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El sistema educativo finlandés. Una cuestión de confianza

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Ester Clemente Cerdá, Profesora de Secundaria y Bachillerato en el Col·legi Sant Roc de Alcoi (Alacant)
El pasado mes de julio tuve la suerte de participar en una experiencia Erasmus en Finlandia. Como parte del proyecto KA1 de movilidad para el profesorado, nuestro centro asistió a un curso sobre su sistema educativo en el cual se comparaba este con otros sistemas europeos: "Pisa: Finnish and european education systems" era el título de dicho curso.
 
Todos recordamos el famoso programa de Jordi Évole en que se nos contó de manera sencilla y amena cuáles eran las virtudes del sistema finlandés para que sus resultados en el Informe Pisa, año tras año, estuvieran en lo más alto del ranking. Por eso, ansiosa por conocer de primera mano tales "virtudes", aterricé en el aeropuerto de Joensuu un 10 de julio con la maleta llena de interrogantes por resolver. Después de mimetizarme con el ambiente- alquilarme una bicicleta y vestir ropa para cualquier imprevisto metereológico, puesto que el tiempo es muy cambiante-, me lancé a conocer la ciudad.
 
Con poco más de 5,5 millones de personas, Finlandia es un país extenso pero poco poblado, con miles de lagos y abundante vegetación. Y así fue. El entorno, precioso, apenas contaba con gente en sus calles y tiendas. También es cierto que coincidió la visita con la época de vacaciones.
 
El curso comenzaba el domingo, cosa que ya me resultó extraña, aunque la verdad fue más una presentación del programa y una toma de contacto con otros docentes de países como Polonia, Croacia, Irlanda e incluso Turquía. Pronto me di cuenta de que el ritmo acelerado por el cual nos caracterizamos los españoles, allí no tenía cabida. Yo seguía empeñada en conocer su fantástica metodología, sus puntos fuertes, su buen hacer y en resumidas cuentas, la clave de su éxito, pero eso no llegaba…
 
Había que relajarse, disfrutar de la experiencia -insistía el director del curso- y dejar fluir los acontecimientos. Sí, el relax es fundamental en la cultura finlandesa, y si en algún aspecto queremos parecernos a ellos el estrés debe desaparecer de nuestras vidas (parece bastante utópico). Tras ver algunos vídeos sobre su trabajo en el aula y después de haber visto sus instalaciones, empecé a darme cuenta de que nuestra metodología no dista tanto de la suya. La tecnología también está presente en nuestras aulas, cada vez se ven más las pizarras digitales, tabletas o portátiles en nuestros centros. ¿En dónde radica pues la razón de su éxito? ¿A qué es debido su alto rendimiento académico? Bastante sencillo, no hay secreto ni pócima mágica, su sociedad y las peculiaridades de ésta son la respuesta a nuestros interrogantes.
 
La sociedad finlandesa tiene como prioridad la educación, la considera una garantía de futuro, por eso invierte en ella, hasta el punto de que un estudiante que llega al nivel universitario, no habrá asumido absolutamente ningún coste a lo largo de toda su vida estudiantil. Además habrá tenido a los mejores profesionales -imprescindible haber cursado un máster o un doctorado para poder ejercer como maestro o profesor, independientemente de la etapa en la que desempeñe su labor-, a los que mejores resultados académicos tuvieron en sus estudios secundarios.
 
A estas premisas debemos añadir, como factor esencial, la total y absoluta CONFIANZA que se tiene en los docentes, a  los cuales no se les sugiere un programa ni una temporalización de contenidos, ni tampoco un currículo a seguir. No se plantea para nada que sean auditados o cuestionado su trabajo, no hay una inspección sobre su tarea, se sobreentiende que están preparados, que son los mejores y nadie, absolutamente nadie, lo duda. La profesión de maestro es la más valorada por su sociedad y es por eso que el gobierno pone al alcance de este colectivo los recursos necesarios para un desarrollo excelente de su trabajo. Las instalaciones, la creación de nuevos espacios de aprendizaje, el uso de la tecnología al servicio de la metodología, una ratio que nunca supera los 20 alumnos, la detección de dificultades de aprendizaje en edades muy tempranas, la existencia de asistentes en el aula que supervisen a los alumnos con problemáticas especiales,… Y podríamos seguir: una ley de educación elaborada per expertos en educación, que no cambia frecuentemente, una fuerte admiración por la figura del profesor, una clara apuesta por los Ciclos Formativos, muy valorados y con un gran porcentaje de matrículas,…
 
Ante todos estos hechos, no nos queda más que reflexionar, y así hice en mi largo camino de regreso. Tras una semana en Finlandia comprendí lo sencillas que son las cosas: si quieres un buen futuro para tu país, forma de la mejor manera a tus niños y jóvenes, solamente así serán capaces de construir una sociedad que les permita ser competentes, capaces de afrontar retos y obstáculos y que sobre todo les haga sentirse felices.
 
En fin, en total CONFIANZA, practicar la austeridad con la educación, tal vez no es el camino, sí lo pueda ser, en cambio, dar las herramientas necesarias a profesores y maestros para garantizar un futuro mejor para nuestros alumnos. De lo contrario, de lo único que podremos sentirnos orgullosos es del alto grado de satisfacción que muestran nuestros estudiantes con sus docentes. De eso, carece Finlandia, y eso… también lo dice el Informe Pisa.
Bueno, por algo se empieza.
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