Teniendo en cuenta el estado actual de incertidumbre, y las pocas certezas que probablemente tendremos de cara al inicio del curso en septiembre, las preocupaciones e ideas que proponemos son precisamente eso, aspectos para tener en cuenta a la hora de afrontar la planificación del nuevo curso y de tomar decisiones que configuren dicha planificación.
La idea de este artículo es remarcar únicamente aspectos académicos probablemente diferentes a los que, hoy en día seguramente, ya tienen un desarrollo suficientemente extenso y contrastado.
En primer lugar, hay que destacar la importancia que en determinadas etapas de la Formación Profesional representa la presencialidad y la intervención directa del profesorado; me refiero sobre todo a la FP Básica y también a la de grado medio. Una intervención que puede tener una relación directa con el abandono escolar; no hay que olvidar que muchas de estas personas acumulan mochilas a sus espaldas y que estas etapas les brindan una oportunidad para reforzar su motivación y retomar la ilusión por poder alcanzar metas académicas, personales y profesionales. Y, en estos momentos, también de cierta flexibilidad académica añadida a la hora de promocionar de curso, cabe reivindicar la labor de esta tipología de centros a la hora de mantener sus estructuras y sus ofertas educativas.
Por otra parte, es conocido que la Formación Profesional es eminentemente práctica, por lo que determinadas zonas, más o menos técnicas (talleres, laboratorios…), de las que disponen los centros de FP cuentan con mucho espacio y mucha amplitud de movimiento. En este sentido, parece razonable pensar, no tanto en un aforo máximo independientemente de la superficie del aula, sino más bien limitar el aforo máximo a la superficie física en la que tiene lugar el aprendizaje, haciendo mucho hincapié, por supuesto, en reforzar los protocolos de uso de los equipos de protección individual, tanto los vinculados con accidentes como los dirigidos con aspectos más relacionados con la salud.
Con relación a las aulas, un formato que se baraja como viable podría ser el que se reflejara un aula compuesta, a su vez, por dos espacios: uno, la propia aula física, en la que estarían los, por ejemplo, 15 estudiantes, y, un segundo espacio, virtual, que correspondería a los restantes 10 alumnos y alumnas que estarían siguiendo el aprendizaje desde casa, pero conectados a tiempo real con el aula física (mediante un sencillo Meet, Zoom o similar). Este formato se iría alternando entre unos alumnos y otros, entre los que están en el centro y en casa, por ejemplo, semanalmente.
Probablemente, dada la nueva realidad puesta en marcha en el marco del aprendizaje en los centros de FP, sea preciso revisar y actualizar, además de los protocolos correspondientes relativos a la seguridad del alumnado, el propio reglamento de funcionamiento o código disciplinario (inadecuada utilización de los móviles, incumplimientos del nuevo protocolo de seguridad sanitaria, dejación de uso de los EPIs en los talleres, etc.), incorporando a su texto los nuevos planteamientos derivados de la situación sanitaria existente. Incluso dándose el escenario más favorable de los previstos, este es un tema que probablemente habrá que actualizar en todos los centros siguiendo las indicaciones del Departamento de Sanidad.
Además, estimamos que se podría dotar de una mayor flexibilidad de adaptación a los diferentes módulos que forman los ciclos formativos. ¿Con qué propósito? Intentando ejecutar los contenidos y competencias más prácticas de los módulos (vinculados a equipamientos, tecnología y software especializados), en momentos del curso en los que la situación sanitaria sea buena, con la intención de preservar estos aprendizajes de otros momentos del curso en los que, tal vez, la situación sanitaria pudiera ser peor y hubiese que primar más la formación no presencial.
Y, finalmente, reparar en un aspecto no menos relevante. Cualquier cambio o mejora que se lleve a cabo, como consecuencia de la situación especial que vivimos, va a recaer, inexorablemente en el profesorado, incrementando bien cualitativamente (porque el trabajo sea diferente) o bien cuantitativamente (porque la carga de trabajo sea mayor) su dedicación e intensidad laboral. Por tanto, la propuesta es la de disponer, repartidos a lo largo del curso, de ventanas o momentos de alivio para el profesorado, siempre en función de la inestabilidad real por la que transcurra el curso. A modo de ejemplo, los momentos de parón durante el curso podrían ser de 1, 2 o 3 días cada uno de ellos, en el que se suspendan las clases (presenciales y a distancia) y el profesorado pueda dedicarse a otras obligaciones más allá de la docencia directa, como a funciones de planificación y diseño de actividades específicas relacionadas con los colectivos más vulnerables, que se han mencionado anteriormente.