Pero lo que realmente me interesa es que aquellos que nos dedicamos a la formación de los profesionales que liderarán este futuro tan insólito, tengamos claro lo que está pasando. Hasta qué punto en un entorno como el que estamos viviendo debemos plantearnos no sólo lo que sabemos, sino fundamentalmente, lo que no sabemos.
Durante muchos años se ha achacado al estamento educativo un cierto conservadurismo resistente al cambio. Y en concreto a la Formación Profesional, a la que también se le ha atribuido un estigma de inferioridad. No obstante, creo que es indudable que, hoy en día, la Formación Profesional que tenemos difiere mucho de aquella FP que generó este estigma. Y realmente, la diferencia con aquella formación se basa en unos cambios organizativos que han supuesto también cambios en las propias aulas. Tenemos que recordar que aquella FP de los años 70 ha cambiado de manera radical porque en la actualidad hay una conexión enorme y palpable con el mercado laboral. Y esta conexión es debida a dos motivos principales: por un lado, derivada de su corta duración (dos años frente a los cinco de antaño) y por otro, gracias a unas prácticas obligatorias que conectan al alumnado directamente con la empresa.
Pero hablemos también de las cifras que acompañan esta FP, nuestra FP. Según el último informe Panorama de la Educación – Indicadores de la OCDE , la Formación Profesional se considera la más efectiva para desarrollar habilidades que permitan acceder antes al mercado laboral. Puede que este sea el motivo por el que, a pesar de estar lejos de la media europea, el número de estudiantes matriculados en estas enseñanzas se ha incrementado casi un 20% en los últimos cinco años. Y es una tendencia que sigue aumentando de forma sostenida, ya que este mismo curso 2020-2021 se ha iniciado con 46.494 estudiantes más de FP.
No obstante, cuidado. No cometamos el error de considerar esta tendencia al alza tan solo como una moda pasajera. Poco tiene que ver con la mera inercia y mucho con las verdaderas fortalezas de un sistema que nace vinculado a las demandas del tejido empresarial.
Actualmente contamos con una gran diversidad de familias y títulos que intentan dar cabida a todos los ámbitos profesionales desde un enfoque tanto teórico como práctico. Ya no es algo subsidiario sino una elección tan válida como la vía universitaria. Los estudiantes que deciden cursar una FP se forman en el aula y en un corto periodo de tiempo ya pisan terreno profesional al hacer las prácticas. Allí tocan las herramientas con las que se desenvuelven los trabajadores y el mejor currículum que pueden aportar es su propia presencia en la empresa. Y esta es una de las principales fortalezas que tiene nuestra Formación Profesional, esa conexión constante con el mundo empresarial presente y futuro.
Esta conexión es la que garantiza unas condiciones de empleabilidad muy altas para todo aquel que opta por esta vía formativa. Y así lo corrobora el Observatorio de las Ocupaciones del Servicio Público de Empleo Estatal 2019, según el cual, el pasado año se contrataron hasta un 54% más de jóvenes con un título de FP que con un grado universitario. Pero no se trata tanto de acceder a un empleo concreto sino de alcanzar las mejores condiciones de empleabilidad. Y este es el equilibrio que proporciona la Formación Profesional: la polivalencia de acceder a más de un puesto de trabajo y la especialidad de destacar en uno de ellos.
"La FP ya ha dado algunos pasos significativos en materia de digitalización. Por el momento, se han empezado a diseñar 80 nuevas titulaciones asociadas a las nuevas tecnologías".
Ahora bien, ¿qué ocurrirá con el mercado laboral una vez se erradique la pandemia? ¿Qué profesionales serán los más demandados? Y lo más importante, ¿está nuestra oferta formativa preparado para cualificar a este tipo de perfiles? Los expertos coinciden al vaticinar un marcado fortalecimiento del universo digital. Esta aceleración a marchas forzadas que ha provocado la pandemia traerá consigo la fortaleza de perfiles tecnológicos muy concretos capaces de liderar este nuevo escenario en menoscabo de otras profesiones más prescindibles. Perfiles para los que el catálogo actual de titulaciones de Formación Profesional aún no tiene cabida.
Y quizás esta es una de las principales debilidades de nuestra FP: la falta de adecuación con un mercado en constante evolución que ha originado la creación de puestos que hasta ahora no existían. Y esta lacra, derivada en gran parte del retraso en la digitalización de nuestro país y de ciertas características culturales y sociales, influye sin duda en la situación actual.
Según se pone de manifiesto en el reciente informe El desafío de las vocaciones STEM, publicado por la Asociación Española para la Digitalización, hoy en día existen al menos 10.000 puestos de trabajo sin cubrir en España por falta de cualificación tecnológica. Igualmente, se calcula que hasta 2022 la digitalización creará 1.250.000 empleos en España. Estos empleos estarán enteramente relacionados con el big data, el comercio electrónico, la realidad virtual y la inteligencia artificial, entre otros.
Ante esta radiografía tan nítida del escenario laboral futuro, este análisis nos ayuda a comprender mejor los retos a los que nos enfrentamos a la hora de revalorizar y obtener el máximo potencial de esta rama de la enseñanza. Una revalorización que se ha convertido en una oportunidad latente para todos los que trabajamos en este ámbito para dar prioridad a los sectores emergentes e innovadores de la economía.
No obstante, nuestra FP no permanece del todo inmóvil ante estos cambios y ya ha dado algunos pasos significativos en materia de digitalización. Por el momento, se han empezado a diseñar 80 nuevas titulaciones asociadas a las nuevas tecnologías y recientemente se ha aprobado la creación de tres nuevos títulos: Ciberseguridad en las tecnologías de la operación y de la información, Digitalización del mantenimiento industrial y Fabricación Inteligente.
En definitiva, hoy más que nunca es el momento oportuno para determinar las necesidades formativas específicas en las diferentes ramas profesionales, en consonancia con el compás marcado por esta digitalización "forzosa" causada por la pandemia, y desarrollar los programas concretos para poder atenderlas.