Acumular títulos y cursos que certifican cualificaciones técnicas parece insuficiente bajo este panorama. De allí que muchas y muchos jóvenes españoles que han "hincado" codos para obtener diversos grados de educación superior y media a menudo no vean sus expectativas cumplidas y opten por cruzar fronteras en busca de salidas laborales.
Un reciente estudio del IESE Business School es revelador sobre las causas: pese a que el grueso de los departamentos de recursos humanos reconoce la calidad de la educación acreditada por la mayoría de los jóvenes aspirantes a empleos, detecta grandes lagunas en sus currículums, concretamente en algunas habilidades transversales como la iniciativa, la capacidad de resiliencia y de adaptación, claves dentro del nuevo paradigma productivo.
El pensamiento crítico sigue siendo, paradójicamente, la asignatura pendiente del sistema educativo reglado. Según los resultados de los últimos informes PISA, los estudiantes españoles son altamente efectivos en reproducir contenidos de asignaturas, pero hay grandes carencias a la hora de interpretarlos, ponerlos en relación entre sí y con la realidad inmediata. Un déficit similar se da con la andadura del ascensor social, ya que un 29,6% de la población entre 16 y 29 años en España se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, según el Índice AROPE (At-Risk-of Poverty and Exclusion UE) y, de estos, casi un millón engrosan la lista del paro.
De allí que la estrategia de migrar cobre popularidad entre la gama de alternativas a mano. Lejos de llamar al pesimismo, este diagnóstico sombrío apunta a que sacar partido a la experiencia en el extranjero, además de integrar la tan valorada resiliencia, puede poner en alza competencias socioemocionales que abren las puertas de la empleabilidad dentro del escenario laboral globalizado y cada vez más automatizado.
Apostar a las competencias del siglo XXI
La aspiración común que guía a las y los expatriados a irse al extranjero a trabajar suele ser el empleo remunerado. Aunque sea el principal disparador para la movilidad, no siempre la ecuación fuerza de trabajo a cambio de sustento económico es la primera parada posible. De hecho, hay otras formas de trabajo en el extranjero que están más a mano para quienes recién aterrizan, que compensan con ganancias cualitativas y pueden reportar escaladas progresivas rumbo a posiciones cualificadas.
Un voluntariado o unas prácticas internacionales son algunas de estas modalidades que sortean las barreras de la ardua competencia inicial, en favor de invertir en estabilidad profesional a mediano y largo plazo. El voluntariado internacional en particular es una de las experiencias más gratificantes por el impacto positivo que genera, tanto en el entorno local de acogida como en las propias personas que se lanzan a la aventura.
Además, es una apuesta no formal de educación que permite a quienes la viven integrar las soft skills, o habilidades transversales, tan en boga hoy día. La tendencia a valorar saberes prácticos como complemento imprescindible a la experiencia teórica se impone cuando los CEO de gigantes como Google demuestran que el secreto de su éxito está tras este tándem. Todo apunta a que, el tipo de trabajos que desempeñan son menos susceptibles a la creciente automatización al requerir un alto componente de creatividad, adaptabilidad e inteligencia emocional y ser irremplazables por autómatas.
El pensamiento complejo parece ser requisito o condición para avanzar en la expansión profesional, cuando 6 de las 10 profesiones futuras aún son una incógnita. Si no eres capaz de imaginar soluciones creativas, tolerar la frustración o sortear la incertidumbre, al tiempo que implementas una comunicación asertiva, las probabilidades de ascenso para ocuparlas son menores. Y estas capacidades no se concentran en un curso académico o en literatura didáctica al uso. Se aprenden por regla general viajando y poniendo manos a la obra en proyectos con inclinaciones solidarias.
"El voluntariado internacional es una de las experiencias más gratificantes por el impacto positivo que genera, tanto en el entorno local de acogida como en las propias personas que se lanzan a la aventura".
Más allá del beneficio individual, los retos globales en las más diversas áreas nos interpelan a desarrollar una ética integral en el desempeño de las más disímiles carreras, poniendo el foco en el impacto social, cultural o medioambiental que tendrán nuestras decisiones corporativas. Lo que la profesora y autora de libros sobre educación, Cathy N. Davidson, considera un compromiso que comienza en el oficio y conecta con ser "ciudadanos del mundo, responsables y serios".
El camino a la empleabilidad se vincula cada vez más a desarrollar un pensamiento deductivo que reconozca y aprecie la diversidad de sensibilidades y formas de habitar el mundo en entornos interculturales. En este itinerario, no solo se trabajan aptitudes para abrirse paso en él, también se adquieren compromisos para ser fuente de intercambios de saberes más allá de lo reglado, que generen riqueza interpersonal y comprensión de otras cosmovisiones.
