Sin duda, la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus ha puesto a prueba el sistema educativo español. Debemos reconocer, de entrada, que la pandemia ha supuesto un enorme desafío para las familias, para los docentes, para los equipos directivos de los centros educativos y para las propias administraciones educativas. En nuestra opinión, la primera constatación que cabe hacer es que el esfuerzo personal, la implicación y el compromiso de los docentes y de los equipos directivos en los centros educativos ha hecho posible hacer frente a una crisis sin precedentes en la historia de la educación en España. Pero, si deseamos avanzar y prepararnos para el nuevo escenario que ya estamos viviendo, es necesario que nos alejemos de la autocomplacencia, y que tratemos de realizar un diagnóstico lo más riguroso posible de los errores cometidos, para tratar de mejorarlo.
En este sentido, basta recordar algunos hechos. En primer lugar, tras el estricto confinamiento inicial entre los meses de marzo y junio de 2020, pudimos constatar cómo los medios de comunicación recogían como principal preocupación política, social y cultural, en julio de 2020, la (deseada) reapertura de los servicios de restauración, olvidando, de forma clamorosa, qué medidas debían tomarse para el inicio del curso escolar 2020-2021. Por fortuna, esta situación se fue corrigiendo paulatinamente durante las primeras semanas del pasado curso. En segundo lugar, constatamos que además de la pandemia sanitaria se expandió una suerte de "pandemia de desinformación", que ha despertado la preocupación de las autoridades educativas de numerosos gobiernos y organismos internacionales.
En efecto, la crisis del coronavirus ha multiplicado las fake news y agravado los actuales niveles de desinformación, que hay que relacionar con el aumento muy significativo del consumo audiovisual y de nuestra actividad en las redes sociales, donde nunca han circulado tantas noticías falsas como en la actualidad. Aun así, es importante recordar que ya antes de la crisis por el coronavirus, el uso de las pantallas por los niños, niñas y jóvenes estaba aumentando de forma muy significativa, así como el consumo de contenidos audiovisuales en internet, redes sociales y de las plataformas de contenidos online. Debemos reconocer que no estábamos preparados, con solvencia suficiente, para activar una formación a distancia de mínima calidad, no sólo por las evidentes carencias de infraestructuras de los centros educativos y de las familias, sino también por la falta de preparación en el campo de la cultura audiovisual y de lo que se conoce como la educación mediática. Además, la pandemia ha aumentado muy sensiblemente la llamada "brecha digital" en muchas familias, esto es, se ha producido un importante crecimiento de la desigualdad en el acceso a la educación y a la cultura.
En definitiva, cabe subrayar que la crisis sanitaria del coronavirus ha agudizado y agravado sensiblemente algunas carencias sistémicas muy relevantes que sufre nuestro sistema educativo. En primer lugar, creemos que los centros educativos –desde la educación infantil a los niveles de enseñanza universitarios, incluyendo las escuelas de adultos y la educación no reglada– deben jugar un papel esencial para neutralizar la expansión de las fake news. Hace pocos meses los expertos alertaban sobre el hecho de que 54% de los estudiantes no saben distinguir entre noticias verdaderas y fake news. Organismos internacionales como la UNESCO, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo vienen dictando resoluciones, desde hace décadas, en las que se insta a los gobiernos a introducir en sus sistemas educativos contenidos relacionados con los medios de comunicación y la alfabetización audiovisual.
Cabe destacar que en noviembre de 2020, el Parlamento Europeo aprobó el Informe sobre el refuerzo de la libertad de los medios de comunicación: protección de los periodistas en Europa, discurso del odio, desinformación y papel de las plataformas (2020/2009[INI]), con 52 votos a favor, 5 en contra y 7 abstenciones, un consenso bastante amplio que revela la alta preocupación que comparten los países de la Unión Europea.
Es cierto que en España llevamos casi 50 años desarrollando numerosas experiencias de aula sobre educación mediática. De hecho, cabe destacar el alto nivel de investigación que existe en nuestro país en el campo de la educomunicación. El trabajo desarrollado por colectivos como Drac Magic o Aulamèdia en Cataluña, o el Grupo Comunicar en Andalucía, por poner algunos ejemplos, es realmente muy importante, pero no es posible avanzar con firmeza en este campo, sin la implicación profunda de las administraciones educativas.
En este sentido, basta recordar algunos hechos. En primer lugar, tras el estricto confinamiento inicial entre los meses de marzo y junio de 2020, pudimos constatar cómo los medios de comunicación recogían como principal preocupación política, social y cultural, en julio de 2020, la (deseada) reapertura de los servicios de restauración, olvidando, de forma clamorosa, qué medidas debían tomarse para el inicio del curso escolar 2020-2021. Por fortuna, esta situación se fue corrigiendo paulatinamente durante las primeras semanas del pasado curso. En segundo lugar, constatamos que además de la pandemia sanitaria se expandió una suerte de "pandemia de desinformación", que ha despertado la preocupación de las autoridades educativas de numerosos gobiernos y organismos internacionales.
