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Formación Profesional, investigación y orientación

Artículo de opinión

  • 29/10/2019

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Benito Echeverría y Pilar Martínez, Catedrático emérito de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación e investigador de la Universidad de Barcelona, y profesora titular de la Universidad de Murcia, respectivamente
Un editorial del diario El País (21.09.2019) [1] y diversos medios de comunicación se han hecho eco al principio de este curso de una serie de hechos relacionados con la Formación Profesional (FP) reglada de nuestro país. Unos para congratularse de los logros alcanzados y otros para recordar los problemas y las rémoras que la acompañan.
 

Cara y cruz

 
Casi todos estos medios de comunicación destacan  los Datos y cifras del curso escolar 2019-2020 [2] relativos a la FP, que revelan  el 77% de incremento en la matriculación desde el comienzo de la crisis hasta nuestros días, al haber pasado de 487.000 alumnos en 2008 a los 862.000 actuales. Otros se refieren a informes como el de Infoempleo-Adecco (2019) [3], donde se revela que un 42,3 % de las ofertas de trabajo publicitadas en 2018 requerían un grado de FP (Medio: 17,8 %; Superior 24,4 %), superando por primera vez en nuestro país a las que demandaban un título universitario (38,5 %).
 
A estos datos se añaden los relacionados con el creciente índice de inserción laboral del los titulados de FP, eso sí, muy diferente entre familias profesionales y comunidades autónomas. A la cabeza se sitúa el País Vasco, cuya tasa de desempleo entre sus titulados de FP es del 7,5 % y donde el 70 % encuentran trabajo en la empresa donde realizaron las prácticas, un porcentaje que llega al 92 % en el caso de la FP Dual. (Echeverría, B. y Martínez, P., 2018[4].
 
Sin embargo, el informe Panorama de la educación 2019 [5], ofrecido por la OCDE, no es tan esperanzador como pudiera parecer a primera vista. Por una parte, España se distingue por tener la tasa más alta de abandono escolar temprano (17,9%) de la UE, cuya media es del 10,6 %, si bien se ha reducido ostensiblemente desde 2009, cuando tenía un porcentaje del 30,9 %. Por otra parte, el porcentaje de jóvenes entre 15 y 29 años, que no estudian ni trabajan (NINIs), es del 19,1 %, solo superado por Grecia e Italia. Es decir, casi 2 de cada 10, frente al 14,3 % de la media de la OCDE y el 13,4% de la UE.

Adicionalmente a los datos anteriores, cabe mencionar que solo el 33,3 % de quienes se gradúan por primera vez en la segunda etapa de Educación Secundaria se titulan en FP. La media de la OCDE es de 40,1 % y la de la UE es de 46,3 %, a diferencia de la tasa de acceso a la Educación terciaria, que en España es del 78,9 % (no universitaria 31,1 %, universitaria 48,9 %), significativamente superior a la de las medias de la OCDE (64,9 %) y de la UE (62,9 %). Estos son algunos de los problemas, que, a juicio de la Comisión Europea, difícilmente se pueden resolver sin estabilidad política y sin suficiente inversión pública, cuando sólo un 4 % del PIB se invierte en educación en España, frente al 4,6 % de la UE.
 
 
"(Hay un) creciente índice de inserción laboral del los titulados de FP, eso sí, muy diferente entre familias profesionales y comunidades autónomas".
 

Revolución 4.0

 
Bajo este contexto asistimos al nacimiento de la cuarta revolución industrial, que está transformando las relaciones productivas, económicas y comerciales, hasta modificar radicalmente nuestra forma de vivir, de trabajar y de relacionarnos (Echeverría, B.y Martínez, P. 2019) [6]. Se estima que para 2025 (figura 1) la población activa española con cualificaciones de alto nivel será de 37,8 %, parecida a la de la UE (38,2 %). Las personas con cualificaciones de nivel medio representarán el 31.1 %, muy inferior a la de la UE (48 %), mientras que la proporción de la población activa con nivel bajo o ninguna cualificación será del 38,1 %, muy superior a la de la UE (13,8 %) 

   Figura 1.  Evolución de los niveles de cualificación entre 2005/2025 de los trabajadores
de España vs UE, (Cedefop) Imagen: Cefefop
 
Estas disonancias, sobre todo en torno a ese 50 % de las cualificaciones intermedias, donde se configura el sector productivo de los países de la UE, es donde más claramente se muestra la ineficiencia de nuestro sistema de formación. Por una parte, carecemos de perfiles profesionales acordes a los puestos de trabajo demandados por el mercado laboral de la Revolución 4.0. Y por la otra, uno de cada tres titulados universitarios españoles considera que sus competencias son superiores a los requisitos del puesto de trabajo que ocupan (Martín-González, M. et al. 2018) [7], acaparando España el triste honor de liderar entre los países de la OCDE el ranking de "sobrecualificación".
 
Estamos por tanto ante un fenómeno complejo, que no puede reducirse a estos datos meramente descriptivos y no interrelacionados. Para explicar sus causas y efectos derivados es preciso ir más allá, porque "la verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre" (Tácito) de algunos titulares de prensa. Sobre todo, en una sociedad como la nuestra, tan poco proclive a que la juventud opte por la FP y tan desorientada sobre el papel que esta vertiente educativa está llamada a jugar en la cuarta revolución.
 
