Elaborado por los investigadores Armand Blanes y Sergi Trias-Llimós, la publicación analiza las diferencias en salud y mortalidad según el nivel educativo, a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística entre 2017 y 2019. Conoce a continuación los tres aspectos concretos donde se producen las principales diferencias.
Los hombres con estudios superiores esperan vivir 5 años más
La formación afecta a las expectativas de vida. En concreto, los hombres con estudios superiores esperaban vivir a partir de los 30 años unos 5 años más que quienes poseían estudios primarios o inferiores (unos 53,5 frente a 48,4). Las diferencias en el caso de las mujeres son menores, de poco más de 3 años, si bien ellas también esperan vivir más a partir de la treintena (58 frente a 54,9).
Por todo ello, puede concluirse que las desigualdades de vida media entre los hombres y las mujeres tienden a reducirse a medida que aumenta el nivel educativo, lo que refleja que "los comportamientos y los factores de riesgo son más homogéneos entre la población más instruida", indican los autores.
Las personas más formadas suelen tener una vida más extensa y homogénea
Los investigadores del CED-UAB también han detectado que la población con un nivel educativo bajo comporta una mayor dispersión de la edad de la defunción, esto es, "más desigualdad en la supervivencia entre sus miembros". Por el contrario, quienes poseen educación superior, y las mujeres con estudios secundarios, suelen tener una vida más extensa de media y más homogénea, lo que revela "más equidad en la supervivencia". En concreto, la desigualdad interna entre la población con una educación primaria o inferior supera en un 27% en los hombres y en un 23% en las mujeres a la observada entre los que poseen estudios superiores.
Al analizar las causas de dicha mortalidad, se observa que la tasa de mortalidad por causas evitables de las personas de entre 30 y 49 años menos instruidas se multiplica por 3,4 en el caso de los hombres y por 2,4 en las mujeres respecto a las más instruidas. Entre los 50 y 79 años, las ratios se hallan en el 2,1 y 1,5, respectivamente.
De los 30 a los 49 años, entre las principales causas evitables que presentan diferencias significativas de mortalidad entre nivel educativo bajo y alto se encuentran el cáncer de pulmón, las enfermedades isquémicas o coronarias y los accidentes de tráfico en ambos sexos. En el caso de los hombres, ocurre también en los suicidios, el resto de accidentes y las muertes por consumo de alcohol o de drogas. En las mujeres, en las enfermedades cerebrovasculares.
En la franja entre los 50 y 74 años, las diferencias más significativas por niveles educativos se producen por las enfermedades isquémicas, las cerebrovasculares y el cáncer colorrectal en ambos sexos; además del cáncer de pulmón y de hígado en hombres, y de útero en mujeres.
La relación a mayor educación menor mortalidad evitable presenta una "significativa excepción" en el cáncer de pulmón en las mujeres de 50 a 74 años, ya que, según los autores, las más formadas adquirieron el hábito del tabaquismo en primer lugar.
Las personas con bajos estudios se sienten con peor salud y más limitaciones
Finalmente, los investigadores de Centro de Estudios Demográficos examinan la salud autopercibida y las limitaciones para el desempeño de actividades. Y observan que las diferencias se agudizan en el caso de las mujeres, donde a partir de los 30 las más instruidas esperan vivir con buena o muy buena salud unos 44,2 años, frente a los 29,5 de las menos cualificadas, esto es, 14 años de diferencia. Las diferencias son menos acusadas en el caso de los varones, 41 años para los más formados y 30,9 en el de los menos.
En cuanto a las expectativas de una vida sin limitaciones moderadas o severas en el desempeño de las actividades cotidianas, a partir de la edad 30 los hombres con menores niveles de educación tienen una expectativa 8 años inferior a la de los más instruidos, mientras que en las mujeres esa diferencia ronda los 11 años.
En este punto los autores advierten la existencia de una "paradoja de género", que consiste en que las mujeres viven más años, pero en peores condiciones de salud. Esta paradoja se agrava en el caso de las mujeres con pocos estudios, quienes "sólo disfrutarían de buena o muy buena salud poco más de la mitad de los años que le restarían de vida a partir de su trigésimo aniversario, mientras que las de nivel educativo superior percibirían su salud como buena durante tres cuartas partes de su vida".
La buena noticia es que el aumento de los niveles educativos de la población en los próximos años "jugará un papel positivo en los niveles agregados de salud y de mortalidad de la población". Ahora bien, advierten los autores, es preciso diseñar políticas que "mitiguen las desigualdades entre y dentro de los diferentes grupos socioeconómicos […], controlando por ejemplo los factores subyacentes a la mortalidad evitable". Y aquí entra en juego lo que se denomina alfabetización en salud (health literacy).
La interrelación entre educación y salud todavía tiene un largo recorrido y resulta urgente a raíz de los efectos del COVID-19, concluyen los investigadores del estudio Vivir menos años y con peor salud.