Tras analizar los retos del curso 2021-2022 en el ámbito de la orientación, la educación, la universidad y la formación profesional, llega el momento de reflexionar sobre algunos de los retos del mundo del trabajo.
En esta ocasión contamos con Lídia Arroyo Prieto, socióloga y responsable de la comisión académica del Col·legi de Professionals de la Ciència Política i de la Sociologia de Catalunya (COLPIS). Arroyo también forma parte del Grupo de Investigación de Género y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y lidera otras investigaciones sobre segregación ocupacional y habilidades para la innovación digital social, entre otros méritos académicos.
En esta entrevista, la socióloga explica cómo las medidas tomadas para contener al COVDI-19 han generado más desigualdades, sobre todo entre las mujeres y las personas con escasos recursos económicos, formación y migrantes. Y apuesta por un mercado de trabajo inclusivo y sostenible, donde se tenga en cuenta que las personas trabajadoras, hombres y mujeres, tienen vida y han de cuidar de otras personas.
¿Cuáles han sido las principales consecuencias del COVID-19 en el mundo del trabajo y el empleo?
Es importante diferenciar entre las consecuencias del COVID-19 y las consecuencias de las medidas tomada para frenar la pandemia del COVID-19. Si habláramos de las consecuencias del COVID-19 en el mercado de trabajo, diríamos que ha habido una serie de personas que se han enfermado y muchas han muerto, y todo ello tiene un coste también para lo que han dejado de aportar las personas enfermas. Pero cuando nos referimos a las consecuencias del COVID-19, muchas veces realmente estamos hablando de las consecuencias de las medidas tomadas a partir del COVID-19. Es muy importante diferenciarlo, porque, si no, parece que las consecuencias de las medidas como el confinamiento de la población o del teletrebajo sean algo inevitable, invisibilizando las decisiones políticas al respecto.
Estamos viendo cómo han aumentado las desigualdades en el mercado de trabajo a partir de las medidas tomadas a raíz del COVID-19. En relación al género, hemos visto cómo hemos dado un paso atrás, sobre todo en el caso de España, con el cierre de las instituciones educativas y otros centros de atención a personas mayores, con discapacidad y dependientes en general. Cuando se cierran esos servicios, hay alguien que tiene que cuidar de esas personas. ¿Quién ha cuidado de esos niños y niñas, y personas dependientes?
Cuando empezamos a mirar los datos del impacto del COVID-19, vemos el aumento de la retirada de las mujeres del mercado de trabajo. Y eso, por un lado, nos plantea cómo las instituciones educativas no sólo son unos centros de formación, sino que son pilares fundamentales que permiten que las personas, hombres y mujeres, puedan ir a trabajar al mercado laboral.
¿Qué ha pasado? Que muchas mujeres se han quedado en casa y los hombres han ido a trabajar. Muchas mujeres han renunciado a trabajar por la crianza de los hijos cuando esa institución ha desaparecido en unos meses, y los hombres han continuado con sus responsabilidades en el trabajo.
Esto nos dice dos cosas. Una, que el modelo del hombre ganador del pan y la mujer ama de casa, que parecía superado en los años 80 cuando las mujeres se incorporaron masivamente al mercado de trabajo, sigue intacto en el imaginario. Lo que ha cambiado son las prácticas. Las mujeres están en el mercado de trabajo, pero cuando hay un problema y el sistema público desaparece como pilar de compatibilización de la vida personal y laboral, ese imaginario salta.
Tenemos la generación de mujeres más formadas de la historia, en mayor medida que los hombres, pero las mujeres se han quedado a cuidar de sus hijos cuando ha habido este gran confinamiento. Y encontramos también casos de parejas que, contrariamente a lo que suponía la teoría del capital humano, a pesar de que tuviera mayor sueldo y proyección profesional, la decisión como familia no ha sido la de primar el trabajo de ella, sino que la decisión se ha tomado en base al imaginario del hombre ganador del pan, mujer ama de casa, a pesar de la inversión en educación de las mujeres.
¿Cree que el teletrabajo contribuirá a reducir las desigualdades de género?
Cuando analicé las consecuencias del teletrabajo en relación a la igualdad, ya se señalaba qué pasaba con las personas que se acogían a esas medidas de conciliación, sobre todo cuando el teletrabajo no es generalizado. Si se trataba de una medida de conciliación, que muchas veces iba dirigida a las mujeres, la pérdida de contacto con la cultura organizacional y la menor visibilización del trabajo realizado conllevaban un coste para la progresión profesional y la igualdad de oportunidades en relación a las personas que trabajaban de manera presencial.
En la UOC hemos realizado un proyecto internacional llamado Resilient sobre las competencias para la innovación social digital y vemos que las soft skills que tienen que ver con el trabajo en equipo, la empatía y la comunicación son básicas para que emerja la innovación social digital. Esas competencias en el trabajo telemático son mucho más difíciles de poder desarrollar y, cuando una persona se acoge al teletrabajo, se está perdiendo parte de la cultura organizacional, que influye de manera informal en los liderazgos y la progresión profesional. En una cultura como es este país tan presencialista, donde lo que importa no es la calidad del producto sino las horas presenciales, eso repercute en la proyección profesional.
