Si empezamos por fotografiar el sector, la orientación laboral ha tenido antes, durante y después de esta pandemia muchos retos. El gran incremento de personas demandantes de empleo (despidos, Expedientes de Regulación Temporal de Empleo o ERTES -algunos sin cobrar todavía-, bajas médicas, etc.), sumado a la poca previsión y respuesta por parte de las administraciones públicas, han dejado a los servicios de orientación laboral y, por ende, a sus profesionales, desbordados. Y lo que es peor, sin capacidad de respuesta.
En un contexto de crisis como el actual, sin un día en la mente para marcar en el calendario como fin de la pandemia, hace que tanto los profesionales, servicios, personas desempleadas e incluso los recursos, tanto públicos como privados, estemos agotados. Tanto es así que la OMS habla ya de "fatiga pandémica"[2].
A la orientación (tanto profesional como académica) ahora se le exige, no solo ser la guía y el faro para acompañar a todas las personas que lo necesiten, sino que, además, tiene por delante el reto de reinventarse en sus servicios, cambiando la modalidad de estos (incrementando la atención online-telemática en detrimento de la presencial), lo que implica formar a marchas forzadas a sus equipos de trabajo, así como adaptarse al teletrabajo.
Otro de los retos que se plantea en la orientación laboral es cómo llegar a esos colectivos más vulnerables que no cuentan con medios, recursos materiales ni conocimientos informáticos para poder realizar cualquier trámite sea administrativo o personal para la búsqueda de empleo.
"Los profesionales de la orientación académica y profesional tienen un doble reto, afrontar sus propios miedos e inseguridades con relación a su propio presente y futuro profesional, y formarse en competencias emocionales para acompañar a las personas que están en desempleo".
Ante este entorno hostil, los equipos de orientación tienen que poner el foco en lo que sí está en sus manos y seguir trabajando con ello. Y así lo han hecho. El objetivo es dotar a las personas que han perdido su empleo o las que buscan una mejora de empleabilidad de las herramientas necesarias para saber moverse en este mercado laboral que, poco promete, pero del que pueden emerger nuevas oportunidades, sectores y profesiones que hasta ahora no conocíamos.
Tenemos que adaptarnos a la nueva necesidad de este mercado laboral. Debemos reorientar en clave de competencias a las personas usuarias del servicio hacía aquellos sectores emergentes o más demandados a raíz de la pandemia.
Aquellas personas que, por fortuna mantienen su empleo y no se han visto afectadas laboralmente, tendrán que potenciar sus competencias TIC y todas aquellas que aporten valor a su organización y que remen a favor en caso de tener que acudir en pocos meses a su oficina de empleo. Sin olvidarnos del aprendizaje para controlar sus miedos ante la sensación constante de inestabilidad laboral y económica.
No quiero finalizar sin hablar del gran trabajo que los equipos de orientación, durante estos 8 meses que llevamos de incertidumbre y crisis, han hecho acompañando a las personas demandantes del servicio, no solo en temas laborales, sino también ofreciendo un apoyo emocional. El entorno, como comentaba al principio, nos afecta y condiciona mucho. El impacto emocional que supone vivir esta crisis, cuando no tienes cubiertas tus necesidades básicas (trabajo, vivienda, alimentación, etc.) puede ser devastador.
El entorno a su vez ejerce un poder en nuestras emociones por lo que, otro de los retos inaplazables es trabajar en la gestión emocional y ayudar a que podamos salir más fuertes de esta crisis. Porque no nos engañemos, esto que llamamos "nueva normalidad" nadie sabe exactamente lo que conllevará y, por lo tanto, nos genera miedo, angustia e inseguridad.
En este sentido los profesionales de la orientación académica y profesional, entre los que están los pedagogos/as y psicopedagogos/as, tienen un doble reto, afrontar sus propios miedos e inseguridades con relación a su propio presente y futuro profesional, y formarse en competencias emocionales para acompañar a las personas que están en desempleo, ante un futuro incierto y con pocas perspectivas a medio plazo.
Aprender a reconocer nuestras emociones y disponer de estrategias para regularlas es el manual de bolsillo para la supervivencia que debe acompañarnos. Como se dijo en la conferencia citada:
"Sobrevivimos porque aprendemos y este aprendizaje nos permite anticiparnos a los cambios de nuestro entorno".