Estas investigaciones analizan cómo la pandemia ha afectado y continúa haciéndolo en el estado de ánimo de las personas y coinciden en que las más jóvenes vislumbran un futuro más desalentador en materia laboral y económica que el resto de la población.
Los jóvenes perciben que su situación económica ha empeorado
Casi la mitad de los y las jóvenes considera que su situación económica y laboral ha empeorado por culpa de la pandemia del COVID-19, según el estudio elaborado en Catalunya. Aun así, la situación se ha vivido de manera distinta entre las personas jóvenes de menos edad (16 a 24 años) y las de mayor edad (25 a 34 años).
Por ejemplo, los menores de entre 16 y 24 años se han visto menos afectados en el ámbito laboral por el impacto de la crisis sanitaria porque la mayoría aún vive con su familia, depende económicamente de ella, estudian y el 73% no trabajaba antes de que se registrara el estado de alarma. No obstante, más de la mitad considera que su situación económica se ha deteriorado porque en su hogar se han reducido los ingresos.
Por el contrario, el colectivo de personas entre 25 y 34 años es el más perjudicado a nivel económico por la pandemia, porque su dependencia familiar es inferior (solo una cuarta parte de los miembros de este grupo no se ha emancipado) y el 69% trabajaba antes de la crisis. De hecho, el 25% de estos jóvenes más mayores se encuentra en el paro o bien en un ERTO o ERO a causa de la pandemia.
Entre los resultados del estudio catalán también destaca que más de la mitad de las personas jóvenes están muy preocupadas por su futuro. Asimismo, el 33% de los jóvenes de más edad es pesimista respecto a las consecuencias económicas de la pandemia de aquí a un año, pero los de 16 a 24 años lo ven todavía peor, ya que el 65% de ellos creen que la economía no se recuperará en varios años.
La capacidad de los jóvenes para tomar decisiones ha disminuido
Los y las jóvenes son las personas que más han registrado cambios en su capacidad para tomar decisiones y resolver problemas, ya que esta ha empeorado, según el informe Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento. Este punto puede afectar el rumbo que algunos jóvenes dará a su proyecto de vida y profesional, ya que es a los 18 años cuando algunos jóvenes tienen que tomar decisiones al respecto.
Asimismo, el estudio señala que el 53% de las personas de entre 18 y 34 años presentan más problemas de concentración; el 37% tiende a no querer pensar ni hablar de los problemas y el 49% asegura haber experimentado sentimientos depresivos, pesimistas o de desesperanza a causa del confinamiento y los efectos socioeconómicos de la pandemia.
Por otra parte, los menores de 30 años que estudian también revelan que se han visto muy afectados por la pandemia, ya que en algunos casos han tenido que aumentar las horas de estudio. Además, el paso a las clases online ha conllevado un aumento de tareas y dificultades añadidas en los casos donde la formación práctica es esencial para la adquisición de competencias, según el informe.
Las personas jóvenes, las más enfadadas y angustiadas por la crisis
El 40,3% de los jóvenes muestra un riesgo de mala salud mental por el confinamiento, según el estudio de la Universidad de Burgos. Asimismo, las personas con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años perciben que el futuro será "más desalentador" que las personas adultas (31-50 años) y las personas mayores.
Otro indicio de que los jóvenes han sido los más afectados emocionalmente que el resto de la población es que el 58% de ellos se han sentido más enfadados e irritados a raíz de la pandemia, frente al 47% de la franja de edad intermedia y el 34% de los mayores de 60 años. Los cambios de humor también han sido frecuentes en el 56% de la población joven, frente al 45% de los de 35 a 60 años, apunta por su parte el informe elaborado por investigadores de seis universidades.
Por su parte, el estudio realizado en Catalunya va más allá y desvela que las personas de entre 16 a 24 años registran los peores resultados en los indicadores de estados de ánimo negativos, como la tristeza, la angustia, el aburrimiento y la incerteza; así como en los positivos, tales como la confianza y la esperanza. Además, dos terceras partes de los y las jóvenes, la proporción más alta de toda la población, tienen problemas para dormir a raíz de la pandemia.
"En definitiva, es el conjunto de la juventud el grupo que más padece por su futuro y el más pesimista respecto a las consecuencias económicas de la pandemia", concluye el informe catalán.
Propuestas para abordar la problemática socioemocional de los jóvenes
Los efectos psicológicos del confinamiento y de la crisis sanitaria pueden aparecer demorados en el tiempo "y presentar tendencia a ‘cronificarse', como es habitual en el curso del estrés postraumático, y otras patologías relacionadas con las medidas de cuarentena que se han observado en el contexto internacional de la crisis de la COVID-19", señalan los investigadores del estudio Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento.
Los expertos coinciden en que los jóvenes, especialmente los más vulnerables, pueden tener problemas y trastornos psicológicos más perdurables en el tiempo, por lo que proponen algunas medidas de prevención, entre las que destacan:
- Elaborar e implementar planes integrales de actuación de apoyo socioemocional entre los diferentes agentes que atienden a este colectivo, como podría ser el profesorado, los profesionales de la orientación, familias, etc.
- Realizar campañas informativas dirigidas al conjunto de la población, y especialmente a los jóvenes, destinadas a enseñar a identificar señales que puedan indicar la necesidad de ayuda psicológica profesional.
- Determinar medidas para atender a niños, adolescentes y jóvenes de menor edad, a quienes puede afectarles de manera particular todas las anomalías derivadas de la pandemia, especialmente por los cambios en la escolaridad, en lo concerniente a su formación y a su socialización.
- El tratamiento de las patologías derivadas del confinamiento y el estrés por la pandemia en general son comunes (principalmente problemas de ansiedad y del estado de ánimo) y los profesionales de la salud mental tienen competencias para su abordaje. No obstante, es recomendable que se diseñen e implementen planes de formación continua dirigidos a otros profesionales que suelen atender al colectivo joven, ya que este necesitará acompañamiento socioemocional en los meses siguientes al confinamiento.
Ficha técnica
La Enquesta sobre l'impacte de la COVID-19 ha sido desarrollado por el Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat de Catalunya entre el 11 y el 15 de abril. En el estudio han participado 14.715 personas, de las cuales 705 tenían entre 16 y 24 años, y 1.667 eran jóvenes de entre 25 y 34 años. La investigación se ha desarrollado a través de encuestas en línea.
La investigación Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento ha sido elaborada por expertos de seis universidades: la Universidad del País Vasco, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Murcia, la Universidad Miguel Hernández, la Universidad de Granada y la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Los resultados del estudio, realizado de marzo a mayo de 2020, provienen de dos investigaciones que se complementan entre sí, una cualitativa y otra cuantitativa. Para la primera ser realizaron y analizaron entrevistas a 40 personas mayores de 18 años de 13 comunidades autónomas, el 30% de estas se realizaron a jóvenes de 18 a 35 años. Para la segunda se llevaron a cabo un total de 6.789 encuestas a individuos mayores de 18 años de toda España, de los cuales el 26% eran jóvenes de 18 a 34 años.
Por su parte, el estudio Afrontando el impacto del COVID-19, elaborado por investigadores de la Universidad de Burgos (UBU), se basa en encuestas aplicadas a 1.200 personas, de las cuales el 35% eran jóvenes de 18 a 30 años, procedentes de Castilla y León y de otras comunidades.
Este informe, realizado por investigadores y profesorado de psicología de la UBU, se ha dividido en dos fases: un primer cuestionario que analiza las respuestas de los participantes durante la primera semana de confinamiento (16 al 21 de marzo), y un segundo que estudia las respuestas de las mismas personas encuestadas 10 días después.