso, como investigadora, me he centrado mucho en el estudio de la atención y de las funciones ejecutivas en la población infanto-juvenil. Igual que nosotros testamos nuestras herramientas (como es el caso de STap2Go, una plataforma dirigida a niños y niñas con TDAH) para ver que son eficaces, igualmente el profesorado debería conocer los estudios que avalan sus prácticas docentes, programas educativos e investigar en los casos de los que no dispongan de información. Por estas razones, han emergido formaciones en neuroeducación o neurociencia aplicada a la educación, como es el caso del máster que dirijo, que enseñan al profesorado a comprender y generar investigación, e incluso facilitan el acceso a la carrera investigadora a través del doctorado.
Opciones formativas sobre neuroeducación para la comunidad educativa
Como he comentado anteriormente, considero que los planes de estudio de los docentes carecen de suficiente formación sobre neurociencia aplicada al contexto educativo, y, es por ello que muchos optan por la especialización en este campo a través de un posgrado.A nivel nacional, al menos pueden encontrar en torno a ocho másteres relacionados con esta disciplina en distintas universidades, como la Universidad Internacional de la Rioja, la Universidad de Sevilla, el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP), la Universidad de Granada, la Universidad de Almería, la Universidad Complutense de Madrid, la Universitat Pompeu Fabra (Catalunya), o la Universidad Camilo José Cela.
No obstante, algunos de ellos limitan el acceso a perfiles investigadores, (psicólogos, biólogos, etc.) lo que impide que los docentes puedan apuntarse. En el caso de nuestro máster, el profesorado puede acceder al mismo. Otros másteres facilitan el acceso al doctorado y permiten estar en contacto con los grupos de investigación y los laboratorios, como sería el caso del Máster en Cognición y Emoción en Contextos Educativos de la Universidad de Nebrija.
A nivel internacional, sucede también esta misma tendencia (no todos los másteres admiten perfil de profesorado). Encontramos másteres relacionados con la neuroeducación en Europa (especialmente en Reino Unido, Holanda y Alemania), América y Oceanía (Australia). Muchos de ellos, como en el caso nacional, facilitan el acceso al doctorado. Sin embargo, no todos son específicos de esta disciplina, sino que ofrecen la neuroeducación como una especialidad dentro de otro máster.
Por último, los interesados deben tener en cuenta que no todos los másteres son oficiales (para muchos es importante el carácter oficial, por ejemplo, para las oposiciones), y deben escoger la modalidad con la que se sientan más cómodos (virtual, semipresencial, o presencial). En cualquier caso, los animo a formarse en esta apasionante y tan valiosa formación que impactará sin duda en sus alumnos.