En el caso concreto de los menores de 30 años, hay algunas características específicas, que son las que abordamos en esta reflexión. Aunque las oportunidades laborales no son las mismas para un joven sin el título de la ESO que para uno con estudios universitarios, los dos tienen dificultades hoy en día para encontrar trabajo.
Algunas de las principales dificultades para acceder al mercado laboral son:
- La falta de experiencia: encontrar el primer trabajo siempre ha tenido aquella dificultad añadida. Y desgraciadamente, resolver esta cuestión no depende de uno mismo.
- La tasa de fracaso escolar supera índices deseables alcanzando en los últimos años el 29%. Es decir, casi uno de cada tres jóvenes no consigue el título obligatorio de secundaria.
- La educación en la cultura del no-esfuerzo, la baja tolerancia a la espera y a la frustración. La actual generación joven ha crecido en la abundancia y están muy acostumbrados al "lo quiero-lo tengo".
- La generalización negativa del concepto "joven", como no comprometido, no esforzado, problemático, etc.
Evidentemente, si fuera fácil no estaríamos hablando del tema. De la misma forma que las causas son múltiples e interrelacionadas, también lo son las posibles soluciones. La responsabilidad es de toda la sociedad. No nos podemos permitir echar a perder toda una generación. Administración pública, empresas y sociedad en general, cada uno debe asumir su parte y aportar su grano de arena.
- Deberíamos aprovechar el dispositivo de Garantía Juvenil, para que no quede en papel mojado.
- Reforcemos el sistema educativo: cuando son tantos los que no llegan a los objetivos, es evidente que está fallando "algo más" que los propios jóvenes.
- Potenciemos la formación profesional básica: no puede ser que un tercio de los jóvenes queden fuera del circuito y sin posibilidades de formarse en una profesión.
- Regulemos y aumentemos la oferta de formación profesional básica y media.
- Conectemos de manera efectiva los estamentos educativos y laborales.
En cuanto a la sociedad en general, la cultura del esfuerzo se está diluyendo. Ahora, estos jóvenes se ven ante un mercado de trabajo que no se lo pone fácil para acceder y con pocos recursos personales para afrontar la situación. El papel de víctima no les ayudará y lo que no aprendieron en la infancia lo tendrán que aprender ahora. No les queda más remedio. En todo caso, miremos de no perpetuar el modelo en generaciones futuras. Familias, escuelas, clubs deportivos, centros de tiempo libre, etc. Todos y todas estamos implicados.
Seamos valientes y destinemos los recursos que sean necesarios. Si estos jóvenes no llegan a poder incorporarse a un puesto de trabajo que les permita vivir de manera autónoma, el coste social, económico y moral que tendremos que pagar será mucho más elevado.