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La formación permanente del profesorado en el camino a la excelencia

Artículo de opinión

  • 14/04/2016

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Teresa de Dios Alija, Directora de Formación e Innovación Docente de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid)
El profesor es un profesional en desarrollo, dotado de inteligencia, voluntad, sensibilidad y conciencia de sí, integrado por diferentes dimensiones (biológica, cognitiva, afectiva, social, espiritual). Como persona está conformado por aspectos físicos y psíquicos que la hacen único, singular e irrepetible y aspira a su propio desarrollo, durante toda la vida (lifelong learning), en tendencia a la plenitud. Por medio de la inteligencia puede conocer lo que las cosas son, por la voluntad puede llegar al autodominio de sí mismo y decidir cómo actuar, y gracias a la dimensión emocional puede tomar conciencia de la repercusión que sus acciones tienen sobre él mismo y sobre su entorno y por tanto llegar a ser responsable de sus actos.
 
La profesionalización "no constituye el estado final al que se encaminan las ocupaciones, sino que es más bien un proceso continuo que persigue el ejercicio útil y responsable (Darling-Hammong, 2005, 375).
 
La pretensión de un plan de formación efectivo debe ser acompañar al profesor en ese camino de desarrollo hacia la plenitud. Una de las posibilidades para hacerlo es contribuir al despliegue de determinadas competencias profesionales. Sin embargo, según apunta el último estudio internacional sobre  Enseñanza y el aprendizaje (TALIS, 2013) elaborado por la OCDE, los docentes reciben poco apoyo para su desarrollo profesional. Cuatro de cada cinco profesores están de acuerdo o muy de acuerdo en que no se les dan facilidades o incentivos para que participen en actividades de desarrollo profesional.
 
Efectivamente, una de las principales asignaturas pendientes de los centros e Instituciones educativas en España, es considerar la evaluación del desempeño docente como un proceso sistemático de análisis que permite por un lado, identificar el grado en que el docente pone en juego sus inquietudes, motivaciones  y competencias en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y por otro, detectar oportunidades de mejora de la actuación docente que pueden solventarse por medio programas de formación y desarrollo profesional, orientados al logro de la excelencia académica.
 
Una manera efectiva de comprender las inquietudes del profesor respecto a la enseñanza, como fuente de información para identificar sus motivaciones,  es identificar qué tipo de acciones suele realizar. La reflexión sobre la experiencia debe ser el punto de partida de la evaluación docente, necesaria para identificar las necesidades de formación y el desarrollo de cada persona.
 
Entendemos la competencia profesional como la posibilidad real que tiene, en el caso que nos ocupa, el profesor, de integrar datos, información, conceptos y conocimientos (saber-conocer), habilidades, destrezas, capacidades, aptitudes (saber hacer-poder), creencias, valores, motivaciones, actitudes, modos de actuación y hábitos (saber ser-querer), para tomar decisiones, poner en práctica el aprendizaje adquirido a través de la propia experiencia y mostrarlo en acciones, en contextos cotidianos reales y complejos. Se trata por tanto de la posibilidad que tiene cada persona de poner en práctica de forma integrada aquellos conocimientos adquiridos, aptitudes y rasgos de personalidad que permiten resolver situaciones diversas. El concepto de competencia va más allá de "saber" y de "saber hacer", incluye también "saber ser" y "saber estar". El hecho de ser competente exige el aprendizaje de conocimientos y la demostración práctica de habilidades, además implica la posibilidad de utilizar esos conocimientos y destrezas en contextos y situaciones diferentes, con una adecuada predisposición para hacer posible la mejor actuación en cada momento.  Esto requiere la comprensión, reflexión y discernimiento sobre la propia experiencia, que cada persona puede realizar por sí misma o con la ayuda de otros (seguimiento y feedback).
 
Entre las competencias que debe desarrollar todo profesor que se oriente al propósito último de la Educación, que es la formación integral de la persona, entendida como la contribución al desarrollo de todas las dimensiones (biológica, cognitiva, afectiva, social y espiritual), podemos destacar las cinco siguientes:
 
  1. Planificación y orientación de la enseñanza al desarrollo de la persona y al logro de  resultados de aprendizaje transferibles.  Esta competencia integra la definición y cumplimiento de un plan de trabajo exhaustivo para el logro de los objetivos de aprendizaje establecidos, la  implementación de estrategias y despliegue de planes de acción que orienten al logro de la misión educativa. Además propicia la búsqueda e incorporación de diferentes metodologías, técnicas y recursos para promover el aprendizaje situado y el despliegue de todas las potencialidades de la persona.
  2. Comunicación y transferencia del conocimiento: Comunicación clara, contextualización y transferencia del conocimiento para facilitar la reflexión sobre las propias experiencias  en la vida cotidiana.
  3. Trabajo cooperativo y en red: Trabajo colaborativo y fomento de alianzas inter y transdisciplinares que contribuyan al establecimiento de sinergias y a la identificación e impulso de buenas prácticas para la docencia.
  4. Orientación a la mejora personal y profesional: Reflexión sobre el propio proceso de mejora continua como docente, que incite a la participación en programas de formación, innovación y desarrollo que contribuyen a la excelencia profesional.
  5. Gestión responsable del cambio social. Se trata de hacer patente una actitud proactiva y flexible ante el cambio social necesario, mediante la implementación de procesos de enseñanza-aprendizaje que puedan facilitar la transformación significativa, realista y responsable de la sociedad.
 
El profesor que pretenda orientar su labor profesional a la enseñanza debe por tanto, poner el foco en su propia formación permanente. Los conocimientos teóricos son fundamentales pero no son suficientes, el docente excelente complementa el amplio conocimiento de la materia que enseña con las destrezas y actitudes necesarias para lograr involucrar en el proceso de  enseñanza-aprendizaje a todos los agentes que en el intervienen, principalmente a los estudiantes, pero también a otros grupos de interés que toman parte de la experiencia educativa (familia, círculos de influencia, agentes sociales, sociedad en general).
 
Mediante la evaluación, el feedback y el desarrollo de las competencias se forma a las personas no solo para que puedan realizar de manera excelente su labor profesional, sino también para que estén en disposición de desplegar un proyecto personal de vida.
 

 
 
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