La complejidad de las situaciones que afrontan los directivos de centros educativos requiere poner en juego conocimientos, procedimientos, actitudes y actuaciones estrechamente vinculadas a la dimensión emocional. La inteligencia emocional, más allá de la competencia propia determinada por un cargo directivo, permite el desarrollo de la conciencia y el autoconocimiento de manera que se pueden gestionar las emociones, a la vez que permite un desarrollo óptimo en el desempeño de una profesión que exige rigor, autocontrol, determinación y capacidad de liderazgo.
Es bien sabido que un elevado nivel de inteligencia emocional conlleva a un mejor control del estrés y a un aumento en el rendimiento laboral, por lo que se establece una influencia entre las habilidades emocionales y las estrategias de afrontamiento, como la supresión de pensamientos en la aparición del burnout y el desajuste emocional en el profesorado que además ha de compaginar su actividad docente con la de gestión.
La gestión propia del cargo directivo más la autogestión emocional en situaciones de estrés, requiere de una preparación que vaya más allá del afrontamiento de las multi-tareas que debe atender un profesional de la educación. Después de diversos estudios realizados con profesionales en activo de diferentes ámbitos de intervención social y educativa, en nuestra Facultad apostamos por una propuesta formativa en la que el coaching responde de manera efectiva a necesidades de liderazgo, de gestión emocional, de priorización de las tareas y de optimización del tiempo.
A continuación, destacamos algunas de las características esenciales que pueden hacer del coaching una herramienta útil en el trabajo con los directivos de centros educativos:
- La concreción: enfocándose a conductas que pueden ser mejoradas tanto en él mismo como en su equipo, sacando la grandeza de los miembros del claustro, mostrándose atento y abierto a propuestas que puedan ayudar a la consecución de los objetivos comunes.
- El diálogo: estableciendo conversaciones en las que se formulan preguntas y se intercambian ideas, trabajando a partir de técnicas creativas en las que un problema es estudiado desde diferentes perspectivas para buscar la mejor solución con la implicación de los miembros de la comunidad educativa.
- La flexibilidad: manteniendo una actitud de apertura sin perder de vista el objetivo de la organización, de manera que se diseñan acciones que permitan la consecución de las tareas optimizando el tiempo y los recursos existentes.
- La responsabilidad compartida: mostrando autenticidad ante el equipo, desarrollando las técnicas asertivas en su modelo comunicativo e implicando a todos los miembros en la resolución de las tareas.
- La especificidad de las acciones: retomando el rumbo atendiendo a objetivos claramente definidos y evaluables de manera que se priorice lo importante a lo urgente y se trabaje de manera proactiva y no reactiva.