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Educar en tiempos de pandemia: ¿a qué riesgos se enfrentan los docentes?

Artículo de opinión

  • 22/09/2020

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Miriam Díez. Responsable de investigación de Future of Work Foundation (Catalunya)
El propósito principal de este artículo es reflexionar sobre cómo han vivido los profesionales de la educación la primera fase de la pandemia, desde el pasado mes de marzo hasta la finalización del curso 2019-2020. Al mismo tiempo anticipar qué factores de riesgo se deberían tener en cuenta en la siguiente etapa que iniciamos con el comienzo de este nuevo curso académico 2020-2021.
 
En general, el pasado mes de marzo supuso un cambio importante en la forma de concebir la vida para muchos de nosotros. La pandemia originada por el COVID-19 ha provocado una disrupción masiva global, lo que ha llevado a un bloqueo simultáneo de aproximadamente el 60% de la población mundial.
 
Según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional de abril de 2020, muestran que hay más de 750.000 educadores en este sector, involucrando a 9 millones de estudiantes y atendiendo a entre 3 y 4 millones de familias (sin contar también al personal administrativo y de servicios afectado).  La labor desempeñada por los educadores (de todos los niveles educativos) durante los meses de confinamiento ha tenido un alto impacto emocional.

Los docentes han sufrido de forma silenciosa y en muchos casos anónima una presión social derivada del cierre de centros educativos, de la necesidad de adaptación urgente y el uso de las nuevas metodologías docentes online, o bien de la necesidad de atender las necesidades educativas especiales de las familias y los estudiantes, entre otros. Sin embargo, los profesionales de la educación no han tenido ningún tipo de reconocimiento social en toda esta situación de pandemia, a diferencia de lo que han vivido otros colegas, como por ejemplo los del sector sanitario.
 
"La labor desempeñada por los educadores durante los meses de confinamiento ha tenido un alto impacto emocional. Los docentes han sufrido de forma silenciosa y en muchos casos anónima una presión social derivada del cierre de centros educativos".


Se habla mucho de los problemas psicosociales de estrés o burnout que pueden vivir los profesionales de la sanidad a consecuencia de toda esta situación. Después de más de 20 años de dedicación a la investigación sobre el estrés laboral en profesionales que ejercen una actividad de servicio a otros, he llegado a la conclusión que el "mango de la paella" lo tienen las administraciones, las instituciones y las empresas a las que prestan sus servicios estos profesionales.
 
Trabajar mucho o hacerlo en condiciones poco óptimas no es estresante por sí solo, o como máximo, supone un tipo de desgaste del que es relativamente fácil sobreponerse. En cambio, hacerlo de forma sostenida sin que la organización adopte soluciones para mejorar los recursos con los que cuentan los profesionales sí que es factor de riesgo de padecer enfermedades psicosociales derivadas del trabajo.

En toda esta situación de crisis sanitaria que estamos viviendo, poco se ha cuidado a otro colectivo para mí muy importante, los y las educadores de nuestros hijos e hijas. Creo que, pasada la primera fase de colapso y desorientación, entramos en una nueva etapa de la pandemia, en la que tendremos que aprender a convivir y adaptarnos a una nueva realidad. En esta fase, considero que es importante monitorizar el impacto del COVID-19 también en estos profesionales, quienes han sido invisibles y no han recibido ningún tipo de reconocimiento social significativo; por el contrario, en muchos casos han sido criticados y muchas veces se ha cuestionado su compromiso profesional y social, lo que aumenta los niveles de estrés.
 
A modo de conclusión, en un plazo de no más de 30 años podemos vivir tres importantes crisis globales y mundiales: económica (2007), sanitaria (2020) y medioambiental (se habla de un plazo no superior a 10 años). ¿Seremos capaces de aprender algo y evitar una próxima crisis de estas características? Las personas aprendemos cuando somos capaces de identificar elementos significativos, interiorizarlos y aplicarlos en el futuro en nuevas situaciones. Algunos pronósticos predicen que, con el inicio del nuevo año escolar, pueden ocurrir nuevas situaciones de confinamiento. ¿Cómo afectará esta nueva situación a los profesionales de la educación? ¿Serán más resilientes o, por el contrario, mostrarán más signos de estrés y/u otras enfermedades psicosomáticas? Sin duda, nos esperan unos meses intensos en los que debemos estar alerta de los hechos que se vayan sucediendo.

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