Los tiempos van cambiando. Y el ser humano. Y nuestras necesidades. ¿Quién no ha oído entender la frase?: "de mayor, quiero ser bombero". O la más reciente… "De mayor, quiero ser YouTuber".
Las emociones, las modas sociales, los amigos, los progenitores, muchos elementos externos influencian en nuestras decisiones presentes y de futuro, más de lo que creemos.
¿Elegimos un camino académico-profesional en respuesta a la educación recibida? ¿Lo hacemos queriendo conscientemente o inconscientemente satisfacer las posibles expectativas de nuestros progenitores? ¿Nos condicionamos por nuestros amigos? ¿Damos mucha importancia a los aspectos más prácticos o materiales? Podríamos responder, en casi la totalidad de casos, sí a todo. En distintas intensidades por supuesto.
Pero lo que está claro, es que, desde un enfoque biopsicosocial, podemos salir del tradicionalismo que inculcaba que somos tal cómo somos por naturaleza, sino que postulamos a una visión más multifactorial, en la que tanto los factores biológico, psicológico, conductual y los factores sociales desempeñan un papel crucial en la construcción de nuestra identidad y nuestro comportamiento. Es decir, los humanos somos seres que tanto nacemos con una predisposición genética, y ella se moldea a base de experiencias personales y de aprendizajes adquiridos.
Recientemente, frases como "somos lo que comemos" se han puesto de moda, y nos ilustran hasta qué punto nuestra personalidad y nuestra forma de ser en este mundo puede estar muy influenciada por la cultura en la que nacemos, la educación que recibimos, las costumbres personales y familiares, e incluso, la comida que ingerimos.
¿Entonces, las emociones pueden influenciar en la elección sobre nuestro futuro académico o profesional? Más de lo que creemos.
No hay más que basarse en la muy conocida Pirámide de Maslow, que según la teoría rige la motivación de los seres humanos, partiendo de las necesidades más fisiológicas, y terminando por las más mentales y trascendentales.
Es decir, todas las emociones asociadas a la búsqueda de confort físico, seguridad, sentirse aceptado, sentirse querido, y sentir que nos superamos, pueden llevarnos, teóricamente en éste mismo orden, a motivarnos por una decisión concreta.
Y reflexionando en el funcionamiento del ser humano en base a esta teoría de pirámide motivacional, también podemos entonces teorizar cómo puede influirnos un bloqueo específico en términos de miedo e inseguridad, o una baja autoestima, sensación de rechazo por parte de los demás, sentimiento de frustración, etc. Pueden ser emociones que repercuten rápidamente en nuestras elecciones pudiendo llevarnos a no escuchar nuestras verdaderas motivaciones personales.
A pesar de que esta teoría sobre la motivación se evidencia en lo cotidiano, podemos también felizmente constatar que existe algo más complejo: si todo fuera tan simple y lineal, todos los seres humanos nos decantaríamos por el mismo recorrido y profesión.
Tomando el lado positivo de esta complejidad, podemos ver que más allá de todas las reflexiones mentales, cada ser humano cuenta con unas capacidades, cualidades, valores y preferencias específicas.
Más allá de lo que nuestra mente nos puede inducir, nuestras emociones e intuiciones pueden resultar nuestras grandes aliadas. Empiezan a haber teorías neurocientíficas sobre "la inteligencia del corazón". Es decir, nuestro corazón es un órgano que cuenta con conexiones neuronales y que envía información a nuestro cerebro.
Estos estudios más recientes abren un atrayente campo a explorar, en el que sería interesante comprender que la elección más sugestiva para una persona sería la que le permitiera a su mente de escuchar la inteligencia proveniente del corazón.
Muchos jóvenes, además de estar afectados por los cambios intrínsecos al período de la adolescencia (cambios no sólo físicos, sino sociales y a nivel cerebral), llegan a estas etapas afectados un sentimiento de malestar significativo o una problemática personal compleja.
Una situación de malestar significativo (ansiedad, depresión, duelo, trauma, malos tratos, problemática familiar importante, etc.), puede fácilmente modificar de una forma severa la creencia sobre nuestras capacidades y puede poner en juego durante un período de tiempo largo nuestra personalidad, nuestros intereses y nuestros valores. Si sumáramos la estadística de jóvenes que han sufrido o están sufriendo situaciones de este estilo, podemos acabar concluyendo que podemos estar hablando de una gran mayoría de los estudiantes.
No disponemos aún de suficientes recursos para detectar a los jóvenes que pasan por este tipo de situaciones, ni tampoco por el momento de suficientes recursos para tratar las problemáticas psicológicas de esta índole ni a nivel educativo ni social.
La intervención de más psicólogos en las escuelas sería no sólo una medida necesaria para prevenir las conocidas situaciones de exclusión social, de fracaso escolar, de acoso escolar y otros conflictos, sino que permitiría limpiar en gran parte estas problemáticas más "invisibles" en muchos otros alumnos que, sumergidos en dolores personales que les afectan la autoestima y la integridad mental.
Ayudar a un estudiante a estar conectado a sí mismo, ayudarle a canalizar sus emociones, a tener un criterio bien elaborado sobre lo que le conviene y lo que le corresponde en función de sus capacidades y su interés, no es una tarea fácil, sino que podría requerir de un acompañamiento emocional durante varios años de escolarización.
Las emociones, las modas sociales, los amigos, los progenitores, muchos elementos externos influencian en nuestras decisiones presentes y de futuro, más de lo que creemos.
¿Cómo influyen las emociones al tomar decisiones sobre el futuro académico y profesional?
