En los últimos años, el auge de la formación online y la aparición de los MOOCs han propiciado el aumento del número de alumnos matriculados y el desarrollo de herramientas para mejorar la experiencia del usuario. Además, la automatización de tareas como las calificaciones se hace imprescindible en cursos que pueden llegar a superar los 100.000 alumnos.
Es en estos entornos en los que se empiezan a utilizar herramientas derivadas del Big Data para analizar rendimientos, estudiar la tasas de abandono o evaluar qué partes del curso resultan más difíciles o tediosas para el alumno. También en estos entornos adquieren fuerza los foros, una herramienta que, sin ser nueva, se empieza a utilizar de forma distinta. Poco a poco deja de ser un canal de comunicación con el profesor para pasar a ser una forma de colaboración grupal en la que los participantes en el curso también ayudan a otros alumnos y en el que se abren espontáneamente nuevos temas.
Por otro lado, las nuevas tecnologías facilitan que el alumno pueda acceder a los materiales desde distintas plataformas, como el ordenador, la tablet o el teléfono móvil, lo que puede aumentar las horas disponibles para finalización del curso.
El uso del vídeo en la formación online permite una mayor cercanía con el profesor y facilita la retención de los contenidos. En ocasiones, el vídeo se integra en la plataforma, lo que permite responder a tests dentro de la misma, ejecutar código o variar los contenidos en función de las respuestas del alumno.
Otro de los dilemas del sector es el temor de sustitución de personas por máquinas. No obstante, el mayor problema al que se enfrentan los docentes no es tanto su sustitución por algoritmos o máquinas, sino la gran cantidad de conocimiento al que pueden acceder los alumnos. Desde un punto de vista práctico, en este momento sería totalmente factible llegar a niveles de aprendizaje similares o superiores a los de una carrera universitaria recopilando información en Internet (y con un coste muy inferior).
Ante ese dilema, desde hace tiempo los centros de formación deben ofrecer al alumno la posibilidad de ir un paso más allá y acceder a otras experiencias o recursos que son más difíciles de obtener en Internet. Algunas de ellas son:
- Acceso a herramientas que faciliten la empleabilidad, en forma de bolsas de empleo o prácticas en empresas.
- La obtención de un título oficial que valide las capacidades del alumno.
- El acceso a una red de profesionales que, tras trabajar con el alumno como profesores o tutores, pasan a ser parte de su red de contactos.
- La creación de eventos fuera del ámbito lectivo que permita a los antiguos alumnos reciclarse e incorporar nuevas tecnologías.
- Eventos para fomentar el networking entre alumnos, profesores y tutores.
- Trabajo en equipo con otros alumnos.
- La experiencia de otros cursos y antiguos alumnos a la hora de elegir las asignaturas más adecuadas.
- Proyectos de fin de curso o de máster en los que el alumno empieza a utilizar las habilidades aprendidas en casos más cercanos a los problemas profesionales.
- La posibilidad de poner en marcha los proyectos creados a través de servicios de coworking o aceleradoras.
- La posibilidad de complementar las clases online con talleres presenciales en los que llevar a cabo actividades más prácticas que son difíciles de replicar online o que requieren el trabajo en grupo.
Probablemente lo más útil para los orientadores no sean conocimientos ni habilidades, sino el cambio de mentalidad necesario para afrontar la nueva sociedad digital. Y esto es así no sólo para orientadores, sino para todos los ciudadanos. Vivimos en una sociedad en que las personas deberán "reinventarse" varias veces a lo largo de su vida profesional y en ese entorno, la formación en cualquiera de sus versiones siempre será necesaria.