El fenómeno de la desinformación nunca ha sido ajeno al mundo educativo, pero pareciera que todo se ha acelerado tras la pandemia de COVID-19. Los y las jóvenes están expuestos a una gran cantidad de información, ya sea a través de las narrativas creadas por los medios de comunicación tradicionales como por la ingente cantidad de publicaciones que cada día atiborran sus perfiles en redes sociales. Pero ¿cuentan los y las jóvenes con las herramientas necesarias para dilucidar entre información y opinión? ¿entre hechos fehacientes y meras conjeturas?
La respuesta es un no casi rotundo, según indican los datos del último informe PISA elaborado por la OCDE, que mide el rendimiento académico del alumnado en materias como matemáticas y ciencia, pero también desde un punto de vista competencial. Es una realidad que la mayoría de los adolescentes no cuentan con las nociones más elementales para detectar si una información está sesgada, se explica de manera parcial y/o subjetiva. Y este hecho preocupa cada vez más a los equipos docentes y a las familias, que ven en la inmensidad de internet un reto, pero también una oportunidad.
La respuesta es un no casi rotundo, según indican los datos del último informe PISA elaborado por la OCDE, que mide el rendimiento académico del alumnado en materias como matemáticas y ciencia, pero también desde un punto de vista competencial. Es una realidad que la mayoría de los adolescentes no cuentan con las nociones más elementales para detectar si una información está sesgada, se explica de manera parcial y/o subjetiva. Y este hecho preocupa cada vez más a los equipos docentes y a las familias, que ven en la inmensidad de internet un reto, pero también una oportunidad.
"Explicar a los jóvenes cómo informarse pasa precisamente por ponerlos en el centro de este debate y así poder escuchar sus opiniones y preocupaciones".
¿Cuál es o debería ser el papel de la educación en este sentido? Sin pretender sentar cátedra, pues las preguntas son muchas y muy variadas y las posibles soluciones todavía vagas, se requiere una mirada transversal que aborde la problemática de la desinformación desde diferentes ámbitos. Lo que sucede dentro de un aula, en horario lectivo, es uno de ellos, pero no el único. Porque si algo caracteriza a nuestra sociedad actual, aquello que teóricos y especialistas bautizaron como sociedad de la información, es la capacidad de interrelación entre ciudadanía, gobiernos y organizaciones a través del uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), que hace que las fronteras se difuminen, pero no así los peligros y amenazas.
Creemos que explicar a los jóvenes cómo informarse pasa precisamente por ponerlos en el centro de este debate y así poder escuchar sus opiniones y preocupaciones, al mismo tiempo que les ofrecemos recursos y herramientas de aprendizaje para desenvolverse en un mundo cada vez más tecnológico. Esta es la idea originaria que articula el proyecto Revista Escolar Digital (RED), la red de diarios escolares redactados y dirigidos por alumnos de secundaria con el asesoramiento y dinamización de periodistas profesionales. Más de 80 centros educativos de toda España ya se han unido a esta red educativa e informativa, que aúna la educación mediática y la lucha contra la desinformación con el fomento del pensamiento crítico a través de la lectura de prensa y el trabajo de temas de actualidad global.
A través de nuestra experiencia en el aula, hemos comprobado que esta falta formativa no solo afecta al alumnado sino también al grueso del equipo docente. De ahí que iniciativas que pasen por crear un medio de comunicación propio que se convierta en la voz de los y las jóvenes, sea motivo de motivación para muchos docentes. En este sentido, los distintos recursos y proyectos que conforman el Universo Junior Report, elaborados en colaboración con docentes y pedagogos en activo, se consolidan como una alternativa curricular para muchos centros educativos.
Confiamos que en un futuro no muy lejano estas iniciativas encuentren el apoyo institucional, académico y empresarial necesarios para dejar de ser experiencias puntuales y se conviertan en la realidad cotidiana de nuestro sistema educativo.
