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La brecha de género en la elección de estudios

Artículo de opinión

  • 11/07/2023
  • Tiempo de lectura 5 mins

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José Daniel García Fraga. Investigador social y docente universitario y de Formación Profesional para el Empleo en Castilla-La Mancha.
No por mucho que se haya hablado, discutido, analizado y legislado, la brecha de género, en el entorno laboral y profesional, deja de estar presente. Se trata de una cuestión muy fuertemente anclada en el imaginario social, desde donde se percibe, consciente o inconscientemente, como algo normal e incluso, consustancial a las relaciones de género en base a la distribución de los roles entre los mismos. Aunque se lleva realizando un muy importante esfuerzo para su eliminación, se muestra como una tarea a largo plazo y que implica cambios en las creencias y valores de la colectividad.

Pero debemos comenzar por una breve aproximación conceptual a los aspectos implicados en las brechas de género, tales como son sexo, género, roles y estereotipos.
 
  • Sexo: conjunto de rasgos biológicos diferenciales existentes entre mujeres y hombres.
  • Género: conjunto de ideas, creencias, representaciones y atribuciones sociales, las cuales son construidas en cada cultura siendo fundamentadas en la diferencia sexual. Asimismo, este concepto hace referencia a la consideración que la propia persona tiene sobre su sexualidad y sus roles de género, lo que ha conllevado una fuerte diversificación de los aspectos a los que hace referencia. No obstante, en todos los casos, nos encontramos con el afrontamiento de la perspectiva sociocultural sobre el sexo, tanto por parte de la colectividad, en cuanto agregado, como por parte de sus miembros, de forma diferencial.
  • Roles de género: Conjunto de tareas, funciones, acciones y comportamiento asignadas a hombres y a mujeres, respectivamente, en una sociedad y momento histórico concretos, siendo aplicadas de forma general a cómo deben comportarse hombres y mujeres, en el trabajo, la familia, etc., además de cómo deben relacionarse entre sí.
  • Estereotipos de género: Estos se configuran como ideas preconcebidas, simples, que se encuentran fuertemente arraigadas en la colectividad, determinando las actitudes (conductas, emociones y valoraciones) que deben tener las personas en función del grupo de pertenencia, en nuestro caso al sexo.
 

La brecha de género

Con esta denominación se hace referencia a la existencia de una diferencia en las posibilidades de acceso a los recursos y a los productos resultantes del uso de estos, presente entre mujeres y hombres. Asimismo, dicha brecha se encuentra motivada por la ubicación de una persona en un sexo u otro, lo que se concreta en una diferente oportunidad en el acceso y control de los recursos, sean estos económicos, sociales, culturales y/o políticos.
 
Por otro lado, y en base a lo planteado anteriormente, hay que destacar que dicha brecha aparece como una construcción social y cultural sobre las capacidades de las personas en función del sexo con el que nacen, así como del género en el que se ubica la persona y en donde lo encuadra el sistema social. En este sentido, el concepto género debe ser entendido como el conjunto de expectativas, estándares y creencias que posee una sociedad sobre cómo deben actuar los hombres y las mujeres, a la par que el concepto sexo hace referencia a la biología y la anatomía con la que nace una persona. Esto último, acompañado de un aspecto tan determinante en la diferenciación entre ambos sexos, como es la capacidad para dar a luz, han conllevado el que históricamente se hallan establecido y justificado las brechas de género, al considerarse que hombres y mujeres tenían unas capacidades diferenciales que les facilitan la ejecución de unas tareas y les dificultan la realización de otras, siendo esta una creencia que aún se puede encontrar hoy en día en nuestro contexto sociocultural. Hay que mencionar que, entre esas capacidades diferenciadas según el sexo de la persona, se encuentran, entre otras, las siguientes:
 
  • Con relación a las mujeres:
    • Se encuentran más capacitadas para el cuidado de las personas.
    • Son más sensibles.
    • Son más emocionales.
  • Respecto a los hombres:
    • Son más estructurados.
    • Tienen una visión de conjunto.
    • Son más prácticos.
    • Se hallan más capacitados para el desempeño de actividades técnicas y científicas.

