Así pues, es fundamental no olvidar que el riesgo de exclusión es una situación, no una característica o una cualidad de la persona y de la que nunca se va a poder desprender.
¿Qué factores pueden ser detonantes para encontrarse en esta situación?
- Económicos. No gozar de una estabilidad económica, tener escasez de recursos o la falta de estos, no gozar de posibilidades de acceso a las diferentes prestaciones económicas existentes, tener deudas, carecer de vivienda o residir en una infravivienda, no tener Seguridad Social, etc. Son indicadores que determinan el riesgo de exclusión social.
- Laborales. Desempleo, empleos precarios o falta de estabilidad laboral o de experiencia, etc. hacen que se acabe en muchas ocasiones teniendo empleos ajenos al mercado de trabajo regulado, lo que conlleva a a su vez, problemas para poder acceder a recursos y prestaciones y a tener dificultades económicas.
- Educativos. En este aspecto los indicadores que determinan el riesgo de exclusión social son: tener un bajo nivel formativo, analfabetismo o no contar con un itinerario formativo adecuado a sus necesidades y que realmente capacite para el empleo y para poder formar parte del mercado laboral. No acceder a la Formación Profesional u ocupacional por falta de información y habilidades, o bien de reconocimiento de la trayectoria formativa.
- Sociales. Carencia de vínculos familiares, amistades o red de apoyo en la comunidad, aislamiento, pertenecer a una familia desestructurada, no tener posibilidades de acceso a espacios de ocio y a relaciones sociales de forma igualitaria son algunos de los factores sociales que contribuyen a que una persona se encuentre en situación de exclusión.
- Personales. Ausencia de motivación, incapacidad para tomar decisiones que afectan a su propia vida, dificultades de acceso a los servicios de salud, a los servicios sociales, dificultad para expresar o comunicar necesidades, adicciones y/o antecedentes penales.
- Culturales. Pertenecer a una minoría étnica, ser inmigrante, desconocer el idioma, ser víctima de violencia o sufrir violencia de género, cargar con estereotipos o estigmas que acompañan a algunos grupos o comunidades y que combinan a su vez muchos de los factores de riesgo que se han ido enumerando en las líneas anteriores como lo son, por ejemplo: personas sin hogar, con diversidad funcional o en situación de dependencia, personas mayores, reclusas y exreclusas, personas con adicciones.
"Un profesional de la orientación desmotivado y/o sin formación permanente es una barrera para la inclusión".
Se puede concluir que estos factores claves que generan la situación de exclusión o inclusión de una persona en la sociedad son de carácter externo, que limitan o impiden el acceso normalizado a los servicios de orientación académica y profesional.
A continuación, se explican qué factores internos inciden o suponen una barrera para que los servicios de orientación funcionen con garantías:
- Barreras burocráticas. El propio sistema y toda la documentación que este conlleva hace que, en muchas ocasiones, no existan equipos de orientación con todos los recursos necesarios (humanos y materiales) con la disponibilidad de tiempo suficiente para una correcta atención y asesoramiento, por la demora en trámites y solicitudes, etc. La existencia de leyes y normas contradictorias, sin posibilidad de flexibilizarlas, o el currículum estructurado en materias y libros de texto que no prepara para resolver situaciones problemáticas de la vida diaria, suponen un factor clave en el éxito de la orientación académica y/o profesional.
- Barreras organizativas. En muchas ocasiones son los propios centros y profesionales los que, contando con los recursos suficientes, no los organizan conforme a criterios pedagógicos y/o profesionales para sacarles el mayor partido posible. El buen funcionamiento del servicio de orientación recae en una buena organización departamental.
- Barreras culturales. La necesidad permanente de clasificar o poner etiquetas a los individuos y establecer normas que discriminan entre unos y otros (estereotipos) limita el potencial de la persona en situación de exclusión social por el peso de la estigmatización.
- Barreras de formación. La formación inicial de los docentes, tanto en Magisterio como en el Máster que habilita para la docencia en Secundaria, carece de profundidad en cuanto a la respuesta al trabajo con personas en situación de exclusión social y la intervención en cuanto a diversidad se refiere en los centros. También es necesario que los profesionales de la orientación estén en continuo reciclaje profesional atentos siempre a los continuos cambios que se producen en el mercado laboral, en la Formación Profesional y ocupacional, así como en las nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje, etc. Un profesional de la orientación desmotivado y/o sin formación permanente es una barrera para la inclusión.
Cuando se superan tanto los factores externos como internos que limitan el acceso de las personas en situación de exclusión a los servicios de orientación académica y profesional, nos encontramos con el reto de intervenir con ellas hasta alcanzar un proceso de maduración y responsabilidad personal, integración social, autonomía e inserción laboral.
Es importante señalar que, en el trabajo con menores, especialmente si están próximos a cumplir la mayoría de edad, se debe incidir específicamente en el refuerzo de competencias para la autonomía.
Conocer y analizar las causas de las barreras que dificultan el acceso a los servicios de orientación académica y profesional permite un cambio de mirada que hace valorar la necesidad de trabajar desde una perspectiva inclusiva, que garantice la equidad entre los alumnos y alumnas con los que se trabaja, evitando la perpetuidad o cronificación de la situación de riesgo social detectada.
Fuentes de información
Portal sobre inclusión y empleo: www.inclusionyempleo.com
Blog del Colectivo Orienta: https://colectivorienta.wordpress.com/