Sabemos que hay desajustes entre la oferta y la demanda de plazas en las titulaciones de FP. Este hecho es un elemento recurrente y casi consustancial al sistema. El reto es reducir esa brecha y conseguir que los jóvenes puedan desarrollar personal y profesionalmente su vida, al mismo tiempo que los diferentes sectores productivos y sociales consiguen contar con personas cualificadas y preparadas para integrarse en la producción.
Efectivamente, hay desajustes entre la oferta y la demanda de plazas en las titulaciones de FP. Las razones de tal desajuste son complejas y variadas, por lo que no existen soluciones rápidas al problema. Si queremos ir consiguiendo ajustar oferta y demanda tenemos que reflexionar sobre cómo los estudiantes toman la decisión final de optar por unos estudios en lugar de otros.
Por otro lado, se puede afirmar que quien decide mayoritariamente la oferta formativa de FP son las consejerías de Educación de las diferentes comunidades autónomas. Estas administraciones se ven condicionadas, en primer lugar, por la propia oferta que ya poseen. En segundo lugar, dependen también de los recursos materiales y humanos que necesitan para poder aumentar la oferta (perfil del profesorado, ratios alumnado-docentes, etc.).
En general, podemos resaltar que el sistema es poco proactivo y que se ve arrastrado por la propia inercia de la oferta anterior. Además, se comprueba año tras año que dicho sistema suele ser, en general, conservador por comodidad y también porque cambiar o ampliar la oferta tiene un coste y un riesgo que hasta la fecha de hoy no se ha querido asumir .
Es verdad que en los últimos dos años la inversión en FP ha aumentado y esto hace más fácil ampliar la oferta. Sin embargo, por norma general se tiende a poner parches y no a dar soluciones sistemáticas. En el caso de la oferta que hace el sector privado, esta depende de la propia demanda porque sin ella no puede subsistir. Sin embargo, cabe resaltar que esa oferta privada de plazas está más sometida a la inercia que imponen las tendencias y modas exógenas al mercado laboral.
Para revertir esta tendencia que descuida aumentar la oferta de las plazas con más empleabilidad, se tiene que realizar un esfuerzo decidido. No se debe caer en el error de crear sólo aquellas plazas que responden a ciclos formativos más baratos y fáciles de implementar, pero que no responden a esa demanda real del mercado laboral. Asimismo, es necesaria una apuesta por mantener grupos reducidos de títulos con alta empleabilidad también en aquellos territorios más alejados de la centralidad urbana. Ello facilitaría la elección de estos por parte de los estudiantes.
El otro elemento clave para ajustar las decisiones de los futuros estudiantes es la mejora de la orientación. Si repasamos la literatura e investigaciones actuales hay un elemento fundamental poco tratado: saber cómo toman nuestros jóvenes sus decisiones, es decir, qué influye para que tomen un camino u otro. Hablamos de modas, pero sabemos que también contribuye a tomar una decisión la cercanía de la oferta, la información sobre los títulos, el prestigio social y cultural, las opiniones de las familias, las de los amigos y las de los profesores de primaria y secundaria. Asimismo, también tiene peso en la toma de decisiones el coste o precio que hay que pagar por la formación, la experiencia vital previa y la proactividad de las empresas de los sectores con más empleo.
Ante este contexto, podemos señalar que hay una parte de esa labor de orientación que se puede mejorar, integrando los sistemas de orientación o invirtiendo para que dichos sistemas tengan más recursos, sean más transversales y realicen acciones dirigidas tanto a los estudiantes como a sus familias y entorno. Pero también podemos ayudar en la toma de decisiones mediante otras iniciativas.
La ampliación y accesibilidad de la oferta, el aumento de becas y ayudas de transporte para los títulos con más empleabilidad, la mejora de la imagen de los entornos e instalaciones donde se imparte este tipo de oferta, la implicación de las empresas en la comunicación de esos estudios son sólo algunos ejemplos de medidas que se pueden implementar para atraer el talento a los ciclos con mayor empleabilidad. De la misma forma, no se debe olvidar la importancia de que exista una buena conexión entre los sistemas de orientación educativos y de empleo en cada uno de los territorios. En este sentido, es clave que ambos sistemas desarrollen acciones conjuntas y consensuadas.
Por otro lado, hay que destacar que el ajuste fino entre lo que se demanda en los diferentes sectores profesionales y la formación que reciben los estudiantes en los centros depende de varios factores. El primero de ellos radica en la importancia de incrementar la autonomía de los centros de Formación Profesional. Esa autonomía es necesaria para que sea más fácil adaptar los currículos tanto en los resultados de aprendizaje como en el manejo de los equipamientos adecuados a las nuevas filosofías de trabajo o las nuevas tecnologías. Si los centros tienen capacidad de reequipar, de ajustar la formación del profesorado y de complementar el currículo de los módulos profesionales será más fácil formar a los futuros profesionales de acuerdo con las necesidades del mercado laboral.
El segundo factor se sustenta en la necesidad de colaboración entre las empresas y los centros de FP. Hay que establecer una realimentación constante, ayudar a la formación continua de los docentes, cooperar mediante instalaciones, equipos y profesionales y, obviamente, colaborar o en la formación del alumnado en cualquiera de las modalidades actuales como la FCT o en formación dual general o intensiva.
A modo de resumen, destacaremos cuatro factores clave para la mejora del sistema.
Efectivamente, hay desajustes entre la oferta y la demanda de plazas en las titulaciones de FP. Las razones de tal desajuste son complejas y variadas, por lo que no existen soluciones rápidas al problema. Si queremos ir consiguiendo ajustar oferta y demanda tenemos que reflexionar sobre cómo los estudiantes toman la decisión final de optar por unos estudios en lugar de otros.
