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Soñar para transformar

Artículo de opinión

  • 10/11/2016

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Maria Lourdes Pérez Pereira, Directora Instituto Hipàtia d'Alexandria Lliçà d'Amunt (Barcelona)
El preámbulo de la LEC (Ley de educación de Cataluña 12/2009, del 10 de juliol, d'educació) plantea:
 
Els elements que caracteritzen el sistema educatiu català necessiten una profunda reforma estructural que permeti al dit sistema assumir un paper de lideratge actiu per a donar resposta a les demandes de la societat actual.
 
La LOMCE en el Preàmbulo VII establece que la dirección de los centros educativos  tendrán "la oportunidad de ejercer un mayor liderazgo pedagógico y de gestión".
 
Por otro lado el  DECRET 155/2010, de 2 de novembre, de la direcció dels centres educatius públics i del personal directiu professional docent, en su artículo 3.2 establece
 
Les funcions de la direcció s'exerceixen en el marc reglamentari de l'autonomia dels centres públics  i concertats comporten l'exercici d'un lideratge distribuït i del treball en equip
 
Liderazgo activo y distributivo van de la mano de la innovación educativa en el camino del contexto de la gestión del cambio, por tanto, establecen el perfil del director o directora pedagógica del siglo XXI.
 
Pero, ¿cómo se consigue un liderazgo activo, distributivo, innovador y transformador? El reto es importante y si este artículo tuviera como objetivo determinar el perfil de un líder que reuniera  las competencias establecidas por la  legislación actual, estaríamos más cerca de un superhéroe de Marvel que de un ser humano.
 
La clave de la función directiva debe huir necesariamente de la visión individualista para dar paso a las relaciones funcionales de la  comunidad educativa. Un buen líder es aquel capaz de saber rodearse de un equipo de personas que complementen sus fortalezas y que refuercen sus debilidades. La suma de todos ellos permiten adquirir las competencias que establece la ley. De otra manera, la figura del líder se quedaría en el papel. Pero, ¿cuál es el temor del director? Perder el control.
 
Por tanto,  ¿no existe un líder en un centro escolar? Por supuesto que sí, pero no porque esté dotado de superpoderes, sino porque se haya dotado de FORMACIÓN, SENSIBILIDAD y CONFIANZA. Un líder pedagógico debe ser capaz  de compartir, de tolerar, de reafirmarse en los valores fundamentales de la pedagogía activa. Debe tener  VISIÓN de futuro, abandonar el miedo a perder el control  y  su situación de confort para arriesgarse a dar pasos firmes en la consecución de sus objetivos.  Debe permitírsele la capacidad de soñar para transformar.
 
Sería cándida, sin embargo, si planteara la capacidad de soñar como una situación utópica. El líder tiene la obligación de realizar  formación continuada en todos los ámbitos de la comunidad educativa,  debe ser impulsor de iniciativas que permitan al resto encontrar el contexto adecuado para poder aportar las suyas, debe respetar el liderazgo de cada una de las personas que empujan el proyecto de centro aportando su tiempo, su dedicación y su consejo. La confianza en su equipo establece el éxito del proyecto, porque no hay fracasos, sino experiencias que se pueden mejorar si todos aportan sus fortalezas para convertirlas en oportunidades.
 
No puede ser de otro modo, porque la sociedad del siglo XXI es una sociedad transformadora, una sociedad que aprende de forma constante, en la que el tiempo no se mide de la misma manera que hace diez años, en la que la atención necesita de la imagen, en la que lo virtual se confunde con lo tangible, en la que las TAC abren nuevas oportunidades. Si la sociedad está en constante cambio, ¿no debería estar el proceso educativo en el mismo nivel ? ¿No debe impulsar el cambio pedagógico acorde al cambio social el líder de la organización?
 
La vida diaria de los centros educativos, sin embargo, ralentizan este proceso. Un líder que se precie debería pasar buena parte del tiempo dedicado a la gestión en los pasillos, en la sala de profesores, en la cafetería del centro... ; es decir, allá donde esté el "proceso de producción" . Trabajamos con personas y para las personas, y las personas necesitan sentir cerca el impuso que proyecta la visión del centro. Deben compartir el mismo sueño

Pero la realidad que a menudo nos encontramos es que  el director de las escuelas e institutos deben invertir la mayor parte de su tiempo dando respuesta a los requerimientos administrativos, hay que rendir cuentas y las horas pasan, los aplicativos tienen fecha de caducidad, los programas de gestión deben diseñarse y los indicadores de evaluación deben estar listos. El tiempo aquí es importante, la tarea, a menudo, repetitiva en formatos diferentes, la presión de las metas aumenta con los objetivos y cuando el director sale del despacho ya no queda nadie en el centro. ¿Cómo es posible entonces gestionar las personas si no las escuchamos, ayudamos, impulsamos y compartimos? Un director no es un adivino, es una persona que obtiene la fuerza de los que tiene a su lado, su equipo es la fuerza y esa fuerza impulsa a aquellos  que quieran hacer de un sueño una realidad.
 
 
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