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La función directiva dentro del ámbito docente

Artículo de opinión

  • 27/11/2019

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Eduardo José Moragón Gómez, Profesor de Secundaria en Ciudad Real, Castilla-La Mancha
El modelo de organización y selección de la función directiva de los centros educativos públicos españoles ha tenido, tradicionalmente, buena acogida por el sector docente. Sin embargo, algunos cambios acontecidos en los últimos años debido, entre otros factores, a la recesión económica de la última década, han hecho que el interés por ocupar un puesto de director o directora o, simplemente, formar parte de un equipo directivo como jefe de estudios o secretario, haya decaído notablemente.
 
Son varios los motivos que han podido influir en este descenso de candidatos y candidatas para ocupar el puesto de director o directora en un centro educativo. Entre ellos, podríamos citar en primer lugar el económico. Hasta hace unos años, el hecho de permanecer de manera ininterrumpida en el cargo de director o directora durante ocho años suponía la consolidación de un complemento económico. Este complemento es variable en función de la comunidad autónoma en la que nos encontremos y el número de unidades que posea el centro educativo. Actualmente, dicho complemento se mantiene durante el desempeño del cargo, pero una vez se cesa en él, desaparece.
 
En segundo lugar, encontramos la necesaria asunción de decisiones y responsabilidades, al margen de las que conlleva la docencia directa en el aula, la cual no se abandona totalmente, que no siempre se desean asumir. En este sentido, el director o directora del centro educativo asume la máxima responsabilidad de todas las actuaciones que se desarrollan en el centro y las consecuencias que de ellas deriven.
 
Un tercer motivo vendría provocado por el alto porcentaje de docentes que se encuentran en los centros de manera temporal. Dentro de este grupo estaría, obviamente, el profesorado interino, pero también aquellos funcionarios de carrera que no cuentan con destino definitivo en el centro educativo en cuestión y que, por lo tanto, su acceso al cargo de director se torna complicado.
 
Dejando a un lado los motivos por los que ocupar el cargo de director o directora no parece atraer con entusiasmo a muchos docentes, cabe preguntarse si esto ocurre de manera general en todos los centros y zonas geográficas o es más el resultado de algún factor en particular. Sobre ello, y refiriéndonos siempre a centros de titularidad pública, en cuyo acceso al cargo de director o directora se siguen unos criterios objetivos marcados por la administración educativa, cabe destacar que las dimensiones del centro y su zona geográfica pueden ser dos condicionantes a tener en cuenta.
 
La función directiva de un centro educativo de reducidas dimensiones, por ejemplo, inferior a 20 unidades, dista mucho de la gestión de otro más grande con más de 50 unidades y que incluya en su oferta educativa diferentes etapas o enseñanzas. Sirva el ejemplo de un colegio de Infantil y Primaria de una sola línea (nueve unidades), o el de un centro educativo de Secundaria y Formación Profesional con más de 50 unidades, varias familias profesionales, horario diurno y vespertino de clase, etc. Si bien es cierto que en este último caso habría que valorar la presencia de jefes de estudios adjuntos, no menos cierto es que la cantidad de trabajo que debe asumir el máximo responsable de este centro educativo es significativamente mayor que en el primero.
 
En cuanto a la situación geográfica, podríamos valorar varios condicionantes, como por ejemplo el número de docentes que residan en la misma localidad en la que está ubicado el centro de trabajo. Debido a la dedicación que requiere el cargo y a las necesarias horas de permanencia en el centro educativo, parece lógico pensar que el cargo de director o directora se ajuste más al docente que resida en la misma localidad. Esto no siempre es fácil de conseguir, especialmente en centros que suelen estar catalogados de especial dificultad por criterio geográfico, al encontrarse a decenas de kilómetros de otra localidad de referencia con mayor número de habitantes.
 
Por otro lado, y como último aspecto a valorar en cuanto a la diferencia en el interés por ocupar el cargo de director o directora, podríamos indicar el alumnado del centro educativo o la tipología de este último. Nos estaríamos refiriendo concretamente al nivel de conflictividad que presenten las aulas. No es lo mismo la dirección de un centro de menores que la dirección de un centro educativo situado en un barrio cuyas familias gocen de un nivel sociocultural superior a la media.
 
"El interés o deseo por ocupar un cargo directivo debe ser vocacional, puesto que se asumen funciones muy diferentes a las que se tienen en la docencia directa en el aula".


Los incentivos que necesitan los docentes para animarse a dirigir un centro


Una vez analizados los motivos y condicionantes por los que puede haber o no un especial interés por ocupar un cargo directivo, convendría detenerse y pensar qué sería necesario cambiar para que más personas quieran ser directores o directoras de centros educativos, es decir, qué incentivos necesitan para animarse a ocupar estos puestos.
 
En este sentido, el interés o deseo por ocupar un cargo directivo debe ser vocacional, puesto que se asumen funciones muy diferentes a las que se tienen en la docencia directa en el aula. Es por ello por lo que, si aplicamos como incentivo para promover el interés el criterio económico, estaremos alentando el acceso de compañeros que busquen precisamente eso, un aumento de sus retribuciones a costa de nuevas funciones que tal vez no sean de su agrado o interés.
 
Es necesario considerar que actualmente en nuestro país se apuesta por un modelo híbrido en el que el directora o directora de un centro no pierde el contacto total con su alumnado, ya que mantiene un porcentaje de horas de docencia directa a la semana, con el fin de no desligarse de las aulas totalmente. Cabe preguntarse si esto es necesario, puesto que ya existe como requisito de acceso al cargo de director o directora el contar con varios años de experiencia como docente. Es decir, ¿no sería mejor dedicarse plenamente a la función directiva?
 
No se pretende abogar por este modelo, pero si compararlo con otros diferentes con el fin de extraer conclusiones y abordar mejoras. En países como, por ejemplo, Estados Unidos o el Reino Unido, el director o directora no imparte clase a los estudiantes. Además, es necesaria una formación de más de dos años para ocupar el cargo, algo muy por encima de los cursos de menos de 100 horas que se exigen actualmente para optar el puesto. Quizás, con una formación de este tipo, se consiga una persona con verdadera vocación por el puesto, además del complemento económico que, al ocupar un puesto de mayor responsabilidad, se pudiera tener.
 
Por todo ello, quizás las claves del cambio pasen por aumentar la formación necesaria para optar al cargo de director o directora, lo cual implica necesariamente tener mayor motivación para llevarla a cabo, garantizando en cierta medida la vocación de las personas que acceden al cargo, como base para su buen desempeño profesional.
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