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De profesión, profesional
Artículo de opinión
Creo que no cabe dudar sobre la necesaria profesionalización de la función directiva, como tampoco de que ésta esté cargada de sobreactuaciones burocráticas. No hay más que ver la retahíla de planes que debe albergar un Proyecto Educativo de Centro y la Programación General Anual, que suele ver aumentada su tamaño, año tras año. Actuaciones que, entre sus logros, albergan el de llevar al Equipo Directivo a carecer de tiempo para desarrollar la dirección pedagógica o la gestión de personas, como diría Laszlo Bock (y a la extenuación, también).
La gestión de personas a través de una gestión horizontal no supone delegar responsabilidades, sino más bien que todos asuman las suyas. ¿Cuántos docentes se han molestado en refrescar cuáles son sus responsabilidades y derechos en las instrucciones de inicio de su curso, que la Administración de Educación correspondiente, tiene en gracia recordarnos cada curso escolar?
No hay centro de "calidad" que se precie de serlo que no cuente con un capital humano cuya extensión alcanza al personal administrativo, de servicios, al claustro entero, y cómo no, al alumnado y a las familias (ésos que solemos dejar para lo último, como si los centros los hubieran creado para nosotros, los docentes).
El tiempo de los latifundios gestionados por caciques hace tiempo que viene demostrando no ser estandarte de la cultura, y mucho menos, del desarrollo humano y en competencias del alumnado. Claro que necesitamos Equipos Directivos profesionalizados, como necesitamos docentes profesionales. Lo uno está ligado a lo otro, porque, si mal no recuerdo, es requisito imprescindible en todas las Comunidades Autónomas tener cierta experiencia previa como tal, para poder concursar al puesto vacante de dirección.
No nos equivoquemos, corren aires nuevos para la Educación, y todavía nos resistimos a pensar que nada cambiará. Las nuevas generaciones, y las que están por venir, no van a ser capaces de no luchar por una Educación Pública de Calidad, gestionada y desarrollada por profesionales convencidos de que su trabajo tiene un sentido y una trascendencia.
Dejemos los trajes viejos y anticuados de Director de Escuela, que mandaba y otros obedecían, que marcaba un estilo de educación y otros acataban. El liderazgo del Equipo Directivo responde a las necesidades de un Proyecto Educativo, que ha sido y está siendo elaborado y reelaborado por la comunidad educativa…, el Proyecto Educativo deberá continuar…, el Equipo Directivo, no necesariamente.
Claro que necesitan estar preparados para sus funciones, y éstas últimas revisadas, porque no se puede convertir a las personas en "super-X". Igual que se añaden funciones, habrá que quitar las que quedan caducas, inservibles, que han sido transferidas, o que, por su trascendencia, competen a toda comunidad educativa y a la Administración.
Habrá que contar con una formación específica, más allá de un cúmulo de horas certificadas, que en el mejor de los casos servirán para dar cuenta de que uno/a sabe por dónde van los tiros. Habrá que dar sentido práctico a los Planes de Formación de la Administración y al de los propios centros. Articularlos como ejes de cambio vinculados al Proyecto Educativo (a la escuela que queremos), no como respuesta a caprichos del Claustro, para formarse en inglés o en danzas africanas, como diría una buena amiga profesional de la Educación.
Pero vuelvo a insistir, de nada le valdrá al Equipo Directivo estar bien capacitado si no cuenta con un Claustro profesionalizado. Así que de vuelta a la piedra angular de la gestión de personas. Si el Equipo Directivo está capacitado para gestionar al Claustro, también lo está para decidir en última instancia qué parte de éste favorece o no el desarrollo del Proyecto Educativo. Pero, para entonces, ¿estarán dispuestos el docente/la docente y la Administración a escuchar sus propuestas de cambio?
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