Mucho antes de que irrumpiera esta pandemia global como una realidad inédita en nuestro país, ya se venía cuestionando la problemática del sistema educativo, la ineficacia e ineficiencia de sus reformas, de las leyes educativas sometidas a los vaivenes políticos, las deficiencias de comunicación entre la comunidad educativa, la excesiva burocratización y jerarquización del sistema. El inquietante interés por la educación parece estar presente desde siempre: en escenarios académicos y extraacadémicos; en las denominadas educación reglada, no reglada e informal, cada vez más diluidas; acompañando a las conversaciones familiares; en las reuniones entre profesionales, o en charlas con jóvenes. Con demasiada frecuencia se detecta una clara percepción general de disconformidad unida a la impotencia acerca de la educación, como una queja latente, en un tono resignado, como aquello que tiene poco remedio, como un tímido deseo de mejorar aquello que, siendo tan importante, no se considera urgente.
El debate educativo está muy vivo, no es nada nuevo reconocer que, durante la reciente situación de emergencia sanitaria en España, la educación ha ocupado un segundo plano, no se ha contemplado como una prioridad, más bien ha sido percibida como un mal menor, como si la "educación confinada" fuese la única solución a todos los males del sistema educativo. Pero esto no es más que la punta del iceberg. ¿Y si empezamos a considerar el inicio del curso 2020-2021 como una emergencia educativa?
Las tecnologías no deben convertirse en meros sustitutos de la figura pedagógica de los docentes, el gran desafío de la educación, la auténtica innovación educativa no pasa por entregarnos sin límites a los medios tecnológicos, ese no es el único camino.
El mayor desafío pedagógico ahora y siempre debe ser humanizar la educación, ahora más que nunca. Nos encontramos en un momento histórico de difícil retorno. Desde esta óptica, queremos enfocar nuestro artículo para dar respuestas a las necesidades, recursos y estrategias de cara al próximo curso escolar en todos los niveles educativos para lograr un aprendizaje colaborativo y solidario.
Si nos instalamos en la queja, en el conformismo, en la no acción, si no nos enfrentamos a los miedos y fantasmas del universo educativo, vamos a situarnos muy lejos de actitudes de liderazgo para el cambio.
Aceptar las circunstancias externas que no podemos controlar es el primer paso para tomar conciencia de la realidad de un momento histórico que, como ya mencionábamos, ha venido para quedarse y que, con toda probabilidad, cumplirá la función de transformar instituciones educativas universitarias y no universitarias, todo un sistema, en definitiva, compuesto por personas que también tendremos que adaptarnos como seres individuales, como personas desde una perspectiva holística, sistémica.
El mundo camina hacia un nuevo paradigma que está provocando cambios en la sociedad. El deber del sistema educativo y de toda la comunidad educativa es hacer aportaciones a este cambio.
"El secreto para cambiar es enfocar toda tu energía no en luchar contra lo viejo sino enfocarse en construir lo nuevo"
Sócrates
Pero ¿cómo poner en marcha la humanización de la educación? ¿cómo humanizar el sistema educativo? Innovar en educación trae consigo liderar el cambio, innovar implica distinguirse por trabajar desde el liderazgo alejándose de las inercias y la zona de confort, implica abrir horizontes, vencer la sensación de miedo amenazante y construir un nuevo modelo pedagógico.
Vamos a partir de un nuevo paradigma, un nuevo modelo educativo enfocado en las personas, centrado en los procesos y no en los resultados únicamente. Importa el camino, la orientación al ser, al aprender a ser y la visión a largo plazo. Un nuevo paradigma que se identifique con la Neuroeducación, con el conocimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje, del cómo aprende el alumno y del para qué, que se enfoque en la creatividad, en la intuición, la educación personalizada, en el auténtico sentido del aprendizaje que es, en definitiva, convertirse en la persona que queremos ser.
También se necesita la formación de los recursos humanos de la educación como si de una empresa se tratase: el factor humano como motor de cambio, la inteligencia emocional como el centro del aprendizaje trabajando la resistencia al cambio ¿Cómo? Desarrollando y potenciando en los docentes las competencias transversales. Las habilidades que parecían haber perdido valor ahora serán imprescindibles. Algunas de ellas son: generosidad, inspiración, liderazgo, talento, amor, empatía, humanismo, conexión emocional, autenticidad, consciencia, intuición, creatividad, observación, escucha activa, autoconfianza, seguridad, compromiso, etc.