Las decisiones de vida son un tema complejo. El qué nos toma a elegir un camino u otro es un elemento multifactorial que nunca podremos explicar con una simple teoría.¿Elegimos un camino académico-profesional en respuesta a la educación recibida? ¿Lo hacemos queriendo conscientemente o inconscientemente satisfacer las posibles expectativas de nuestros progenitores? ¿Nos condicionamos por nuestros amigos? ¿Damos mucha importancia a los aspectos más prácticos o materiales? Podríamos responder, en casi la totalidad de casos, sí a todo. En distintas intensidades por supuesto.
Pero lo que está claro, es que, desde un enfoque biopsicosocial, podemos salir del tradicionalismo que inculcaba que somos tal cómo somos por naturaleza, sino que postulamos a una visión más multifactorial, en la que tanto los factores biológico, psicológico, conductual y los factores sociales desempeñan un papel crucial en la construcción de nuestra identidad y nuestro comportamiento. Es decir, los humanos somos seres que tanto nacemos con una predisposición genética, y ella se moldea a base de experiencias personales y de aprendizajes adquiridos.
Recientemente, frases como "somos lo que comemos" se han puesto de moda, y nos ilustran hasta qué punto nuestra personalidad y nuestra forma de ser en este mundo puede estar muy influenciada por la cultura en la que nacemos, la educación que recibimos, las costumbres personales y familiares, e incluso, la comida que ingerimos.
¿Entonces, las emociones pueden influenciar en la elección sobre nuestro futuro académico o profesional? Más de lo que creemos.
No hay más que basarse en la muy conocida Pirámide de Maslow, que según la teoría rige la motivación de los seres humanos, partiendo de las necesidades más fisiológicas, y terminando por las más mentales y trascendentales.
Es decir, todas las emociones asociadas a la búsqueda de confort físico, seguridad, sentirse aceptado, sentirse querido, y sentir que nos superamos, pueden llevarnos, teóricamente en éste mismo orden, a motivarnos por una decisión concreta.
Y reflexionando en el funcionamiento del ser humano en base a esta teoría de pirámide motivacional, también podemos entonces teorizar cómo puede influirnos un bloqueo específico en términos de miedo e inseguridad, o una baja autoestima, sensación de rechazo por parte de los demás, sentimiento de frustración, etc. Pueden ser emociones que repercuten rápidamente en nuestras elecciones pudiendo llevarnos a no escuchar nuestras verdaderas motivaciones personales.
A pesar de que esta teoría sobre la motivación se evidencia en lo cotidiano, podemos también felizmente constatar que existe algo más complejo: si todo fuera tan simple y lineal, todos los seres humanos nos decantaríamos por el mismo recorrido y profesión.
Tomando el lado positivo de esta complejidad, podemos ver que más allá de todas las reflexiones mentales, cada ser humano cuenta con unas capacidades, cualidades, valores y preferencias específicas.
"Ayudar a un estudiante a canalizar sus emociones, a tener un criterio bien elaborado sobre lo que le conviene y lo que le corresponde en función de sus capacidades y su interés, no es una tarea fácil, sino que podría requerir de un acompañamiento emocional durante varios años de escolarización".
Más allá de lo que nuestra mente nos puede inducir, nuestras emociones e intuiciones pueden resultar nuestras grandes aliadas. Empiezan a haber teorías neurocientíficas sobre "la inteligencia del corazón". Es decir, nuestro corazón es un órgano que cuenta con conexiones neuronales y que envía información a nuestro cerebro.
Estos estudios más recientes abren un atrayente campo a explorar, en el que sería interesante comprender que la elección más sugestiva para una persona sería la que le permitiera a su mente de escuchar la inteligencia proveniente del corazón.
Acciones para acompañar emocionalmente los jóvenes en la toma de decisiones sobre su futuro académico y profesional
Actualmente ya se tiene la suerte de poder contar con profesionales orientadores especializados para acompañar y tutorizar los alumnos en los periodos de transiciones educativas, ya sea en los propios centros educativos como en centros externos destinados a ello. No obstante, dada la complejidad de este objetivo, es difícil decir que los recursos existentes son los suficientes y adecuados para responder a la necesidad de toda la población.Muchos jóvenes, además de estar afectados por los cambios intrínsecos al período de la adolescencia (cambios no sólo físicos, sino sociales y a nivel cerebral), llegan a estas etapas afectados un sentimiento de malestar significativo o una problemática personal compleja.
Una situación de malestar significativo (ansiedad, depresión, duelo, trauma, malos tratos, problemática familiar importante, etc.), puede fácilmente modificar de una forma severa la creencia sobre nuestras capacidades y puede poner en juego durante un período de tiempo largo nuestra personalidad, nuestros intereses y nuestros valores. Si sumáramos la estadística de jóvenes que han sufrido o están sufriendo situaciones de este estilo, podemos acabar concluyendo que podemos estar hablando de una gran mayoría de los estudiantes.
No disponemos aún de suficientes recursos para detectar a los jóvenes que pasan por este tipo de situaciones, ni tampoco por el momento de suficientes recursos para tratar las problemáticas psicológicas de esta índole ni a nivel educativo ni social.
La intervención de más psicólogos en las escuelas sería no sólo una medida necesaria para prevenir las conocidas situaciones de exclusión social, de fracaso escolar, de acoso escolar y otros conflictos, sino que permitiría limpiar en gran parte estas problemáticas más "invisibles" en muchos otros alumnos que, sumergidos en dolores personales que les afectan la autoestima y la integridad mental.
Ayudar a un estudiante a estar conectado a sí mismo, ayudarle a canalizar sus emociones, a tener un criterio bien elaborado sobre lo que le conviene y lo que le corresponde en función de sus capacidades y su interés, no es una tarea fácil, sino que podría requerir de un acompañamiento emocional durante varios años de escolarización.