 

Investigación

 
Como alerta Mario Bunge, "la investigación se abre camino en la selva de los hechos", y en el tema que nos ocupa permite constatar el funcionamiento y calidad de la FP, ya que lo que no se conoce, no existe. Dada su función pública, la FP necesita evidencias, para demostrar su eficacia y contribución al desarrollo personal y al equilibrio socioeconómico, puesto que no solo es una herramienta de inserción laboral, sino también de integración social.
 
El Diagnóstico de la investigación sobre Formación Profesional Inicial en España (2005-2017) [8] que recientemente hemos realizado, auspiciado por el Centro de Conocimiento e Innovación FB x FD, pone de manifiesto el largo camino que queda por recorrer, hasta lograr poner ciencia en el arte de formar aprendices. Por una parte, la producción científica es reducida, irregular temporal y geográficamente y son exiguos los cauces de intercomunicación investigadora. Por otra parte, las investigaciones son fundamentalmente descriptivas, con muestras no probabilísticas de tamaño reducido, con instrumentos de recogida (cuestionarios y entrevistas) frecuentemente sin validar y fiabilizar, y desarrolladas principalmente en el área de Ciencias de la Educación con ausencia de análisis en empresas formadoras. Además, escasean grupos de investigación consolidados, con líneas de investigación asentadas y son insignificantes las fuentes de financiación que promocionen el surgimiento de otros nuevos o el desarrollo de los pocos existentes.
 
"La FP necesita evidencias, para demostrar su eficacia y contribución al desarrollo personal y al equilibrio socioeconómico, puesto que no solo es una herramienta de inserción laboral, sino también de integración social.".
   
Como dejan traslucir los componentes de los tres grupos focales  (investigadores nacionales, agentes sociales, investigadores internacionales) , con los que estamos trabajando, es necesario fomentar la investigación sobre FP en España, a través de un ecosistema que dé respuesta a los doce retos por ahora identificados, y agrupados en: marco referencial, estrategias, instrumentos, información, comunicación y transferencia. Este ecosistema difícilmente se puede configurar, sin redes sólidas de conexión entre la ciencia, actores socioeconómicos y la sociedad en general. Como en otros muchos campos de la actividad, las innovaciones en FP surgen del intercambio y colaboración entre investigadores, centros de formación, universidades, empresas e inversores.
 

Un sistema integrado de información y orientación

 
Aun así, todos estos esfuerzos servirán de poco, si la "cultura fidalga" sigue imperando en España. Si se continúa pensando que la FP es una vía de desagüe del sistema educativo, si se encamina a ella a los jóvenes con peores calificaciones escolares, si los padres siguen prefiriendo que sus descendientes hagan Bachillerato, para acabar en la Universidad, tampoco servirán de mucho las campañas informativas que últimamente se están realizando.
 
Bienvenidas sean todas ellas, siempre que nos percatemos de que el problema va más allá de la mera información. Esta es imprescindible para una lúcida toma de decisiones, pero no es suficiente. El mayor inconveniente en la sociedad del siglo XXI no es tanto la falta de información, a la cual pueden acceder en cualquier momento y lugar gran número de personas y sobre todo los jóvenes familiarizados con las nuevas tecnologías. Es más bien saber qué información se necesita, dónde se encuentra y cómo posicionarse ante ella con, sin y a pesar de la abundancia de tertulianos existente.
 
Lo esencial no es tanto dar peces, como enseñarlos a pescar, que es, en pocas palabras, la finalidad de la intervención orientadora.  Más que conducir a las personas por caminos ciertos y seguros, es primordial que aprendan a orientarse en un mundo en que "cuando se creía que teníamos todas las respuestas, han cambiado todas las preguntas" (Mario Benedetti).
 
Lo urgente y necesario es contar con un sistema integrado de orientación de calidad, que supere la tradicional función de ajuste de personas a puestos de trabajo y articule proactivamente el triángulo empleabilidad, formación y orientación. Su meta no ha de ser otra que la de potenciar el esclarecimiento de posibilidades personales con sentido, mediante la identificación, elección y/o reconducción de alternativas formativas, profesionales y personales, acordes al potencial y proyecto vital de cada persona, a su vez contrastadas con las ofertadas por los entornos educativos, laborales y sociales.
 
Cuanto más contribuya la investigación a conocer cada vez mejor la realidad personal y circundante, más sentido tendrá "dejar que cada cual se entregue a la práctica de aquella profesión que conozca bien" (Cicerón). De esta forma, no se verá condicionado por las "profesiones del futuro" propagadas en los medios de comunicación de masas o las recomendadas tanto por amistades y/o familiares, así como por la cantidad de gurús emergentes en tiempos de cambio, sin un conocimiento científico del presente y menos del porvenir. 
 
[2] Ministerio de Educación y Formación Profesional. Datos y cifras. Curso escolar 2019-2020.
[3] Informe Infoempleo Adecco. Oferta y demanda de empleo en España.
[6] Echeverría, B. y Martínez, P. (2019) Revolución 4.0, Competencias, Educación y Orientación. Revista digital de investigación en docencia universitaria.
[7] Martín-González, M. et al. (2018) Una Aproximación a La Calidad del Empleo de los Universitarios y las Universitarias. Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitarios. Obra Social La Caixa.
[8] Echeverría, B. y Martínez P. (2019) Diagnóstico de la investigación sobre Formación Profesional Inicial en España (2005-2017) Fundación Bankia por la Formación Dual y Fundación Bertelsmann.
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