Las cifras siguen sin engañarnos. Según los últimos datos de la elección de estudios y carreras, las mujeres copan más del 60% en Humanidades, Ciencias Sociales y Educación, mientras que los hombres alcanzan el 74% en Ingenierías y Arquitectura. La pregunta que nos surge es fácil: ¿por qué después de más de 15 años de una Ley de Igualdad entre hombres y mujeres (2007) y todos los avances del feminismo las elecciones de carreras tienen unos sesgos de sexo de difícil modificación? Prefiero utilizar la palabra sexo en lugar de género, porque hoy día ya no sabemos exactamente a qué nos referimos con este concepto, sobre todo cuando se defiende que el género es una "identidad" en lugar de una imposición social basada en los más rancios estereotipos y roles sexuales.
Pues bien, mi reflexión es la siguiente: la mayor parte de los discursos mediáticos (publicidad, videoclips, videojuegos, cine, series) siguen insistiendo en el papel de cuidadora de las mujeres. Empezando por los juguetes infantiles, la ropa para niñas y niños, las actitudes que se muestran en unos y otras no deja lugar a dudas: a los niños se les presenta en espacios abiertos, manipulando coches, conduciendo motos o naves espaciales, haciendo juegos de acción. A las niñas se las suele representar en interiores, cuidando de sus muñecas, jugando a casitas o a ponerse guapas. Generalmente están pasivas, y rara vez se las induce a descubrir otros mundos posibles en el exterior.
Aunque parece que esto no tiene nada que ver a la hora de decantarse por una profesión, las expectativas que la sociedad pone sobre los hombros de las mujeres son muy diferentes a las que espera que cumplan los hombres. Se produce un discurso diferenciado que va creando un poso inconsciente que cristaliza a la hora de tomar decisiones sobre nuestro futuro. Aprendemos no solo por lo que se nos dice o estudiamos, sino sobre todo por lo que vamos percibiendo a medida que crecemos. Y las niñas y chicas aprenden muy pronto que serán valoradas por su aspecto mucho más que por su talento o capacidad intelectual. Los chicos aprenden que de ellos se espera éxito profesional o económico. De ahí que luego, a la hora de elegir estudios, ellas se decanten más por el mundo de "los cuidados", las artes o las carreras humanísticas (lo que han aprendido desde la infancia), mientras que ellos tiendan más a carreras técnicas, que en definitiva tienen más prestigio social (y que también han aprendido desde niños).
Nadie nos pone una pistola en la sien a la hora de adoptar decisiones, claro, pero no podemos olvidar que esa "libertad" para elegir, siempre es relativa, y está condicionada por muchos factores. Hacer campañas públicas para potenciar el talento de las mujeres es una parte importante, así como co-educar en igualdad: es decir, fomentar la idea de que no hay trabajos específicos de hombres o mujeres, sino que todas las personas independientemente de nuestro sexo tenemos talentos que podemos desarrollar.
Pero mientras no se aborden esos otros "discursos" sociales informales que se difunden y de los cuales no nos apercibimos, lo que la sociedad valora en las mujeres y en los hombres va a seguir consolidando dos universos opuestos: ambos sexos se van a sentir atraídos por lo que socialmente se espera de ellos. En el caso de las mujeres que sean atractivas, jóvenes y que luzcan bien, y en el caso de los hombres que ganen mucho dinero y tengan puestos de poder. Un mundo dicotómico que es necesario romper por el bien tanto de unos como de otras. Hay que equilibrar las cifras: tiene que haber tantos hombres en educación infantil como mujeres en arquitectura. Todos somos responsables del mundo, y de cada uno hay que sacar el máximo que sus capacidades pueda ofrecer. Y eso empieza desde que una persona viene a este mundo y empieza a aprender, no solo cuando se encuentra en la tesitura de elegir carrera o profesión.
Pues bien, mi reflexión es la siguiente: la mayor parte de los discursos mediáticos (publicidad, videoclips, videojuegos, cine, series) siguen insistiendo en el papel de cuidadora de las mujeres. Empezando por los juguetes infantiles, la ropa para niñas y niños, las actitudes que se muestran en unos y otras no deja lugar a dudas: a los niños se les presenta en espacios abiertos, manipulando coches, conduciendo motos o naves espaciales, haciendo juegos de acción. A las niñas se las suele representar en interiores, cuidando de sus muñecas, jugando a casitas o a ponerse guapas. Generalmente están pasivas, y rara vez se las induce a descubrir otros mundos posibles en el exterior.