En efecto, la crisis del coronavirus ha multiplicado las fake news y agravado los actuales niveles de desinformación, que hay que relacionar con el aumento muy significativo del consumo audiovisual y de nuestra actividad en las redes sociales, donde nunca han circulado tantas noticías falsas como en la actualidad. Aun así, es importante recordar que ya antes de la crisis por el coronavirus, el uso de las pantallas por los niños, niñas y jóvenes estaba aumentando de forma muy significativa, así como el consumo de contenidos audiovisuales en internet, redes sociales y de las plataformas de contenidos online. Debemos reconocer que no estábamos preparados, con solvencia suficiente, para activar una formación a distancia de mínima calidad, no sólo por las evidentes carencias de infraestructuras de los centros educativos y de las familias, sino también por la falta de preparación en el campo de la cultura audiovisual y de lo que se conoce como la educación mediática. Además, la pandemia ha aumentado muy sensiblemente la llamada "brecha digital" en muchas familias, esto es, se ha producido un importante crecimiento de la desigualdad en el acceso a la educación y a la cultura.
En definitiva, cabe subrayar que la crisis sanitaria del coronavirus ha agudizado y agravado sensiblemente algunas carencias sistémicas muy relevantes que sufre nuestro sistema educativo. En primer lugar, creemos que los centros educativos –desde la educación infantil a los niveles de enseñanza universitarios, incluyendo las escuelas de adultos y la educación no reglada– deben jugar un papel esencial para neutralizar la expansión de las fake news. Hace pocos meses los expertos alertaban sobre el hecho de que 54% de los estudiantes no saben distinguir entre noticias verdaderas y fake news. Organismos internacionales como la UNESCO, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo vienen dictando resoluciones, desde hace décadas, en las que se insta a los gobiernos a introducir en sus sistemas educativos contenidos relacionados con los medios de comunicación y la alfabetización audiovisual.
Cabe destacar que en noviembre de 2020, el Parlamento Europeo aprobó el Informe sobre el refuerzo de la libertad de los medios de comunicación: protección de los periodistas en Europa, discurso del odio, desinformación y papel de las plataformas (2020/2009[INI]), con 52 votos a favor, 5 en contra y 7 abstenciones, un consenso bastante amplio que revela la alta preocupación que comparten los países de la Unión Europea.
Es cierto que en España llevamos casi 50 años desarrollando numerosas experiencias de aula sobre educación mediática. De hecho, cabe destacar el alto nivel de investigación que existe en nuestro país en el campo de la educomunicación. El trabajo desarrollado por colectivos como Drac Magic o Aulamèdia en Cataluña, o el Grupo Comunicar en Andalucía, por poner algunos ejemplos, es realmente muy importante, pero no es posible avanzar con firmeza en este campo, sin la implicación profunda de las administraciones educativas.
"Los Másteres Universitarios en Formación del Profesorado deben ser revisados en profundidad para incluir contenidos que faciliten la mejora de las competencias de los futuros docentes para utilizar las tecnologías educativas actuales, así como en educación mediática".
En nuestro diagnóstico, no se puede obviar un aspecto fundamental: la responsabilidad de las universidades para ofrecer una formación adecuada a los futuros profesores de todos los niveles educativos. En este sentido, creemos que es urgente que las universidades se involucren en este debate, y que se pongan en marcha iniciativas para impulsar el desarrollo de la educación mediática en España.
El pasado mes de mayo de 2021 un colectivo de 100 profesores, 50 de las áreas de conocimiento de educación y otros 50 de las de comunicación, a partir de una iniciativa liderada por el profesor Ignacio Aguaded, catedrático de Educación de la Universidad de Huelva, junto al firmante de este texto, pusimos en marcha una iniciativa para impulsar el desarrollo de la alfabetización mediática en España, a través de una serie de medidas. Por un lado, mediante el impulso a la creación de Dobles Grados en Educación y Comunicación, respetando de forma íntegra los títulos de Maestro/a en Educación Infantil o Primaria (puesto que son títulos habilitantes), a los que se añadiría un refuerzo de 100-120 créditos de contenidos centrados en el campo de la comunicación.
En segundo lugar, creemos firmemente que los Másteres Universitarios en Formación del Profesorado (de carácter también habilitante) deben ser revisados en profundidad para incluir contenidos que faciliten la mejora de las competencias de los futuros docentes para utilizar las tecnologías educativas actuales, así como en educación mediática, yendo así más allá de una formación de carácter instrumental.
En tercer lugar, es también urgente que en las carreras de comunicación se incluyan contenidos sobre educación mediática, ausentes en muchos planes de estudio. Por último, pero no menos importante, las universidades debemos hacer un esfuerzo para trabajar con los centros educativos, desarrollando proyectos de innovación educativa e investigaciones aplicadas que puedan revertir en la mejora de la educación mediática. Y en este sentido, las administraciones educativas también deben apoyar la formación continua del profesorado, de las familias y de la ciudadanía, en general.
Estamos convencidos de que son propuestas perfectamente aplicables, y de indiscutible urgencia, en el contexto actual.