El desajuste entre la oferta y la demanda de plazas en las titulaciones de Formación Profesional es una realidad. A finales de 2021 fuimos testigos de ello cuando miles de personas que querían estudiar una FP se quedaron fuera por la escasez de plazas en muchos centros formativos. Para abordar esta situación es necesaria la implicación tanto de las administraciones como de los propios centros formativos, que deben remar en la misma dirección para intentar encontrar un equilibrio y garantizar la empleabilidad de los estudiantes y la cobertura de aquellos puestos de trabajo más solicitados.
Una de las causas de este auge sin precedentes de la demanda de la FP es la calidad de este formato formativo y su elevada especialización. Cada vez más, las empresas buscan incorporar perfiles técnicos en sus plantillas y eso es precisamente lo que ofrece la FP: profesionales especializados en áreas concretas y muy preparados para el acceso al mercado laboral.
Sin lugar a duda, la Formación Profesional ha escalado posiciones en la lista de deseos tanto de los estudiantes como de las empresas. Conscientes de esta situación, desde ILERNA trabajamos para detectar cuáles son las profesiones en auge y las formaciones más demandadas e intentamos incorporar nueva oferta formativa cada año para satisfacer tanto las necesidades del mercado laboral como las de la sociedad.
En este sentido, es muy importante hablar de la estrecha colaboración que debe existir entre los centros formativos y el tejido empresarial. Al fin y al cabo, cuando una persona opta por formarse lo hace para tener más oportunidades en el mercado laboral, cambiar de ámbito profesional o escalar posiciones.
Esta colaboración con las empresas tiene un doble objetivo: formalizar convenios de prácticas para el alumnado y facilitar el acceso a la formación a los empleados de dichas empresas a través de descuentos especiales. Estas sinergias con las empresas son muy importantes porque este contacto real que existe nos permite detectar cuáles son sus necesidades y adaptarnos a ellas, beneficiando así tanto al estudiante como a la empresa.
Pero es fundamental también que desde las administraciones se actúe para equilibrar la balanza. De hecho, es interesante el anuncio que hizo a finales del año pasado la ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, que indicó que uno de los objetivos para antes de 2023 es crear más de 200.000 plazas de FP. Todo un acierto, teniendo en cuenta la creciente demanda de la FP. Pero para que este incremento de plazas sea efectivo y ofrezca una solución real, deberá producirse de forma proporcional a la demanda de titulados de cada ciclo formativo. Es decir, hay que incrementar plazas, principalmente, en aquellos ciclos cuyos titulados son muy demandados por las empresas, para así poder garantizar la empleabilidad de los estudiantes y que la rueda ruede con sentido.
Sin lugar a duda, nos encontramos ante un interesante reto en un momento de cambio donde el trabajo conjunto entre las administraciones, el sector productivo y el tejido educativo es fundamental para seguir impulsando el talento y garantizar la empleabilidad con la FP como elemento clave.
Una de las causas de este auge sin precedentes de la demanda de la FP es la calidad de este formato formativo y su elevada especialización. Cada vez más, las empresas buscan incorporar perfiles técnicos en sus plantillas y eso es precisamente lo que ofrece la FP: profesionales especializados en áreas concretas y muy preparados para el acceso al mercado laboral.
Sin lugar a duda, la Formación Profesional ha escalado posiciones en la lista de deseos tanto de los estudiantes como de las empresas. Conscientes de esta situación, desde ILERNA trabajamos para detectar cuáles son las profesiones en auge y las formaciones más demandadas e intentamos incorporar nueva oferta formativa cada año para satisfacer tanto las necesidades del mercado laboral como las de la sociedad.
En este sentido, es muy importante hablar de la estrecha colaboración que debe existir entre los centros formativos y el tejido empresarial. Al fin y al cabo, cuando una persona opta por formarse lo hace para tener más oportunidades en el mercado laboral, cambiar de ámbito profesional o escalar posiciones.
Esta colaboración con las empresas tiene un doble objetivo: formalizar convenios de prácticas para el alumnado y facilitar el acceso a la formación a los empleados de dichas empresas a través de descuentos especiales. Estas sinergias con las empresas son muy importantes porque este contacto real que existe nos permite detectar cuáles son sus necesidades y adaptarnos a ellas, beneficiando así tanto al estudiante como a la empresa.
Pero es fundamental también que desde las administraciones se actúe para equilibrar la balanza. De hecho, es interesante el anuncio que hizo a finales del año pasado la ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, que indicó que uno de los objetivos para antes de 2023 es crear más de 200.000 plazas de FP. Todo un acierto, teniendo en cuenta la creciente demanda de la FP. Pero para que este incremento de plazas sea efectivo y ofrezca una solución real, deberá producirse de forma proporcional a la demanda de titulados de cada ciclo formativo. Es decir, hay que incrementar plazas, principalmente, en aquellos ciclos cuyos titulados son muy demandados por las empresas, para así poder garantizar la empleabilidad de los estudiantes y que la rueda ruede con sentido.
Sin lugar a duda, nos encontramos ante un interesante reto en un momento de cambio donde el trabajo conjunto entre las administraciones, el sector productivo y el tejido educativo es fundamental para seguir impulsando el talento y garantizar la empleabilidad con la FP como elemento clave.