Dichas habilidades o competencias contribuyen a un doble objetivo: por un lado, analizar dónde están las limitaciones de la realidad del profesorado en el día a día y de cómo librar barreras para salvar obstáculos como la pérdida de hábitos de los alumnos, sus rutinas o la ausencia de motivación. En definitiva, ayudar a los docentes a afrontar el miedo a lo desconocido y facilitarle la apertura a su propio autoconocimiento, hacia la visión de un perfil de profesorado adaptado a las necesidades del siglo 21.
Por otro lado, liderar es mucho más que dirigir. Un buen líder anima, motiva y capacita a los miembros de su equipo, lidera desde el ser. Liderar es motivar a los alumnos y las alumnas en su proceso de aprendizaje, es darles motivos para la acción y es acompañar toda la comunidad educativa en su camino de mejora personal y profesional.
Las soft skills, imprescindibles para los docentes y el alumnado en el próximo curso
Ahora bien, las soft skills constituyen un recurso personal imprescindible para el regreso a las aulas en el próximo curso 2020-2021 y pueden ser desarrolladas desde estas premisas:
- Empoderamiento del profesional de la educación en sus distintas categorías, en particular, a los cargos directivos, equipos docentes y los departamentos de orientación educativa, cuyo recurso principal sea el liderazgo profesional.
- El autoconocimiento personal y profesional a través de la formación grupal o individual de los docentes, para dotarles de recursos que beneficien las relaciones interpersonales, apertura a las familias y todos los miembros de la comunidad educativa.
- La observación del propio comportamiento y del entorno próximo en ese proceso de autoconocimiento. Suponemos que los cargos directivos poseen la virtud de conocer a fondo sus departamentos, equipos, cultura del centro educativo y el clima de trabajo.
- La curiosidad del docente a través de preguntas al entorno, a toda la comunidad educativa, recabando información de las necesidades y tomando una actitud de investigador de campo.
- El conocimiento y reconocimiento de los propios valores del docente, de aquello que le distingue del resto, a través de la realización de técnicas como Dafos, mapas de empatía, técnicas de aprendizaje acelerado, que les permita reflejarse a ellos mismos y a sus entornos en sus vulnerabilidades, carencias, fortalezas u oportunidades.
Una vez se haya trabajado la toma de conciencia a través de estas vías, debe desarrollarse un plan de acción. ¿En qué estrategias de acción debe enfocarse este plan?
- En dotar a los profesionales de herramientas para desarrollar reuniones, cambiando los modelos de relación y trabajo dentro de los claustros, pasar a enfocar los problemas investigando, desarrollando soluciones y compartiendo resultados.
- Formación para liderar el cambio animando a otros, desarrollar perfiles directivos con posiciones enfocadas a la acción para articular proyectos dinámicos y flexibles.
- Gestión de equipos y generar estructuras para desarrollar liderazgos pedagógicos y trabajos cooperativos.
Generar el cambio sistémico va más allá de la mera adaptación a las nuevas circunstancias. En el mundo educativo están apareciendo nuevos retos, pero también nuevas oportunidades. Será necesario compartir nuevos aprendizajes ensayando nuevas estrategias ante momentos de incertidumbre para los profesores.
Se trata de poner a prueba la capacidad de desaprender buscando las ventajas de los cambios de hábitos sociales y en las formas de hacer las cosas. Se trata de formarse a través de aprendizajes más vivenciales y mostrando la disponibilidad de aprender a aprender, soltando lastres que conlleva el estatus de profesor.
"Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia"
Marcel Proust
Esta crisis nos ha situado en una situación de emergencia, también educativa, lo cual requiere, ante todo, capacidad de respuesta y actitudes proactivas. Las soft skills se aprenden, se entrenan y se convertirán en una herramienta imprescindible por el gran valor que adquiere la interacción humana en un nuevo universo educativo post COVID-19, que ha contribuido a incrementar la habitual complejidad de todo un sistema y nos obliga a repensar sí o sí un nuevo paradigma educativo. Abramos ventanas. El momento es ahora, ahora es siempre. Convirtamos lo ordinario en extraordinario.