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La importancia de una buena orientación

Artículo de opinión

  • 08/06/2023
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Ana Cobos Cedillo. Orientadora y presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE)
La orientación vocacional es uno de los pilares fundamentales para sustentar la calidad del sistema educativo, ya que constituye la finalidad de todas las acciones educativas, junto a la de formar ciudadanía. Dicho de otro modo, el sistema educativo ha de contribuir al doble objetivo de formar personas y cualificar trabajadores. El proceso de orientación vocacional indica el camino hacia el que se dirige cada persona para encontrar su lugar en el mundo, como si de un puzle se tratara, para sentirse bien en su vida.
 
Diferenciar la orientación educativa en tres ámbitos, como tradicionalmente se ha hecho, no resulta tan sencillo en la práctica, sobre todo cuando ponemos en marcha programas de orientación vocacional que tienen como objetivo que cada persona haga una introspección hacia su interior para conocerse mejor y saber cuáles son sus intereses profesionales desde el conocimiento de sus cualidades, fortalezas, así como de sus limitaciones y debilidades.

Este trabajo de mirada "hacia dentro", requiere un acompañamiento especializado en el centro educativo y es el que realiza el orientador en coordinación con el resto de profesorado que forma su equipo educativo, más todo el trabajo de retroalimentación que cada persona recibe, como si de un espejo se tratara por parte de su familia y amigos. Tener en cuenta esa mirada interior, enriquecida con las aportaciones de quien más conocen a una persona en el autoconocimiento será clave para que un programa de orientación vocacional funcione.
 
A este respecto, viene a colación la diferencia de conceptos que hay que tener en cuenta en los términos que se barajan en relación con esta temática, lo que frecuentemente se emplean como sinónimos y no lo son porque se refieren a asuntos muy distintos (Cobos, 2022).

La orientación profesional es la que tiene lugar cuando ya se ha optado por una formación, por lo que se trata de un tipo de orientación encaminada a la inserción laboral, es la orientación que se trabaja en los módulos de Formación y Orientación Laboral (FOL) de los ciclos de Formación Profesional. Por otro lado, está la orientación académica, que es la que se trabaja dentro del sistema educativo para ayudar al alumnado a tomar decisiones sobre itinerarios, por ejemplo, con la elección de optativas, modalidades o familias profesionales. Con todo, la orientación vocacional va mucho más allá porque entronca, no solo con las decisiones, sino también en cómo estas repercuten en una persona de cara a encontrar las mayores cotas de bienestar en el conjunto de su vida, tanto en el ámbito profesional como en el personal. Dicho de otro modo, la orientación vocacional es el proceso de acompañamiento que se le hace a una persona para que diseñe y ponga en marcha su proyecto de vida.

Este acompañamiento debe iniciarse en la escolarización lo antes posible, desde la etapa infantil.
De hecho, si no se hace más, no es porque no sea necesario, sino porque difícilmente hay recursos para ello, pues la ratio en la etapa de educación infantil supera con mucho la recomendada por la UNESCO, de 250 estudiantes por orientador. Desde la etapa infantil, la orientación vocacional se trabajaría como un juego de roles en las profesiones, lo que va calando en la toma de decisiones vocacionales y diseño de proyecto de vida que el estudiante hará en el futuro. A medida que cada persona va cumpliendo años, la concentración en esta temática se va haciendo mayor y este acompañamiento se reflejará en una serie de entrevistas entre el orientador y cada estudiante, con el que se analizará desde la mirada interior, las posibilidades que ofrece la mirada exterior, es decir, hacia la oferta educativa.

Una mirada hacia dentro y otra hacia fuera forman parte de un proceso complejo que precisa del acompañamiento especializado del profesional de la orientación, porque se trata de un momento clave en la vida de las personas, que además tiene lugar en plena adolescencia.
 
La orientación vocacional es un derecho que tiene todo el alumnado y del que parecen olvidarse quienes desoyen que en España se triplica la ratio de orientador-alumno recomendada por la UNESCO. La orientación educativa parte de la orientación profesional, justamente por la necesidad que surgió a comienzos del siglo XX en la industrialización al tener que diversificarse las tareas. La Carta Social Europea de 1966, revisada en 1996 dice textualmente: "Toda persona tiene derecho a medios apropiados de orientación profesional que le ayuden a elegir una profesión conforme a sus aptitudes personales y a sus intereses". Este documento fue ratificado por el Gobierno de España mediante un instrumento de ratificación publicado en el BOE nº 139 de 11 de junio de 2021.
 
Ante el reconocimiento de este derecho, no se entiende cómo en la adjudicación de recursos para un centro, como el cupo de profesorado, se dote a un orientador en secundaria, lo mismo si tiene 1.000 estudiantes que si tiene 400. Esto sería impensable con cualquier otra especialidad de secundaria, ya que el número de integrantes del departamento, por ejemplo, de lengua, matemáticas o biología que se adjudica a un centro es siempre proporcional al número de estudiantes al que van a atender. Pretender que un profesional de la orientación haga un trabajo de calidad teniendo que atender a más de 250 estudiantes en un centro, es una creencia muy cercana a la ciencia ficción. Olvidan nuestros políticos cuando administran los recursos públicos y siguen escatimando en profesionales de la orientación, que la inversión en orientación resulta muy rentable. Vayamos a los datos del propio Ministerio de Educación y Formación Profesional de 2021.
 
El abandono escolar temprano se sitúa en el 13.3%, es decir, el porcentaje de estudiantes que no han conseguido una cualificación, ni han seguido estudios postobligatorios entre los 18 y 24 años. Este dato se ve directamente afectado por la falta de profesionales de la orientación que podrían trabajar en el seguimiento del alumnado, especialmente del más vulnerable y que está en mayor riesgo de abandono y de fracaso escolar.
 
Otras cifras apoyan esta idea, tales como que el abandono en el Formación Profesional Básica es del 43.4%, en los Ciclos Formativos de Grado Medio del 39.1, en los de Grado Superior es del 38.4% y en la Universidad del 33.2% en el primer curso, si bien el 13% comienza un nuevo grado universitario. Estos son datos extraídos del Observatorio de la Formación Profesional Caixabank a partir de datos del MEFP, facilitados por Juan José Juárez de la Fundación Bertelsmann.

Siguiendo con el estudio que Juárez presentó en el XIII Encuentro Estatal de Orientación celebrado en Murcia en abril de 2023, la falta de orientadores se traduce además en un importante descalabro económico, pues que 1 de cada 3 estudiantes abandone un grado en una universidad pública supone 974 millones de euros al año, que se desglosan en 680 millones de pérdida para el Estado, más 170 millones de euros de las familias de la pública y 124 de la privada.
 
Siguiendo el silogismo, cabe preguntarse cuántos orientadores podrían contratarse con ese dinero que se desperdicia, repetimos: 974 millones de euros cada año. Y resulta que el conejo sale de la chistera como si fuera magia, pues con un simple cálculo matemático se deduce que podrían contratarse 20.500 profesionales de la orientación más en todo el Estado, lo que acercaría con mucho el número de orientadores necesarios para tener una ratio que posibilite un trabajo de calidad que haga realidad el derecho que tienen las personas a la orientación, parece obvio, ¿verdad? Pues no es magia, solo es echarle sentido común y voluntad de transformar realmente la vida de las personas.
 
Referencias
Cobos Cedillo, Ana (2022) Manual de orientación educativa. Teoría y práctica de la Psicopedagogía. Narcea, Madrid.
 
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