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Autoconocimiento y autoestima en la búsqueda de empleo

Artículo de opinión

  • 26/07/2018

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José Daniel García Fraga, Licenciado en Sociología e investigador social y docente de certificados de profesionalidad (Castilla-La Mancha)
El presente artículo se centra en dos de los grandes componentes, y de mayor peso, en los procesos de incorporación o reincorporación al mercado de trabajo: la autoestima y el autoconocimiento, incluido el de las competencias culturales que se tienen.
 
Dentro de un proceso de inserción / reinserción laboral o profesional, existen una serie de fuerzas que determinan las probabilidades de éxito de este. Dichas dimensiones son las competencias técnicas; las competencias personales; también llamadas transversales; las competencias base, entendidas como los conocimientos mínimos que se tienen que tener para poder desempeñar una actividad profesional y, en último lugar, aunque no menos importante, lo que llamaremos competencias culturales.
 
Entendemos como competencias profesionales todos aquellos saberes con los que contamos y que nos permiten el desarrollo de una actividad profesional concreta, lo que encuadra la formación recibida, independientemente del ámbito gubernamental del que proceda, así como la experiencia profesional adquirida con el desempeño laboral de una actividad. Por otro lado, se hallan las competencias transversales, que se encuentran conformadas por las habilidades sociales, cognitivas y emocionales que posibilitan el desarrollo de un trabajo de manera eficaz.
"El autoconocimiento se define como 'el resultado de un proceso reflexivo por el que una persona adquiere una noción, una imagen, de sí misma'. Esto se trata de cómo nos vemos."
 
Finalmente existen unas competencias que se caracterizan por apenas haber sido trabajadas ni atendidas por las administraciones públicas, organizaciones y personas implicadas en procesos de empleabilidad: las denominadas competencias culturales.
 

Las competencias culturales para la búsqueda de empleo


Bajo esta denominación se encuentran los valores y las creencias de las personas. Se trata no de sus habilidades sociales, cognitivas y emocionales, sino de los grupos de creencias que durante el proceso de socialización devienen la forma de interpretar las realidades que las personas experimentan en su cotidianeidad y que, inevitablemente influirán en las maneras de plantearse el trabajo, en las relaciones sociales, la forma de comunicarse con los demás o el tipo de actividad profesional a la que se dedicarán. Por tanto, las competencias transversales y las técnicas derivarán de dichas competencias culturales, las cuales, a su vez, orientaran aspectos como el autoconocimiento y la autoestima que cada uno tiene de sí mismo.

El concepto de competencias culturales parte del concepto de cultura, entendida como el "conjunto de elementos intangibles que permiten la existencia, desarrollo, conservación y cambio de una comunidad, cuyo aprendizaje se realiza a través del proceso de socialización y se refuerza y adapta a través de los diferentes momentos de resocialización por los que pasan los sujetos". Esta construcción social abarca las imágenes actitudinales, los valores, los cuerpos de creencias, etc., en los que se basan. Este constructo no debe ser confundido con el de competencias transversales, del que se diferencia en que las competencias culturales son adquiridas por las personas durante su infancia, tanto a través de sus redes familiares, como mediante sus grupos de iguales y el sistema educativo formal. En cierta forma las competencias culturales configuran las competencias transversales y técnicas que una persona irá adquiriendo y desarrollando. Por tanto, se puede decir que dichas competencias transversales son consecuencia de las culturales.
 
Estamos hablando de cuestiones como la religión; la concepción de las relaciones políticas y económicas; el nivel de manifestación del desacuerdo; el sistema de gestión del estrés o de resolución de los conflictos interpersonales o intergrupales; de la percepción de las relaciones sociales en el trabajo, etc. Es lo que, en base a la interacción de diversas concepciones culturales y su asimilación e interpretación por los sujetos (individual y colectivamente) configura el cuerpo de creencias y prácticas de una comunidad de personas y, con ella, de las manifestaciones concretas de su día a día.
 
Como elementos que conforman las competencias culturales se encuentran los siguientes:
  • De organización: Son las formas de relación social aceptadas y establecidas, a través de las cuales se hace posible la participación de los miembros del grupo.
  • De conocimiento: Son las experiencias asimiladas y sistematizadas desarrolladas, esto es, los conocimientos, las ideas y las creencias que se acumulan y trasmiten de generación en generación y dentro de las cuales se crean nuevos conocimientos.
  • De conducta: Son las pautas de conducta comunes y aceptadas para regir a los miembros de un colectivo.
  • Simbólicos: Se trata de los códigos que permiten la comunicación entre los miembros de un colectivo, donde el código fundamental es el lenguaje, pero existen otra diversidad de sistemas simbólicos significativos que también son compartidos.
  • Emotivos: Se encuentran conformados por las representaciones colectivas, las creencias y los valores integrados en un conjunto de sujetos, los cuales propician la participación y/o aceptación de otros ámbitos culturales, por parte de los miembros del colectivo. Se trata de la interiorización del resto de ámbitos culturales, por parte de los sujetos, individualmente tratados, que conforman el colectivo.
 

