La Formación Profesional debe encarar el desafío de recalificar a las personas que han perdido aquellos empleos que no volverán, pero también facilitar la transición para los que lleguen impulsados por las medidas de reconversión productiva e impulso a la recuperación.
El Pacto mundial para el empleo adoptado por la Organización Internacional del Trabajo ha propuesto una serie de medidas de política para la recuperación económica centradas en la inversión, el empleo y la protección social. Dentro de estas, ocupan un rol prominente las inversiones en desarrollo de habilidades y competencias para mantener el empleo, minimizar la desocupación y preparar a las personas para insertarse en los nuevos empleos que se abrieron en la pos-crisis. Tres han sido las prioridades de política para la formación profesional impulsadas desde el pacto global por el empleo: la generación de programas de cualificación y recualificación mediante fondos adicionales o alianzas entre sector privado y proveedores de formación; programas de capacitación durante los periodos de inactividad laboral por ejemplo en media jornada trabajo, media jornada de capacitación, y formación para competencias demandadas en los nuevos empleos creados por los nuevos sectores que han surgido a partir de paquetes de estímulo económico.
Por otro lado, esta pandemia ha hecho perder el miedo a la tecnología. La inmensa mayoría de las personas se han acercado a plataformas digitales para realizar reuniones cumpliendo la gran premisa del distanciamiento social de esta pandemia, sin dejar de atender a nuestra necesidad humana de comunicarnos y sentirnos cerca.
La formación que viene no va a tener miedo a los soportes digitales. No afirmo que se vaya a sustituir la formación presencial, pero sí creo que muchas empresas recurrirán a modelos mixtos que permitan una formación continua y una FP sólida y de calidad para las personas. Es imprescindible resistir a la tentación de copiar lo que se hacía presencialmente y repetir el modelo en un formato online.
Mirando para oportunidades más transversales, las experiencias de aprendizaje online, constituyen una oportunidad indirecta de hacer upskilling de las personas, porque las expone a la necesidad de utilización de diferentes herramientas, llamando también a su capacidad de adaptación. Es importante continuar con una formación híbrida y mantener viva la online, tanto en estos momentos de crisis como cuando la normalidad regrese. Es un desafío para que todos podamos ganar.
Nuevas exigencias de formación derivadas del aumento de empleos híbridos, del teletrabajo y de plataformas digitales implican un proceso de reconversión y recualificación de las personas son esenciales para aumentar la productividad de las empresas.
Por otro lado, hay que facilitar el acceso y capacitación al uso de las tecnologías digitales en la formación, claro, garantizando el financiamiento de la formación para que todos puedan actualizar sus competencias Un empleo de calidad es una variable de autoestima, bienestar y salud mental.
En un escenario pos-COVID-19 es fundamental que las organizaciones públicas y privadas del sector de la formación definan con claridad los resultados a alcanzar y de una forma eficaz concierten esfuerzos para movilizar la sociedad a contribuir para un nuevo mercado laboral.
En conclusión, para poner en valor la Formación Profesional y la formación para el empleo se sugieren medidas como:
- Reducir el abandono temprano de la educación y la formación.
- Mejorar el aprendizaje de las buenas prácticas, entre territorios y sectores, sobre FP Dual.
- Mejorar y fomentar el atractivo de la FP.
- Alinear las cualificaciones de la FP con las necesidades del mercado laboral, con las previsiones de competencias y con las necesidades sectoriales.
- Mejorar la transición de la educación general a la formación profesional;
- Modernizar y desarrollar nuevos perfiles ocupacionales con miras a la digitalización.