Miquel Àngel Prats (Barcelona, 1970) es maestro, psicopedagogo y doctor en Pedagogía por la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte Blanquerna de la Universitat Ramon Llull de Barcelona. Actualmente, es profesor titular de Tecnología Educativa e investigador responsable de la línea eduTIC del Grupo de investigación Pedagogía, Sociedad, Innovación y TIC (PSiTIC) de la FPCEE Blanquerna de la Universitat Ramon Llull. Recientemente, ha sido galardonado con el XXXè Premio de Ensayo Pedagógico Joan Profitós (2020). Es también miembro del comité científico del proyecto #eduDema de la Fundación Jaume Bofill. Durante su vida profesional, ha compaginado la actividad académica universitaria con la actividad divulgativa en diferentes medios de comunicación. Ha sido director del CETEI de la Fundación Juan XXIII (2008-2011) y de las cinco primeras ediciones del ITworldEdu Summit (2008-2012), así como vocal de Comunicación del Colegio de Pedagogos de Catalunya (2006-2008).
Los dos han elaborado el capítulo "Educación y tecnología. Políticas públicas" en el Anuari 2018. Reptes de l'educació a Catalunya de la Fundació Jaume Bofill.
¿Cómo ha influido el coronavirus en la revolución digital 4.0 de la que hablan en el
anuario?
MAP: Para explicarlo, tendríamos que fijarnos en varias cuestiones. En primer lugar, el impacto del COVID-19 ha sido más emocional y adaptativo que tecnológico. Ha conllevado un cambio de marco mental o al menos eso está provocando poco a poco en la ciudadanía. Me gusta pensar que las personas se sienten más concienciadas del tiempo presente y de su propia influencia en la sociedad. En segundo lugar, ha hecho emerger situaciones, confusiones, lagunas y deficiencias que existían, pero ocultas. En ese sentido, ha impactado en la sociedad en cuanto a aumentar considerablemente las desigualdades y poner en evidencia las diferentes brechas digitales existentes. Por su parte, la revolución digital 4.0, que es más una revolución del conocimiento, lo que ha hecho sobre todo la crisis sanitaria del COVID-19 es aumentar las competencias digitales de la ciudadanía. La industria se ha visto paralizada en algunos sectores, pero por lo que hace referencia al ámbito digital yo creo que se ha visto completamente reforzado.
Nosotros en el anuario hicimos referencia a las tecnologías de la cuarta revolución industrial que cambian el mundo físico y tecnologías que cambian el mundo digital. Veíamos cómo las tecnologías que cambian el mundo físico tenían que ver con la biotecnología, la robótica, la impresión… Como decía anteriormente, creo que el ámbito tecnológico se ha visto reforzado durante esta pandemia y, por lo tanto, si ha habido algún sector que ha evolucionado ha sido éste. Muchos ejemplos podemos poner en el que la impresión 3D ha tenido, durante esta pandemia, un protagonismo relevante.
Respecto a las tecnologías que cambian el mundo digital, como la inteligencia artificial, la cadena de bloques, etc., la crisis sanitaria del COVID-19 lo que ha hecho sobre todo, como he dicho, es aumentar las competencias digitales de la ciudadanía, hacer que se democratizaran mucho más y, por su parte, han hecho emerger algunas cuestiones que tienen que ver con la importancia de ser competente digitalmente, tanto en el ámbito personal y doméstico como en el empresarial e industrial y, sobre todo, en el ámbito educativo en general y en la escuela en particular.
¿Qué supone hoy en día ser un "ciudadano digital" y qué competencias se ha de adquirir para vivir en ese entorno 4.0?
MAP: Me referiré a las cinco dimensiones que se rigen en el Marco Europeo de Competencias Digitales para los Ciudadanos (DigComp) ) bastante aceptadas y que son las que tienen que ver con las siguientes dimensiones: la dimensión de la búsqueda, la gestión y el análisis de la información; la dimensión que trata la comunicación y colaboración; la dimensión de la creación de contenido que vinculada con la programación e incluso con la fabricación de objetos; la dimensión de bienestar, seguridad y civismo digital y, por último, todos aquellos aspectos que relacionados con la dimensión de autonomía y la resolución de problemas, es decir, que los ciudadanos sean capaces de ser autónomos digitalmente.
