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Cuando creer es crear. Condicionantes de género asociados a la elección académico-profesional

Artículo de opinión

  • 29/11/2017

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David Domínguez i Arús, Coach y formador de labonaeducacio.cat
Podríamos pensar que la elección académico-profesional que realizan los estudiantes al finalizar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) o el Bachillerato es el resultado de sus esfuerzos, expectativas e intereses personales pero, desafortunadamente, no es así. A pesar de que chicos y chicas se encuentran ante una decisión parecida para todos ellos, existe un conjunto de condicionantes sociales que marcan la diferencia entre las elecciones que realizan ellos y las que realizan ellas y, entre esos condicionantes,  se hallan las diferencias asociadas al género.

Obviamente, los condicionantes atribuidos al género no son los únicos. Existen también condicionantes socioeconómicos (la cultura, los recursos económicos, el contexto familiar), psicológicos (motivaciones, valores, madurez vocacional), pedagógicos (calidad de la orientación recibida) e institucionales (oferta de plazas, dificultad objetiva de los estudios…). A pesar de ello, las variables atribuidas o relacionadas con el género constituyen un factor a tener muy en cuenta en una sociedad y en un sistema educativo que se proponen combatir la desigualdad entre hombres y mujeres.

Los datos son inequívocos: a pesar de obtener mejores calificaciones y, gracias a ellas, tener mejor acceso a cualquier tipo de estudios superiores, las chicas siguen eligiendo, en su gran mayoría, formaciones universitarias consideradas "típicamente femeninas" mientras que los chicos, en su gran mayoría, siguen eligiendo estudios considerados "típicamente masculinos".

¿A qué nos referimos exactamente con la expresión "típicamente femeninos o masculinos"? A formaciones relacionadas con el ámbito humanístico o del cuidado de los demás (tradicionalmente atribuidos a lo femenino) o a estudios relacionados con el ámbito técnico o poco tradicional -nuevas profesiones- (tradicionalmente atribuidos a lo masculino). Es decir, entre las chicas destacan titulaciones como Psicología, Educación Social, Medicina, Enfermería, Filología, Arte...; mientras que entre los chicos las formaciones de carácter tecnológico (ya sean del ámbito universitario o de la formación profesional superior) son las más elegidas.

¿Cuáles son las variables que tratan de explicar la diferencia de género en las elecciones académicas y, por lo tanto, en las futuras elecciones profesionales? ¿De qué manera podemos afrontarlas? Existen diversos estudios realizados ya en los años 80 y 90 que relacionan las diferencias de elección con lo que podríamos denominar las "expectativas de eficacia", es decir, la creencia de que se poseen (o no se poseen) las habilidades y capacidades necesarias para poder realizar con éxito una determinada carrera académica-profesional. Es el caso de muchos  chicos  que creen poder realizar con éxito determinadas ocupaciones sólo porque el hecho de ser hombres les otorga determinadas aptitudes y creen, igualmente, que eso no es en modo alguno limitante para realizar ocupaciones consideradas tradicionalmente femeninas. Esa expectativa se torna realmente positiva en su habilidad para llevar a cabo ambas con cierto éxito. Por otro lado, muchas chicas creen no poder realizar satisfactoriamente ocupaciones consideradas tradicionalmente masculinas precisamente por ser "masculinas" y no poseer las aptitudes intrínsecas requeridas y, en cambio, sí creen poder realizar correctamente otras tareas por el mero hecho de ser chicas. De nuevo esa creencia actúa a modo de profecía autocumplida constatando dificultades, limitaciones y fracasos o reforzando éxitos y resultados.

¿Cómo logramos que nuestros alumnos y alumnas superen sus expectativas de éxito más allá de su sexo y su género? Sin duda alguna a través del ejemplo de otros y otras que hayan trascendido esas expectativas. La presentación de casos reales, los testimonios directos en el aula, serán sin duda alguna importantes aliados.

Otro factor explicativo podría denominarse el "autoconcepto de género" y tiene relación con las expectativas de clasificación genérica que pueden producirse. ¿Cómo cree que va a ser considerado socialmente un chico que estudia, por ejemplo, enfermería? Básicamente como enfermero sin que ello plantee dudas sobre su género, ni a sí mismo ni a los demás (se le clasificará – y se autoclasificará él mismo- como masculino o, a lo sumo, como andrógino); pero ¿sucedería lo mismo con una chica que se estuviera formando en diseño de videojuegos y entornos de animación en 3D? La creencia de muchas chicas (y de muchos chicos) es que van a ser percibidas socialmente como chicas poco femeninas o  algo masculinizadas (hasta el punto de que ellas mismas van a considerarse poco femeninas, reforzando la creencia). Nuevamente, la experiencia de casos de éxito que pongan de manifiesto que la formación o la ocupación no suponen un género más masculinizado o feminizado pueden ayudar a romper con esa percepción limitante.

Entre los condicionantes atribuidos al género en relación con la elección académica-profesional, aparece también el denominado "conflicto de rol". Este condicionante se fundamenta en la creencia de incompatibilidad entre los diversos roles imaginamos que desempeñaremos. ¿Es posible combinar con éxito el rol de "directiva en una multinacional" con el rol de "buena madre"? ¿Es posible que una mujer se dedique a la electrónica sin dejar de ser vista como una "mujer deseable"? ¿Se plantearía estas mismas cuestiones un chico? Para él no se produciría un conflicto tan "evidente" pues, desde el punto de vista mayoritario, es perfectamente compatible el ostentar un cargo directivo con el ejercicio de una paternidad responsable y socialmente aceptada y valorada.  Así pues, sigue vigente, especialmente entre las mujeres, el considerar como "una barrera que limita su desarrollo profesional" el cuidado de los hijos o de los mayores, o el coste "social" de su feminidad.

Finalmente, la última de las variables sobre las que hoy queremos reflexionar es la más común: los estereotipos de género. Las identidades, lejos de ser homogéneas e invariables, son realidades multidimensionales y están en constante cambio: son un proceso. A pesar de ello, existe un conjunto de normas y valores que, desde que nacemos, son presentadas como lógicas y naturales en función de uno u otro género. Esto influye en las emociones, sentimientos, pensamientos, motivaciones y acciones, así como en los deseos y proyecciones de los chicos y las chicas: "Aquello que nos dicen que debemos ser o que no debemos ser".

Asumimos modelos identitarios de feminidad o masculinidad que no sólo tienen que ver con roles y estereotipos sino que además perpetúan relaciones desiguales y discriminatorias. Cierto es que cada persona es un mundo y que tiene su particular manera de percibir, interpretar y expresar estos "mandatos de género", pero desde los centros educativos podemos facilitar a nuestros alumnos y alumnas vivencias, emociones y reflexiones compartidas que les permitan cuestionar estos mandatos y, al tiempo, ampliar imaginarios en relación a la construcción de su identidad.

Reflexionar sobre estos condicionantes y variables no sólo posibilita actuar sobre la orientación académica-profesional que ofrecemos; posibilita además combatir la desigualdad y la fractura económica, la violencia de género o la igualdad de oportunidades.
 
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