El autoconocimiento como herramienta para encontrar trabajo


Delimitado el concepto de competencias culturales, junto con sus dimensiones, pasaré seguidamente a describir la relación existente con el autoconocimiento en los procesos de búsqueda de empleo.
 
El autoconocimiento se define como "el resultado de un proceso reflexivo por el que una persona adquiere una noción, una imagen, de sí misma". Esto se trata de cómo nos vemos. Determinar cómo somos no es una tarea sencilla, pues requiere de un proceso de introspección reflexiva que se tiene que enfrentar con los sistemas defensivos que desarrollamos cuando nos encontramos o, mejor dicho, autopercibimos elementos que entran en conflicto con lo que consideramos que es el ideal conductual al que nos ajustamos.

Cuando sentimos que existen componentes de nuestra personalidad que son conflictivos o contrarios a lo que conscientemente aceptamos y defendemos como correcto, se tiende a evitar la disonancia cognitiva que ello conlleva a través de procesos como el sesgo de la atribución causal (en donde atribuimos la causa de los efectos negativos de un comportamiento a otras personas y lo positivo a nosotros) o la proyección (por la que se considera que otras personas poseen rasgos considerados negativos y que nosotros no tenemos, pero que realmente si se hallan entre los rasgos de nuestra personalidad).

Con el autoconocimiento, estamos hablando de un proceso que conlleva el traslado de una diversidad de aspectos desde nuestro subconsciente hasta un plano consciente, en el que podemos asimilarlos y convivir con los mismos.

En el ámbito de la búsqueda de empleo, se concreta en conocer qué es lo que nos motiva para orientarnos hacia una actividad u otra; en determinar el por qué nos formamos y buscamos empleo en un ámbito u otro, en determinado sector de actividad, y para ello se hace fundamental este proceso de autoconocimiento. Pero dentro de este proceso resulta determinante delimitar nuestras creencias y valores, de aquello en base a lo que se forja nuestra forma de ver e interpretar el mundo que nos rodea y, con ello, de otorgar prioridades, concretar qué nos parece bueno y malo, positivo y negativo, adecuado o inadecuado…. Y si ya el proceso de autoconocimiento es complejo y difícil en sí mismo, cuando lo llevamos a cabo desde el conocimiento consciente de nuestros valores y creencias, dicho proceso se hace aún más complicado.

Este conocimiento, sin embargo, va a permitirnos delimitar con mayor claridad dos aspectos fundamentales en el proceso de búsqueda de empleo: por un lado el refuerzo o mejora de la autoestima y, por otro, la delimitación clara y precisa de nuestros intereses laborales. Tener lo que se denomina una "buena autoestima" deviene en un planteamiento positivo, realista y constante en dicho proceso de inserción/reinserción laboral. Mientras que contar con un conocimiento claro y profundo de nuestros intereses y habilidades, en relación con el empleo, nos va a permitir plantear un plan de empleabilidad personal concreto y realista. Todo esto conllevará un incremento de las posibilidades de alcanzar el objetivo de conseguir un trabajo en el que, tanto nosotras/os como nuestras/os empleadoras/es, estemos satisfechos, y así mejorar la estabilidad laboral.
 
"Con el autoconocimiento, estamos hablando de un proceso que conlleva el traslado de una diversidad de aspectos desde nuestro subconsciente hasta un plano consciente, en el que podemos asimilarlos y convivir con los mismos".
 
El autoconocimiento es especialmente significativo entre las personas desempleadas que han cumplido los 50 años y que, en muchos casos, se encuentran en una situación difícil para el reingreso al mercado de trabajo, debido a la edad, o a la percepción existente sobre las competencias técnicas y transversales que han desarrollado profesionalmente. En muchos casos estas competencias son negativamente percibidas al no verse capaces de volver a conseguir un puesto de trabajo, ni a crear su propio empleo. Estas situaciones pueden verse minimizadas en su impacto, si se consideran las competencias culturales, pues al posibilitar un conocimiento mayor sobre sí mismos, podrán facilitar la concreción y, por ende, su reubicación profesional, en un ámbito realmente más próximo a sus potencialidades profesionales.

La delimitación de las competencias culturales, de nuestros valores y creencias o, mejor dicho, de nuestra interpretación de los diferentes sistemas de valores y creencias que asimilamos durante el proceso de socialización, nos lleva a un mayor y mejor autoconocimiento y, con ello, a ser capaces de dirigir mejor y de manera más eficaz, nuestra carrera laboral. Si no se delimitan las competencias culturales en el proceso de autoconocimiento, dejará a este carente de un pilar fundamental y, por ende, lo convertirá en un conocimiento débilmente asentado y que puede convertirse en una barrera y fuente de disonancias cognitivas y emocionales, en dicho proceso.
 
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