En esta dirección se mueve el paradigma de trabajo en evolución, un rumbo que hay que saber leer en el proceso de búsqueda de empleo y que se constata con datos: el 71% de expertos en recursos humanos valora más la inteligencia emocional que el cociente intelectual, según una encuesta reciente. En los nuevos equipos de trabajo la escucha activa parece imponerse a las órdenes verticales, y la jefatura empática por sobre la autoritaria. El principio de la productividad recae fuertemente sobre la capacidad de generar motivación en un equipo para explorar, proponer y encontrar sus propias respuestas creativas ante nuevos desafíos. De allí que cada componente de él tenga que contar con proactividad, predisposición al trabajo en equipo y al emprendimiento.
¿Por dónde empezar la hoja de ruta?
Cuando te propones salir de la zona de confort rumbo a tu desarrollo profesional a través de una experiencia de voluntariado internacional o de prácticas profesionales, cuestiónate todo lo que has conocido y plantéate preguntas sensatas. Aquí algunos apuntes que pueden servirte de punto de partida:
Elige el programa que más te encaje
Averigua el proyecto que mejor se ajuste a lo que estás buscando. Estudia aspectos como la temática, la duración y el rol que te proponen dentro del programa para contrastar con tus objetivos. Es importante que te preguntes si son afines a tu perfil profesional o a tu interés de aprendizaje. Investigar y hacer un listado con todas las preguntas necesarias es un paso clave para evitar frustraciones o que tus expectativas se vean defraudadas cuando llegues a tu destino.
También es aconsejable que indagues sobre la trayectoria de las organizaciones que proponen los programas de voluntariado leyendo recomendaciones y, de ser posible, poniéndote en contacto con sus anteriores participantes. Así sabrás qué tan seria es su intención y cuán avalada está su reputación y trayectoria.
Averigua los costes y qué incluye
La mayoría de las prácticas y muchos de los voluntariados internacionales de corta y larga duración conllevan costes de gestión para poner a punto todos los detalles logísticos, coordinar el enlace con los proyectos y el itinerario de actividades en terreno, el hospedaje, la alimentación, los traslados en destino, entre otros aspectos que hacen de la experiencia algo posible. Toma en cuenta que en la mayoría de los casos los costes del billete de avión y los gastos personales no están incluidos y debes considerarlos como una partida aparte en el presupuesto.
Aprovecha para poner todo el tema administrativo y burocrático a punto: documentación, vacunas, seguros de viaje y médicos, entre otros trámites que conllevan tiempo e inversión de recursos.
Organiza el viaje con tiempo
Tómate tu tiempo para planificarlo todo. Tanto para las prácticas como para los voluntariados suelen haber plazas limitadas, así que es importante que juegues con el calendario a tu favor y reserves con antelación. Recuerda que la demanda de plazas suele incrementarse a medida que se acerca la fecha del viaje, así que apúntate con anticipación.
Trasciende el deseo de novedad
Procura ir más allá de tu mera curiosidad e interés individual. La experiencia suele ser mucho más gratificante si tu motivación pasa a ser aportar lo mejor de ti en proyectos solidarios, al tiempo que afianzas valores humanos, profundizas tu consciencia sobre las necesidades y retos globales y aprecias la diversidad que te rodea. Todo ello mientras aprendes las competencias claves para tu futuro profesional.
Toma nota de vacunarte contra prejuicios y tópicos acerca de la cultura en la que vas a sumergirte. Lee y completa la fotografía con fuentes contrastadas y fiables. Si conoces gente del lugar, intenta reunirte con ellas y pregunta por sus costumbres para minimizar el choque cultural y procurar adaptarte desde el primer momento.
Invierte tiempo en la experiencia
Hay diversas modalidades de prácticas y voluntariados. Desde grupales o individuales que comprenden 2-3 semanas de duración en verano, hasta individuales de duración indefinida y que se pueden realizar de forma flexible en cualquier momento del año. A mayor tiempo, mayor aprendizaje y riqueza en la interacción e inmersión en el entorno que reporte una ganancia mutua entre todos los implicados. Puede ser, además, el punto de partida para una conexión mucho más profunda y auténtica con el entorno local que seguramente transformará tu visión del mundo y tus perspectivas de futuro.
Por último, te recomiendo algunos recursos para buscar prácticas y voluntariados:
- Injuve / Erasmus+
- Consejo Económico y Social
- Voluntarios de la ONU
- Cuerpo Europeo de Solidaridad
- Becas Argo y Faro
- Trabajarporelmundo.org