¿Qué colectivos se han visto especialmente afectados y qué medidas se han puesto en marcha para paliar sus dificultades?
En la UOC estoy coordinando un proyecto sobre la incidencia del COVID-19 desde el punto de la segregación ocupacional por género donde vemos que, como es un virus que se transmite por la interacción social, hay trabajos que están más expuestos y otros que menos, y la concentración de mujeres en los trabajos donde la interacción social es central, como el trabajo de los cuidados, las expone en mayor medida.
Los hombres que durante la pandemia tenían que trabajar presencialmente estaban relacionados sobre todo con trabajos del transporte, maquinaria… Hay muy pocos hombres que estén en el ámbito del cuidado.
Si además también tenemos en cuenta la segregación vertical de los profesionales del cuidado, vemos que la mayor exposición al virus está cruzada por los ejes de desigualdad de género, de clase social, de formación y de inmigración. Son sobre todo las mujeres inmigrantes y no cualificadas las que están ahí. Vemos también el tema de las mujeres altamente expuestas que estaban en el ámbito de la limpieza y la desinfección.
El trabajo para toda la vida hace tiempo que ya no existe, ¿pero estamos preparados para adaptarnos rápidamente a los cambios del mercado laboral? ¿Cómo podríamos hacerlo mejor?
La digitalización es necesaria, pero tenemos que estar preparados y preparadas para ello. Si no tenemos en cuenta que existen brechas digitales de género, de clase social, según nivel de estudios, y se digitaliza sin poner medidas que tengan en cuenta las brechas, estaremos reproduciendo una desigualdad mayor.
Si le cruzas edad, vemos por ejemplo que, en los puestos de trabajo altamente cualificados donde, cuando se han digitalizado, las brechas de género han aparecido incluso cuando no estaban, una brecha inicialmente informal se traduce luego en una brecha formal cuando hay que promocionar a alguien o cuando tienen que poner un responsable de digitalización. Ahí es muy importante tomar medidas, como acciones específicas para que las mujeres se formen en la digitalización de los trabajos, para ofrecer la misma información a todo el mundo, ofrecer tiempos dentro del horario laboral para formarse en los nuevos programas y aplicativos a utilizar…
El coronavirus también ha acelerado la digitalización en el mundo del trabajo. ¿Qué futuro augura a la denominada economía de plataforma, como los autónomos o freelance en línea o los microtrabajadores?
En esta cultura es muy importante que se aseguren los derechos de las personas trabajadoras. Había algunos estudios hace unos años que decían que la gig economy is female, es femenina, porque va a permitir trabajar, cuidar... Muchos estudios feministas también han visto el emprendimiento como una oportunidad para las mujeres, para crear espacios de trabajo libres de violencia patriarcal, proyectos propios, otra cultura organizacional... Pero, a nivel global, cuando las empresas empiezan a reducir la masa salarial y se externalizan, no se está visibilizando tan bien que esas mujeres también pueden estar perdiendo esas oportunidades laborales que tenían en el mercado de trabajo estructural.
¿Hacia dónde cree que se encamina el mundo del trabajo y cómo podemos prepararnos adecuadamente? ¿Cree que la automatización y robotización constituyen oportunidades o amenazas?
Hay muchas oportunidades, pero es muy importante que esas oportunidades se ofrezcan a hombres y a mujeres, no sólo a mujeres. Cuando se venden como una manera de conciliar, en el modelo del hombre ganador del pan que está en la empresa en las condiciones de trabajo clásicas y defendidas por las organizaciones sindicales de toda la vida, o las condiciones que son negociadas individualmente, ahí se produce una mayor desigualdad y la individualización de las condiciones de trabajo es un riesgo, no sólo un beneficio.
Es importante identificar lo que hay detrás de algunas narrativas, pero también hay que ver qué pasa con las desigualdades estructurales, materiales. Por ejemplo, todo el conocimiento sociológico de los datos, del análisis de datos, es muy importante. Al final, se trata de formar ciudadanos y ciudadanas que conozcan sus derechos no solo por ley, sino el análisis crítico, la lectura crítica de la realidad social.
Otra cuestión muy importante es introducir la perspectiva de género en las tecnologías, en el diseño de las tecnologías. Porque las tecnologías aún están pensadas por hombres blancos, heterosexuales que, cuando diseñan tecnologías, piensan en sus iguales o en los otros o las otras con los estereotipos que llevan ellos, y eso nos lleva a poner como central una competencia profesional muy importante en el mundo del trabajo que es la capacidad analítica, que está relacionada con el espíritu crítico que he comentado antes.
Es muy importante que, cuando diseñamos tecnologías o un programa formativo o cualquier acción o cualquier política pública, pensemos no sólo con nuestros estereotipos sino con ese conocimiento de la realidad social y de las desigualdades sociales que harán que esa tecnología o esa política sea para que todo el mundo.
Más información
Si quieres conocer los desafíos del curso 2021-2022 en otros ámbitos como la orientación, la educación, la universidad o la FP, no te pierdas otras entrevistas que ya hemos publicado:- Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE).
- César Coll, Catedrático Emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de Barcelona.
- José Carlos Gómez Villamandos, presidente de Crue Universidades.
- Mónica Moso Díez, responsable del Centro de Conocimiento e Innovación sobre la FP de Dualiza Bankia.