¿Con qué retos se encuentran las escuelas para formar ciudadanos digitales? ¿La irrupción del coronavirus ha supuesto un cambio al respecto?
MAP: En primer lugar, el reto de la capacitación docente. Que los propios docentes tengan autoridad moral y, por lo tanto, que en aquello que puedan enseñar a sus alumnos ellos mismos sean ejemplares, sean docentes competentes digitalmente hablando. En segundo lugar, que la escuela sea un centro de confianza digital, que genere actitudes digitales positivas en lo social-relacional y en lo que concierne al conocimiento-aprendizaje y al pensamiento crítico. No siempre vamos a estar conectados. Vamos a utilizar la tecnología con sentido. Y, por lo tanto, que no tenga sólo un compromiso con los propios alumnos, sino también con los propios profesores y la propia comunidad. Y en tercer lugar las familias. Yo también creo en este sentido que tienen que ser familias comprometidas con la cuestión digital. Y cuando digo comprometidas no se trata sólo de comprar aparatos digitales sino también de saber desconectar. El tema de la competencia digital no es sólo una cuestión instrumental, sino también de ser capaces de desconectar. Ser competente es saberse moverse en el entorno digital, pero también es ser capaz de poner control y autorregularse.
Todos estos retos tienen que ver con la escuela, aparte del concepto de equidad y desigualdad. Es decir, muchas veces las escuelas se encuentran que no tienen las mismas posibilidades a nivel de dotación de equipos, conectividad, etc. Por lo tanto, hay ahí un reto importante, aparte también de la resistencia de algún sector por parte de los maestros a entrar en estas posibilidades del mundo digital.
Y sí, la irrupción del coronavirus ha supuesto un cambio al respecto: lo que ha hecho ha sido poner en evidencia la importancia que llega a tener el tema digital en estos momentos. Ha hecho emerger, por ejemplo, el enorme esfuerzo de tantos profesores que se han dejado la piel -así, en plata- con sus alumnos en cuestiones digitales; los numerosos profesores que han dado soporte y ayuda a tantos otros para que se pusieran al día y para aprender una infinidad de recursos y materiales digitales.
Por otra parte, ha existido también una gran desigualdad. Como decíamos anteriormente, la crisis sanitaria del COVID-19 ha hecho emerger las distintas brechas digitales existentes. La primera brecha, o denominada también de primer orden, tiene que ver con la disposición o no de dispositivos digitales. Ésta se puede subsanar por medio de una buena gestión de la propia administración pública: que sea capaz de ayudar y distribuir los dispositivos y ponerlos a disposición de los alumnos en las casas.
De todas formas, lo más problemático es la brecha digital de segundo orden. Tiene que ver con las habilidades, conocimientos y destrezas instrumentales para utilizar el dispositivo, una vez que llega a casa. ¿Qué hago? ¿Sé hacerlo funcionar, tengo habilidades y destrezas? Y, en segundo lugar, ¿soy capaz de desconectar? ¿Soy capaz de tener la competencia necesaria como para poder conectar y desconectar? Esto también tiene que ver con la familia, en el ámbito doméstico. ¿Tenemos a las familias suficientemente formadas y capacitadas digitalmente? La experiencia nos ha demostrado que no. Y, por último, la brecha digital de tercer orden. Tiene que ver con lo que se ha hecho en la escuela. Si en la escuela se ha trabajado y se ha estudiado para obtener un buen nivel de provecho en capacitación digital, quizás tendremos menos problemas y obstáculos en casa para estudiar y rendir académicamente en línea.
"Ser competente es saberse mover en el entorno, pero también ser capaz de desconectar".
¿Qué materiales o recursos debería utilizar un centro educativo o formativo para afrontar el salto de la formación presencial a la digital?
MAP: Quizás no es tan importante el nivel o la cantidad de materiales o recursos, que también, pero creo que es más importante el apartado organizativo y de planificación. Ser capaz de coordinar, planificar y organizar la actividad docente, es decir, saber cuándo vale la pena incluir cuestiones más virtuales o a distancia y cuándo vale la pena ir a la escuela o hacer alguna actividad presencial. De forma particular, abogaré por la dimensión presencial como esencial. Como la presencialidad no hay nada y, por lo tanto, donde haya un buen profesor a tu lado, que te explique y sea capaz de acompañarte, que pueda transmitir la curiosidad por aprender, mirarte a los ojos, darte el apoyo que te supone … Todo esto es muy importante, no lo olvidemos.