"Las chicas aprenden que serán valoradas por su aspecto mucho más que por su talento. Los chicos aprenden que de ellos se espera éxito profesional o económico".
Si continuamos con las mujeres adultas, la representación sigue el mismo patrón, a ellas se las presenta sobre todo preocupadas por su aspecto, luchando contra el tiempo y los kilos, destacando su atractivo físico. Mujeres referentes de ámbito internacional se presentan super sexys en sus conciertos o vídeos, empezando por Rosalía, Bad Gyal, Dua Lipa y acabando por Shakira y Beyoncé, que son mujeres de más de 40 años, pero tienen que aparentar 30. Ellas cantan, bailan y mueven el cuerpo con gran agilidad, mientras que a los hombres les basta con subirse a un escenario con cualquier tipo de ropa y raramente se les ve haciendo twerking, por ejemplo.Aunque parece que esto no tiene nada que ver a la hora de decantarse por una profesión, las expectativas que la sociedad pone sobre los hombros de las mujeres son muy diferentes a las que espera que cumplan los hombres. Se produce un discurso diferenciado que va creando un poso inconsciente que cristaliza a la hora de tomar decisiones sobre nuestro futuro. Aprendemos no solo por lo que se nos dice o estudiamos, sino sobre todo por lo que vamos percibiendo a medida que crecemos. Y las niñas y chicas aprenden muy pronto que serán valoradas por su aspecto mucho más que por su talento o capacidad intelectual. Los chicos aprenden que de ellos se espera éxito profesional o económico. De ahí que luego, a la hora de elegir estudios, ellas se decanten más por el mundo de "los cuidados", las artes o las carreras humanísticas (lo que han aprendido desde la infancia), mientras que ellos tiendan más a carreras técnicas, que en definitiva tienen más prestigio social (y que también han aprendido desde niños).
"Si para los hombres tener hijos les suma porque se presume que son más responsables, para las mujeres ser madres les resta, ya que se presupone que esas mismas responsabilidades le van a quitar tiempo profesional".
Por eso, pese a que en las sociedades occidentales hay leyes y una cierta igualdad formal, estos patrones que se han ido depositando inconscientemente desde la infancia están ahí, y se hacen presentes en muchos momentos de nuestra vida, y uno de ellos es precisamente la elección de los estudios a cursar; pero no es el único: también lo es coger carreras que permitan conciliar la vida profesional con la familiar, acogerse a jornadas reducidas, o estar menos dispuestas a aceptar cargos de responsabilidad por la dedicación extra que representa. Si para los hombres tener hijos es un dato que les suma porque se presume que son más responsables, para las mujeres ser madres les resta, ya que se "presupone" que esas mismas responsabilidades le van a quitar tiempo profesional para dedicarlo a la familia.Nadie nos pone una pistola en la sien a la hora de adoptar decisiones, claro, pero no podemos olvidar que esa "libertad" para elegir, siempre es relativa, y está condicionada por muchos factores. Hacer campañas públicas para potenciar el talento de las mujeres es una parte importante, así como co-educar en igualdad: es decir, fomentar la idea de que no hay trabajos específicos de hombres o mujeres, sino que todas las personas independientemente de nuestro sexo tenemos talentos que podemos desarrollar.
Pero mientras no se aborden esos otros "discursos" sociales informales que se difunden y de los cuales no nos apercibimos, lo que la sociedad valora en las mujeres y en los hombres va a seguir consolidando dos universos opuestos: ambos sexos se van a sentir atraídos por lo que socialmente se espera de ellos. En el caso de las mujeres que sean atractivas, jóvenes y que luzcan bien, y en el caso de los hombres que ganen mucho dinero y tengan puestos de poder. Un mundo dicotómico que es necesario romper por el bien tanto de unos como de otras. Hay que equilibrar las cifras: tiene que haber tantos hombres en educación infantil como mujeres en arquitectura. Todos somos responsables del mundo, y de cada uno hay que sacar el máximo que sus capacidades pueda ofrecer. Y eso empieza desde que una persona viene a este mundo y empieza a aprender, no solo cuando se encuentra en la tesitura de elegir carrera o profesión.