Echamos de menos una orientación que nos permita dar forma a nuestro futuro profesional acercándolo a nuestras necesidades, gustos o compatibilidades con las competencias innatas o adquiridas con el paso de los años.
La orientación tanto académica como profesional actualmente es testimonial en la FP. Aparece estructuralmente en los contenidos de algún módulo formativo en los ciclos formativos sin que sea una orientación personalizada ni duradera en el tiempo. Se realiza en sesiones puntuales de asesoramiento impartidas por expertos, pero a su vez de carácter voluntario o en procedimientos de acreditación de competencias, cuando quizás ya sea tarde para que uno mismo pueda organizar su plan de carrera profesional eficaz.
Es probable que haya centros educativos que añadan servicios de orientación educativa y profesional, pero es a todas luces insuficiente para el conjunto de los estudiantes que llegado el momento de tomar una de las decisiones más importantes de su vida, optan por estudios que pueden ser o no su solución profesional de futuro.
¿Qué sucedería si cada uno de nosotros, desde niños, tuviéramos una herramienta o un acompañamiento que nos guiase en la toma de decisiones para dar forma a nuestra carrera profesional? Es muy probable que mejorasen algunas de las estadísticas que más preocupan en nuestro país como el abandono escolar o la falta de personal cualificado en algunos sectores productivos.
Estas herramientas en su conjunto son la orientación efectiva en nuestra vida, primero en el ámbito académico y posteriormente en el profesional, aunque como se suele decir, nunca se deja de aprender. O al menos nunca se debería de dejar de aprender.
Deberíamos reflexionar sobre la necesidad de que los estudiantes de ciclos formativos cuenten con un sistema de orientación académica y profesional que potencie sus competencias y mejore sus resultados con la gestión de su aprendizaje y de su propio plan de carrera.
La implantación de una materia en el currículo de los ciclos formativos que se destinase específicamente a la orientación es un punto de partida esencial para no diluir la consecución del objetivo. Y es fundamental plantear la implantación de esta materia desde la base del sistema educativo comenzando desde los ciclos de Primaria, o incluso Infantil como sucede en otros países europeos.
Todo estudiante debería poder realizar su planificación profesional conociendo sus capacidades y destrezas, adquiriendo competencias compatibles con las cualificaciones profesionales de nuestro sistema nacional. A través de instrumentos de evaluación y autoevaluación, asociando los resultados a fórmulas de aprendizaje continuo tal y como se ha planteado con los actuales modelos de acreditación de competencias, pero desde el estrato educativo, desde mucho más jóvenes.
Si bien es cierto que es en la FP actual donde más podemos pensar que se deba instaurar un sistema de orientación académica y profesional, es mucho más probable que se potencie el éxito de la Formación Profesional si se adelanta este sistema de orientación a edades más tempranas. De esta manera aumentará el interés por este modelo educativo y este a su vez será más efectivo de cara al mercado profesional.
Las empresas también juegan un papel importante en el desarrollo de las competencias de los estudiantes, colaborando con los centros educativos y con los propios estudiantes acercando la visión real del mercado con los estudios que se desarrollan en los centros. Optimizar la etapa en la que los estudiantes se aproximan al mundo laboral es otra de las herramientas poderosas para otorgar solidez al sistema de orientación profesional.
El desarrollo de competencias, la planificación de la carrera profesional, el aprendizaje permanente y compromiso con este, son términos que deberían formar parte de nuestro lenguaje habitual en el ámbito de la educación y el crecimiento profesional y personal de los estudiantes.