De todas formas, creo que todavía tenemos retos importantes que nos depara todo el tema digital y tecnológico y, en este sentido, creo que tenemos que estar muy alertas y sobre todo muy bien formados, para ver las posibilidades que nos permiten complementar y enriquecer nuestra presencialidad con recursos tecnológicos y, por lo tanto, tener ahí unos recursos que puedan ayudar a ser más buenos presencialmente y dar apoyo y complementar la actividad docente a distancia.
¿Cuáles son los principales obstáculos para dar ese salto tecnológico?
MG: Probablemente no descubrimos nada nuevo, y alguien que lea la entrevista seguramente dirá que son obstáculos que hace tiempo que están ahí y que de alguna manera ahora se han puesto más en evidencia en época actual de coronavirus. En este sentido, agruparíamos los obstáculos en cinco grandes ámbitos. Por un lado, la necesidad de que los estudiantes o el sistema educativo en general sean competentes digitales más que estar alfabetizados tecnológicamente. Es verdad que todo el mundo llevamos la tecnología en el bolsillo, pero después no somos capaces de aplicarla a la realidad cotidiana y, en este caso, la educativa.
En segundo lugar, necesitamos incidir claramente en el docente. Este docente que sí que es hábil tecnológicamente en general, y lo ha demostrado. Ha sido capaz en un tiempo récord de solucionar una parte importante de las situaciones derivadas de esta excepcionalidad, pero por otro lado no es un profesional que sea competente digital en sentido docente. No ha de dominar sólo las herramientas tecnológicas, sino que ha de ser capaz de hacerlo desde la perspectiva de su tarea como profesor, partiendo de una planificación en función de lo que pretende conseguir educativamente. También debería incorporar esta tecnología en su desarrollo profesional, porque muchas veces utiliza puntualmente la tecnología en el proceso educativo, pero no necesariamente para desarrollarse y crecer él profesionalmente.
También es necesario que las políticas públicas se orienten de otra manera, en el sentido de que tengan en consideración que la población ha de tener una igualdad de oportunidades, aunque sean mínimas o medias, de acceso a la tecnología, tanto desde el punto de vista de la comunicación como desde el acceso a recursos tecnológicos, ya sea para la vida cotidiana, para estudiar, para vivir…
Por último, también relacionado con estas políticas públicas, garantizar una infraestructura mínima no sólo en las grandes ciudades y las áreas metropolitanas, sino también en las zonas rurales para garantizar esta facilidad de acceso a la información y a los recursos de este mundo digital en igualdad de condiciones.
"Que los ciudadanos puedan acceder en igualdad de condiciones a este mundo digital depende de la voluntad política".
¿Qué políticas públicas predominan en Europa a este respecto?
MG: Los obstáculos que tenemos aquí desde el punto de vista de las políticas públicas en parte se reproducen también en otros países de Europa. Podríamos hacer una diferenciación entre la Europa del Norte y del Sur, como siempre, pero en general no todas las áreas de todos los países tienen las mismas posibilidades y que los ciudadanos puedan acceder en igualdad de condiciones a este mundo digital depende de la voluntad política y de la capacidad que tengan de generar grandes estrategias con una visión y una mirada global.
Sin analizar aquellas políticas públicas que tienen más que ver con el mundo educativo, diríamos que, en general, se centran por un lado en tener un currículum orientado al desarrollo de la competencia digital, desde los niveles educativos más bajos hasta la formación continua. Por otro lado, por tener una buena red de comunicaciones que garantice el acceso universal en igualdad de condiciones, por lo menos en aquellas cuestiones que se consideran básicas. Por otro, tener marcos de referencia relacionados con la competencia digital, tanto de la ciudadanía como de los profesionales de la educación. Esto garantiza, de algún modo, una estrategia alrededor de un marco que determina cuáles son las pautas a seguir y qué indicadores hemos de tener en cuenta.
También, una política de formación del profesorado orientada al desarrollo profesional del docente en el contexto digital. Esto es fundamental, porque asegura una calidad en el desarrollo de la tarea de este profesional. Después, otra cosa interesante que tienen es una política de recursos abiertos, repositorios, donde hay información sin coste añadido para la ciudadanía y para los profesionales, cosa que aquí no se acaba de desarrollar nunca del todo.
