Estudiar para trabajar de ello ya no es un ciclo que vayamos a hacer una vez en la vida, sino que apunta a ser una reinvención permanente, un ciclo que se repite, y en el que el liderazgo lo asume cada uno.
Igual que una empresa se define por el valor que aporta al mercado y a sus clientes, y redefine ese valor conforme los clientes y la competencia varían sus necesidades y sus ofertas, los profesionales también son, en la medida que son útiles, valorados, reconocidos por los demás (colegas, empresas...) y deben actualizar y redefinir ese valor. Como profesionales, somos lo que perciben de nosotros, de manera que el valor lo proporciona la percepción que tienen los demás de mí.
¿Qué valor aporto? ¿Me consideran un experto en la materia? ¿En qué exactamente? ¿Soy capaz de aportar soluciones de valor? ¿Son soluciones adaptadas a la necesidad de este cliente? ¿Soy capaz de llevarlas a la práctica, de involucrar a otros, de convencerles?
Trabajar en estas preguntas es una buena manera de hacer un diagnóstico de la propia marca profesional, y de analizar las competencias requeridas por el mercado y las que voy a poder destacar ante una nueva oportunidad laboral (tanto en la búsqueda de empleo como en la evolución dentro de una empresa).
Competencias clave
En la orientación, disponer de herramientas para analizar las propias competencias profesionales, conocer y saber poner en valor en lo que uno destaca, es muy relevante para definir objetivos y para trabajar la reputación y marca profesional.
Igualmente importante será conocer cuáles son las necesidades reales de las empresas (sus múltiples realidades coexistentes de hecho), tanto para encontrar nichos de oportunidad profesional (en esa reinvención constante), como para identificar las competencias necesarias para desarrollarlas y en las que visualizarnos. Creemos que la formación y la orientación deben facilitar y ayudar también en este aspecto.
Algunas competencias que creemos que constituyen un hecho diferencial para la gestión de la carrera profesional en este contexto son:
- Orientación al negocio: conocer la realidad empresarial, las expectativas del empresario, la realidad cambiante de su mercado y las diferentes estrategias e inversiones que debe realizar para adaptarse a ellas. Pensar "como un empresario" en la propia gestión de la carrera profesional ("qué puedo ofrecer, qué valor aporta, quién me necesita, quién me puede comprar").
- Visión global: comprensión de mi función en el contexto del resto de funciones y áreas de una organización y lo que aportada cada una.
- Autoconocimiento, autodesarrollo y autocrítica: conjugar la seguridad y confianza en los propios recursos y capacidades con la aceptación de la mejora continua y el desarrollo profesional como aspectos imprescindibles y a los que destinar esfuerzos.
- Orientación a aportar valor: proactividad y orientación al cliente interno y externo, para adaptar las soluciones y funciones a sus necesidades en cada momento, buscando cómo conocer, cumplir y superar sus expectativas y necesidades.
- Gestión de prioridades y re-priorización: ser capaz de impulsar y gestionar proyectos, no sólo tareas y funciones, que actúan de forma simultánea, priorizando y re-priorizando en función de las necesidades en cada momento. Gestionar el propio tiempo, orientándose a la eficiencia.
- Networking: establecer, desarrollar y ampliar relaciones de confianza, cooperar, comunicar y generar ascendencia.
El eje de las actitudes y las motivaciones
Por último pero, en este caso, más importante aún, es necesario trabajar el ámbito de las actitudes y las expectativas. Es, sin duda, un paso previo para poder reforzar y desarrollar competencias.
También aquí para conocer cuáles son las actitudes y valores relevantes para la empresa, y las que van a ser imprescindibles para ser "ocupable" en este mercado co-substancialmente volátil. Algunas de muy importantes, vinculadas con las anteriores, son:
- La responsabilidad personal y la capacidad de comprometerse, esforzarse y superarse con uno mismo, con la propia carrera profesional, con la empresa o proyecto en el que uno está involucrado.
- La orientación a aportar valor, asumiendo riesgos, iniciativas, responsabilidades, esfuerzos, para aportar más allá de lo esperado.
- La capacidad de autocrítica constructiva, vinculada a la mejora continua y al auto-desarrollo.
- La orientación a proporcionar, pedir y gestionar el feedback de cómo me ven y qué les aporto o qué les gustaría que les aportara.
- La inquietud y el interés por el conocimiento y al aprendizaje continuo.
- La orientación a buscar soluciones y hacer posible las cosas.
- Una actitud positiva, posibilista y realista a un tiempo.
- La orientación a la diversidad, a obtener una visión global de las situaciones, a escuchar a las diversas partes involucradas, para buscar entender e integrar la aportación de cada uno al global.
El énfasis se ha puesto demasiado a menudo exclusivamente en los conocimientos y, últimamente, en las habilidades. Pensamos que es necesario reforzar la mirada y dedicación a los ejes de las actitudes y las motivaciones.
En nuestra experiencia, acompañar las prácticas de orientación profesional con programas encaminados al refuerzo de habilidades de inteligencia emocional y social y con metodologías de coaching que facilitan el trabajar actitudes, motivaciones y creencias, son buenas formas de abordar de forma integral a la persona en una situación de cambio o reinvención profesional.