El empoderamiento de los principales protagonistas de la orientación ( la juventud) pasa por contemplar las superestructuras de los sistemas políticos, educativos y sociales. Ahora mismo, la intervención orientadora ya traspasa las barreras de la atención individual y se debe atender a la globalización que dificulta, y mucho, las tareas orientadoras.El mundo es más "líquido" y exige un planteamiento integral del desarrollo de las competencias y de las habilidades para la gestión de la propia carrera profesional. Planteamiento que pide, a la vez, una rapidísima actualización de los profesionales de la orientación; de hecho estamos cambiando de era. Aunque la sociedad exige cada vez más especialización, comprobamos que las tasas de abandono de los estudios son alarmantes. La escuela y la universidad no acaban de encontrar las fórmulas para evitar el abandono a todos los niveles. Ese abandono produce distorsiones económicas y laborales. Y las administraciones continúan sin contar con los buenos equipos de orientación (actuando sinérgicamente) y no saben crear herramientas adecuadas que fomenten la permanencia. Por otro lado, la migración desequilibra los planes y programas de atención a la hora de cualificar al nuevo alumnado. Finalmente, vale la pena pensar el papel que deberia jugar la orientación, como sistema, en la consecución de la justicia social, de la equidad y de políticas integradoras más efectivas. El ascensor social sigue sin subir y la ciudadanía aún no es todo lo crítica que sería de desear. Sería complejo explicar aquí qué programas son interesantes para empoderar a la juventud en una participación social y laboral. Seguramente llegará un día en que orientadores y administración puedan trabajar a la par y diseñar recursos, herramientas y teorías acerca de la verdadera democratización de la educación.