La consideración de la existencia de unas capacidades diferenciales se extiende en mucha mayor medida, aunque en este punto, sirva como botón de muestra las planteadas anteriormente. Dichas consideraciones, llevan a su concreción en todos los campos de la existencia de las personas, marcando a cada una en función del sexo con el que nacen y los valores, prácticas y roles asignados socialmente a cada sexo, lo que no excluirá a los estudios y a la actividad laboral y profesional desarrollados por cada persona.


La brecha de género en la elección de formación y una profesión

De manera más concreta, la brecha de género en la elección de los estudios se observa con facilidad en cuanto a las orientaciones profesionales de las personas, regidoras de su elección en materia de educación, de manera que, tal y como se reconoce desde hace muchos años, nos encontramos con profesiones catalogadas como "feminizadas" y otras que arrastran el epíteto de "masculinizadas".
 
De esta manera, se observa cómo todas aquellas profesiones que conlleven los cuidados de personas o la educación de estas, y que no se conforman como puestos en los que se llevan a cabo procesos de toma de decisiones estratégicas, se hallan ampliamente ocupados por mujeres. Esto sucede en los campos de la atención sociosanitaria y la educación, especialmente en infantil y primaria, encontrándonos con la misma situación en el caso de las actividades profesionales consideradas como "humanistas". Y una vez más, no demasiado cercanas a los procesos de decisión estratégicos, esto es, a aquellos que tendrán implicaciones en las políticas y gestión a largo plazo de las diferentes dimensiones sociales, políticas, culturales y económicas de una colectividad.
 
Dicho de otra manera, las profesiones hacia las que se orientan las mujeres se encuentran representadas por aquellas que se centran, especialmente, en el cuidado de personas y de la comunidad, pero tendiendo a hallarse alejadas de las tomas de decisiones que afectan su trabajo, lo que tiende a ser acaparado, incluidos los sectores denominados "feminizados", por los hombres. Así, aun existiendo presencia femenina en dichos procesos, esta tiende a ser cuantitativamente muy inferior y cualitativamente conservadora en los planteamientos tradicionalmente defendidos por los hombres. Esto nos lleva a plantear que la existencia de una brecha de género en la elección de los estudios se encuentra fuertemente determinada por la distribución de los roles sociales a cada sexo. Estos son aprendidos en el proceso de socialización, muy especialmente en la socialización primaria a través de la familia, lo que se verá reforzado por los agentes enmarcados en el proceso de socialización secundaria, especialmente la escuela.
 
Esta interiorización de las pautas de distribución de roles según el sexo se ve interiorizada sin que la persona sea consciente de ello, hallándose muy determinada por las relaciones afectivas que se tienen establecidas con los agentes socializadores.
 
Dicho de otra manera, los niños, en sus primeros años de vida, reciben mensajes, a través de los modelos que tienen en su entorno más próximo, sobre cuáles son las ocupaciones que desarrollan las mujeres y los hombres, tendiendo los mismos a ser interiorizados, con más o menos ajustes, a otros mensajes recibidos y asimilados. De esta manera se conforman las creencias y prácticas que serán consideradas como correctas por la persona a lo largo de su desarrollo hacia la vida adulta.
 
Tal y como se ha venido exponiendo, la brecha de género se interioriza y normaliza a lo largo del proceso de socialización, aunque con los cambios intergeneracionales acontecidos por las relaciones entre los géneros. De esta manera, aun dándose variaciones en dichos planteamientos, los cambios irán aconteciendo paulatinamente, con lentitud, aunque de manera constante, pero esto siempre y cuando se mantengan las políticas gubernamentales que los propicien.
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