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Artículo de opinión

  • 26/10/2021
  • Tiempo de lectura 4 mins

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Antonio Dueñas. Profesor de ciclos formativos de la familia de Informática y Comunicaciones (Catalunya)
Internet nació para intercambiar información entre bases militares y así tener los datos distribuidos para que, en caso de un ataque, estuvieran disponibles en otra localización.
Los primeros usuarios de Internet fueron las universidades, organismos públicos y gobiernos, ya que la conexión era lenta y cara.

La red de redes evolucionó a una versión 2.0, más social, para conectar a la gente, opinar, compartir, dando origen a las redes sociales que conocemos hoy en día.

Esto ha implicado que los usuarios se hayan convertido en generadores de contenidos, unos con mejores cualidades literarias que otros, porque no sólo hay texto, también hay imágenes y vídeos, ya que los smartphones han facilitado poder tomar fotografías y hacer vídeos de forma fácil y con bastante calidad.

Las noticias están en internet, se generan más rápidas, en el lugar de los hechos y nos podemos convertir en periodistas improvisados.

Por este motivo, los periódicos han tenido que transformarse y no sólo convertir el papel en una publicación en internet, modificando su modelo de negocio y forma de tener ingresos.
Internet es una red abierta, libre, entonces, ¿quién revisa el contenido, da veracidad a las noticias (los periodistas tienen un código deontológico)? ¿Quién regula, quién vigila?

Las webs, foros, redes sociales, tienen administradores y moderadores que pueden leer y eliminar los contenidos que ellos consideren que no entran dentro de la línea editorial o de pensamiento de sus usuarios.

Y qué ocurre con los bulos, noticias falsas o fake news, ¿son delito? Pues en nuestro Código Penal, no. Pero esas noticias falsas pueden traer consecuencias y estas sí que podrían tener penas como delitos de odio, desorden público, revelación de secretos, injurias, delitos contra la integridad moral, salud pública, mercado y consumidores.

La educación, a diferencia de la enseñanza que da conocimientos, sirve para mejorar a las personas, capacitar para decidir, formar en ideas, transmitir valores. Además, la educación empieza en casa, con las familias y luego sigue en las escuelas.

Como docentes, podemos enseñar cómo encontrar las fuentes de información, las originales. En estudios técnicos y científicos es más fácil ya que existen repositorios que tienen publicaciones avaladas por la comunidad científica y que han seguido el método científico para su creación. Algunos ejemplos son Web of science, o Scopus.

También hay buscadores especializados en publicaciones científicas como: Google Académico (Scholar) o Microsoft Academic.

Es importante comentar que no se puede tener fe ciega en los buscadores como Google, Bing (Microsoft), ya que ofrecen resultados de búsquedas diferentes según el usuario. Esto es debido a que su fuente de ingresos es la publicidad y por lo tanto, les interesa mostrar resultados de los anunciantes que más pagan primero. Luego los que generan más visitas o más impacto.

Wikipedia, la enciclopedia de Internet, es una buena fuente de información porque tiene contenido que es validado por la gente y mientras nadie diga lo contrario, lo que contiene, es correcto, y si no lo es, se puede cambiar.

En estudios sociales o de letras, también es fácil encontrar fuentes fiables de información porque mediante las citaciones, se puede llegar al autor.

Es fácil ver si se ha manipulado una imagen o un vídeo ya que se guarda en el archivo generado, la marca y modelo de la cámara. Si se edita con un software, esa información desaparece o aparece la del software de edición. Este método se usa para demostrar la manipulación en peritajes informáticos.

En las redes sociales, es muy fácil encontrar noticias falsas. Twitter se está convirtiendo en el paraíso de las quejas, rumores. Para intentar frenar su expansión han creado BirdWatch, un sistema para que los usuarios puedan informar que hay dudas que una publicación sea falsa.

Facebook está probando lo que llaman Read First, una funcionalidad para leer primero una noticia antes de compartirla con más gente y propagarla innecesariamente en caso de que el contenido sea falso.

Hacer pensar críticamente al alumnado en las escuelas puede dar pie a pensar que los medios de comunicación están mintiendo constantemente. Para evitar esto, existe The Trust Project  un consorcio de medios que han creado unos mecanismos de confianza basados en tecnología para ofrecer transparencia, precisión e imparcialidad de información a los lectores.
Y con tecnologías como Blockchain es posible reducir las falsas noticias, ya que permite tener una trazabilidad de la información desde el origen, además que en cada paso se vuelve a verificar que la información no se ha alterado. Diarios como New York Times lo están probando con el proyecto News Provenance Project.

Como conclusiones, decir que la buena información es la que viene de sus orígenes, de sus autores, respetando la cadena hasta que llega a nuestras manos u ojos. Sin olvidar que hay que encontrar la verdad, porque tal como decía la película: "la verdad está ahí fuera".
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