Y, por último, algo muy interesante es que muchos países tienen observatorios de la educación y también del desarrollo digital de esta educación, de tal manera que recogen evidencias de manera sistemática y permanente; evidencias que, bien analizadas y tratadas, son o deben ser la base del diseño de las políticas públicas.
¿Qué recomiendan a los responsables públicos de cara a legislar sobre esta cuestión?
MG: En primer lugar, que tengan una visión holística y a medio plazo de aquello que van a legislar, que no se centren solo en el aquí y el ahora, en solventar problemas inmediatos porque el mundo es bastante más complejo que la inmediatez. Por otro lado, que sean capaces de considerar la tecnología como un medio, no como una finalidad. Por poner un ejemplo metafórico, que entiendan que realmente, como se ha dicho muchas veces, la tecnología es como la autopista por la que tienen que pasar los ciudadanos y, por tanto, su responsabilidad es que esta autopista permita circular a mucha gente al mismo tiempo y en igualdad de condiciones.
Después, que aprendan de los errores. Que no los vuelvan a cometer, y que aquellas cosas que realmente han sido útiles en legislaciones anteriores no las eliminen porque alguien las ha hecho antes que ellos y que intenten hacer crecer aquellas estrategias que sí que funcionan bien y que aquellas que no han funcionado las eliminen totalmente.
Posteriormente, que sean capaces de evaluar el impacto de lo que hacen. Tenemos una deficiencia cultural de no evaluar nada de lo que hacemos y, si lo evaluamos, intentamos esconder aquello no ha funcionado. Y, entonces, nunca avanzamos, porque, si lo que no funciona bien lo volvemos a repetir porque no asumimos el impacto negativo que ha tenido, pues tenemos un problema.
Hemos de involucrar a la sociedad en general en las decisiones políticas. Orientarnos a los usuarios, que no tengan en cuenta solo la silla de los departamentos y congresos de los diputados, sino a quién va a ser el usuario de aquella política pública para diseñarla en función de sus necesidades.
Por último, que sean capaces de generar estrategias de formación inicial y permanente no solo orientadas a la tecnología, y orientadas en una parte clarísimamente al profesorado, porque realmente van a ser ellos los que van a formar a las futuras generaciones. De todos los aprendizajes, digamos, de este proceso de cambio producido por el coronavirus, en que todo el mundo habla de una nueva normalidad, también en la educación, muy poco se ha hablado de la competencia digital, ni de la ciudadanía ni del profesorado, cosa que nos preocupa claramente. Y, para terminar, considerar que la política, si no está orientada a la sociedad, tiene poca utilidad desde el punto de vista de mejora del mundo en que vivimos.
¿Y a los centros educativos y las familias que han de afrontar esta situación desconocida?
En primer lugar, les diría que aprendan de todo este periodo en el que día a día hemos tenido que solventar algunos retos no menores. Quiero decir que, si hemos sido capaces de asumir los retos de una situación crítica, todos aquellos aprendizajes se han de poder incorporar. Los sistemas híbridos de formación, la educación presencial y a distancia simultáneamente, las estrategias de no presencialidad, la capacidad de autogestionar un proceso de aprendizaje, la situación de incorporar a las familias en el propio proceso educativo sobre todo en los niveles más bajos del sistema escolar, la necesidad de que los propios estudiantes hayan tenido que asumir el reto de gestionar su propio proceso de aprendizaje, el papel de la familia en el seguimiento y el acompañamiento de este proceso educativo… Estas son cosas que tendríamos que dejar incorporadas en el sistema, igual que tendríamos que dejar incorporado que los profesores utilicen las tecnologías digitales para su tarea diaria de trabajo con los estudiantes, que sean capaces de colaborar no solo presencialmente sino también virtualmente y, después, de algún modo, incorporar a la comunidad en el propio proceso de aprendizaje.
Creo que tendríamos que superar la idea de escuela e irnos a una visión general, más holística y más multidisciplinar desde la perspectiva de todos aquellos agentes que pueden intervenir en este proceso educativo y formativo. Las aulas como tales se tendrían que sustituir por espacios para aprendizaje y no tendríamos que hablar de aulas sino de escenarios, analógicos y digitales, y en unos o en otros habrá muchos agentes diferentes o complementarios a los que hasta ahora hemos tenido.