Por otro lado, se puede afirmar que quien decide mayoritariamente la oferta formativa de FP son las consejerías de Educación de las diferentes comunidades autónomas. Estas administraciones se ven condicionadas, en primer lugar, por la propia oferta que ya poseen. En segundo lugar, dependen también de los recursos materiales y humanos que necesitan para poder aumentar la oferta (perfil del profesorado, ratios alumnado-docentes, etc.).
En general, podemos resaltar que el sistema es poco proactivo y que se ve arrastrado por la propia inercia de la oferta anterior. Además, se comprueba año tras año que dicho sistema suele ser, en general, conservador por comodidad y también porque cambiar o ampliar la oferta tiene un coste y un riesgo que hasta la fecha de hoy no se ha querido asumir .
Es verdad que en los últimos dos años la inversión en FP ha aumentado y esto hace más fácil ampliar la oferta. Sin embargo, por norma general se tiende a poner parches y no a dar soluciones sistemáticas. En el caso de la oferta que hace el sector privado, esta depende de la propia demanda porque sin ella no puede subsistir. Sin embargo, cabe resaltar que esa oferta privada de plazas está más sometida a la inercia que imponen las tendencias y modas exógenas al mercado laboral.
"Es fundamental incrementar la autonomía de los centros y la colaboración con las empresas para que el ajuste entre perfiles formados y necesidades reales de empleo cada vez sea más próximo.".
Para revertir esta tendencia que descuida aumentar la oferta de las plazas con más empleabilidad, se tiene que realizar un esfuerzo decidido. No se debe caer en el error de crear sólo aquellas plazas que responden a ciclos formativos más baratos y fáciles de implementar, pero que no responden a esa demanda real del mercado laboral. Asimismo, es necesaria una apuesta por mantener grupos reducidos de títulos con alta empleabilidad también en aquellos territorios más alejados de la centralidad urbana. Ello facilitaría la elección de estos por parte de los estudiantes.
El otro elemento clave para ajustar las decisiones de los futuros estudiantes es la mejora de la orientación. Si repasamos la literatura e investigaciones actuales hay un elemento fundamental poco tratado: saber cómo toman nuestros jóvenes sus decisiones, es decir, qué influye para que tomen un camino u otro. Hablamos de modas, pero sabemos que también contribuye a tomar una decisión la cercanía de la oferta, la información sobre los títulos, el prestigio social y cultural, las opiniones de las familias, las de los amigos y las de los profesores de primaria y secundaria. Asimismo, también tiene peso en la toma de decisiones el coste o precio que hay que pagar por la formación, la experiencia vital previa y la proactividad de las empresas de los sectores con más empleo.
Ante este contexto, podemos señalar que hay una parte de esa labor de orientación que se puede mejorar, integrando los sistemas de orientación o invirtiendo para que dichos sistemas tengan más recursos, sean más transversales y realicen acciones dirigidas tanto a los estudiantes como a sus familias y entorno. Pero también podemos ayudar en la toma de decisiones mediante otras iniciativas.
La ampliación y accesibilidad de la oferta, el aumento de becas y ayudas de transporte para los títulos con más empleabilidad, la mejora de la imagen de los entornos e instalaciones donde se imparte este tipo de oferta, la implicación de las empresas en la comunicación de esos estudios son sólo algunos ejemplos de medidas que se pueden implementar para atraer el talento a los ciclos con mayor empleabilidad. De la misma forma, no se debe olvidar la importancia de que exista una buena conexión entre los sistemas de orientación educativos y de empleo en cada uno de los territorios. En este sentido, es clave que ambos sistemas desarrollen acciones conjuntas y consensuadas.
Por otro lado, hay que destacar que el ajuste fino entre lo que se demanda en los diferentes sectores profesionales y la formación que reciben los estudiantes en los centros depende de varios factores. El primero de ellos radica en la importancia de incrementar la autonomía de los centros de Formación Profesional. Esa autonomía es necesaria para que sea más fácil adaptar los currículos tanto en los resultados de aprendizaje como en el manejo de los equipamientos adecuados a las nuevas filosofías de trabajo o las nuevas tecnologías. Si los centros tienen capacidad de reequipar, de ajustar la formación del profesorado y de complementar el currículo de los módulos profesionales será más fácil formar a los futuros profesionales de acuerdo con las necesidades del mercado laboral.
El segundo factor se sustenta en la necesidad de colaboración entre las empresas y los centros de FP. Hay que establecer una realimentación constante, ayudar a la formación continua de los docentes, cooperar mediante instalaciones, equipos y profesionales y, obviamente, colaborar o en la formación del alumnado en cualquiera de las modalidades actuales como la FCT o en formación dual general o intensiva.
A modo de resumen, destacaremos cuatro factores clave para la mejora del sistema.
- En primer lugar, es necesario el incremento sostenido de la oferta, incluso en situaciones de baja demanda.
- En segundo lugar, hay que acercar los títulos de más empleabilidad a los futuros demandantes de formación.
- En tercer lugar, no debemos olvidarnos de mejorar los sistemas de orientación para que tengan en cuenta el proceso de toma de decisiones de los estudiantes y puedan incentivar la demanda en los títulos con más empleabilidad.
- Y, por último, es fundamental incrementar la autonomía de los centros y la colaboración con las empresas para que el ajuste entre perfiles formados y necesidades reales de empleo cada vez sea más próximo.