Es difícil saber lo que pasará en el ámbito escolar cuando hayamos superado esta situación crítica. Se pueden intuir algunas reacciones y consecuencias de la experiencia vivida estos meses, pero no es fácil hacer muchas predicciones. ¿¿Va a cambiar el modo de comportarnos, de trabajar o de estudiar? ¿Se van a ver alteradas las relaciones de los alumnos con sus compañeros y con los profesores? ¿Se olvidarán pronto de lo que ha pasado y volverán a sus costumbres de siempre? ¿Seremos todos más sensibles a los problemas de los demás, más atentos a las relaciones sociales, más cuidadosos con nuestros hábitos de sanidad y alimentación, más solidarios...? Como educadores, ¿qué lecciones podemos extraer de la etapa tan extraña que hemos vivido? No es fácil adelantar respuestas ciertas a estas preguntas. Pero, en cualquier caso, estamos obligados a hacer previsiones y plantear algunas propuestas.
Para todos —entidades titulares, equipos directivos, profesores, alumnos, familias— han sido unos meses de trabajo y actividad en condiciones que no han sido fáciles. Es necesario el descanso en estas vacaciones para que haya una recuperación personal y emocional de todos.
Los niños y jóvenes reiniciarán las actividades escolares presenciales en septiembre. Van a pasar mucho tiempo sin volver a encontrarse en su ambiente habitual, con sus profesores, sus compañeros, sus amigos... Un período tan prolongado, seis meses, va a dejar una huella entre los niños y adolescentes, y no solo en lo académico. En este sentido, parece acertado el criterio general de que la vuelta al cole se haga en las fechas habituales y de manera presencial, siempre que las condiciones sanitarias lo permitan. Tendremos que estar atentos y escuchar a nuestros alumnos y alumnas, favoreciendo que expresen ante sus compañeros y en conversaciones personales con sus tutores o con profesores de su confianza, cómo se sienten, qué han aprendido, qué consecuencias ha tenido en ellos esta larga ausencia.
Muy posiblemente algunos alumnos y alumnas habrán perdido a algún familiar o conocido próximo. Otra de las tareas que habrá que atender al comienzo será la de acompañar el duelo, con sensibilidad, delicadeza y sintonía con las familias. Es algo que podemos ir preparando desde ahora. Si siempre es una tarea importante, ahora va a ser más necesaria. Pero junto a este acompañamiento es importante transmitir a los alumnos una visión positiva de la vida. Presiento que el miedo va a estar presente, más o menos manifiesto, en las reacciones de nuestros niños y jóvenes. Es normal. Pero no podemos quedarnos ahí. Las precauciones sanitarias no deben arrastrarnos a fomentar una visión recelosa de la realidad y del contacto con los demás. Los procesos de duelo, junto con la formación sobre hábitos saludables de vida y de conducta, deben ir acompañados de una visión positiva de la realidad. Aquí creo que tendremos otra tarea importante que cuidar.
"La educación presencial seguirá siendo indispensable, no solo para la adquisición de conocimientos y competencias, sino para aprendizajes que son difíciles de realizar a distancia, como la convivencia y otros valores sociales".
Probablemente muchos jóvenes, adolescentes y niños, lo mismo que los adultos, se habrán hecho preguntas durante el período de confinamiento sobre la enfermedad y la muerte, la fragilidad humana, la solidaridad, la distribución de la riqueza, el papel y los límites de la ciencia, los derechos individuales y el bien común. Algunos —los creyentes y quizá también algunos agnósticos— se habrán preguntado sobre la presencia o el silencio de Dios, sobre el valor de la oración. A todos nos ha impresionado el testimonio de personas que, por diferentes motivos, han actuado con decisión y valentía en los momentos difíciles, incluso poniendo en riesgo su propia salud. Sin duda, estas cuestiones u otras parecidas han estado presentes en la experiencia de muchos. Por eso, cuando nuestros alumnos vuelvan al colegio, es el momento de tratarlas con ellos, de manera adecuada a cada edad. Es una oportunidad y una necesidad. Habrá que hacerlo en los primeros momentos, sin forzar las cosas. Pero habrá que ir haciéndolo también más adelante. La experiencia vivida por los alumnos y profesores será un recordatorio y un estímulo para tratarlas. En realidad, esa es la tarea última de toda escuela: ayudar a plantear las cuestiones fundamentales en el nivel adecuado y proponer respuestas posibles, para que puedan ir tomando sus opciones vitales cada vez con más madurez.
Se ha generalizado el teletrabajo y puede que a partir de ahora se acentúe una tendencia que ya estaba en marcha. También en el ámbito escolar hemos experimentado como nunca hasta ahora la "teledocencia", con sus enormes ventajas y posibilidades, pero también con sus inconvenientes y límites. Como en el caso general del teletrabajo, lo que ha sucedido se ha convertido en una buena experimentación de la que podremos sacar lecciones y consecuencias. Habrá que hacer una evaluación cuidadosa, sin apriorismos ni fanatismos. Se deberán prever, además, recursos materiales para todos (contenidos digitales y equipamiento) y una adecuada formación de profesores (¿y de familias?) sobre esta cuestión. ¿Llegarán las ayudas de la administración a todos los centros? En cualquier caso, la educación presencial seguirá siendo indispensable, no solo para la adquisición de conocimientos y competencias, sino para aprendizajes que son difíciles de realizar a distancia, como la convivencia y otros valores sociales.
Y si por razones de salud no queda otra solución que aplicar medidas como desdobles de aulas, ratios reducidas, enseñanzas alternadas presenciales/telemáticas, redistribución de espacios o creación de otros nuevos, habrá que procurar llevarlas a cabo. Pero va a resultar muy difícil y, en algunos casos, imposible. ¿Y de dónde procederían los recursos necesarios? Lo mismo puede decirse del mantenimiento de distancias recomendadas, especialmente con los alumnos más pequeños. En cualquier caso, de las autoridades —central y autonómicas— es de esperar claridad en la orientación sobre estas cuestiones, sin contradicciones de un momento a otro, sin "ocurrencias" más o menos disparatadas o improvisadas; con coherencia entre unas indicaciones y otras; con realismo, sin que las indicaciones para el comienzo de curso sean imposibles de llevar a cabo en muchos centros y, por tanto, con la necesaria flexibilidad, para que cada colegio pueda adaptar las normas a su situación concreta. Y, siempre, actuando con una sana prudencia para seguir las indicaciones de sanidad y minimizar el riesgo, pero sin pretender que este desaparezca totalmente. El riesgo cero es imposible en cualquier circunstancia de la vida.
En último término, debemos tener presente que lo que ocurra en el mundo escolar no dependerá de una ley inexorable que nos conduce a unas determinadas consecuencias sino, sobre todo, del análisis que sepamos hacer, de la visión y comprensión de las situaciones, de nuestra voluntad y determinación. Los resultados no se pueden dejar al azar, a que los problemas se resuelvan por sí mismos o a que otros decidan en nuestro lugar. Es responsabilidad de todos nosotros.