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¿Cómo podemos empoderar a los jóvenes para que participen en la transformación del mercado laboral?

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Verónica Méndez López, Jefa de Estudios de Innovación en Formación Profesional (iFP) (Barcelona)
Que el mercado laboral actual nada tiene que ver con el de hace unas décadas está claro. En los últimos años, hemos visto cambios sociales, económicos, tecnológicos y también éticos, provocados por la crisis económica y de valores y también se ha intensificado un proceso de precarización del mercado laboral, que ha empeorado de manera general las condiciones medias de los/as trabajadores/as en España.
 
En este entorno cambiante, turbulento, con revolución tecnológica y crisis ideológicas incluidas, el segmento de los jóvenes ha sufrido de manera especial. No sólo es el grupo con mayor tasa de desempleo (a todos los niveles), sino que se mantiene en el tiempo, puede enquistarse e impulsar a este colectivo hacia la vulnerabilidad social y económica. Esta problemática no sólo frustra las carreras profesionales sino las vitales también. Además, hablamos de unos jóvenes con tasas de fracaso y abandono escolar temprano que doblan a las de la Unión Europea. Jóvenes que no responden a la clásica campana de Gaus en el mercado laboral, sino a una función asimétrica con una resaltable polaridad entre un grupo con un nivel formativo bajo y una tasa de desempleo muy elevada, y otro grupo con jóvenes muy cualificados pero subempleados o en desempleo. Jóvenes con grandes dificultades para obtener su primer trabajo y con elevados porcentajes de temporalidad y trabajo a tiempo parcial no deseado.
 
Ante este contexto, ¿cómo podemos empoderar a los jóvenes para que participen en la transformación del mercado laboral?
 
Siendo juez y parte en esta transformación, haciéndolos protagonistas. Adaptando su perfil laboral a las nuevas competencias requeridas en el mercado para mejorar su empleabilidad a la vez que intentando influir en el mercado de la mano de la necesaria adaptación de las empresas a las nuevas maneras de hacer de los jóvenes (tecnológicas, de consumo, de hábitos, etc.).
 
Animándolos a formarse, a formarse y a formarse. Y, sobre todo, teniendo en cuenta que la formación no sólo está en las facultades universitarias sino también en la formación profesional, donde existen claros déficits de perfiles que demanda la economía. Olvidarse del estigma de la formación profesional, apostando por una formación de calidad, adaptada a las demandas del tejido productivo y, a poder ser, dual en colaboración con las empresas. Fortalecer sus capacidades es imprescindible para empoderar a este colectivo para que consiga cambios positivos.
 
Orientándolos para convertir la revolución y evolución digital y tecnológica en oportunidades. Oportunidades de mejora de su empleabilidad, de autoempleo ofreciendo nuevos productos y servicios desde su perspectiva de nativos digitales, etc.
 
Abriendo su perspectiva de carrera profesional: del trabajo por cuenta ajena al propio, del contrato indefinido para toda la vida a la orientación al cambio, al espíritu empresarial y a la innovación, entre otros. De alguna manera ampliando su visión vital profesional.
 
Orientándolos para que mejoren sus competencias. Introduciendo formación relacionada con aquello que demandan las empresas que, además de conocimientos, son habilidades y valores. Entre otros: habilidades comunicativas, tecnológicas y sociales. Valores relacionados con el espíritu innovador, la versatilidad, la polivalencia, la orientación al cliente, a los resultados, el optimismo, la ilusión o la motivación, por ejemplo.
 
Animándolos a escuchar activamente: al mercado, para conocer sus requisitos y demandas y a los profesionales de la orientación laboral y profesional, que son guías imprescindibles para el viaje de inicio y consolidación de su proyecto ocupacional.
 
Así, los jóvenes pueden y deben ser protagonistas del mercado laboral, de su transformación, de sus nuevas demandas y de sus nuevas ocupaciones de la mano de la evolución social, económica y tecnológica. De la mano de un/a guía, como puede ser el orientador/a profesional, pueden y deben conseguir las capacidades para empoderarse y mejorar su posición en el complejo mercado laboral actual. Empoderarse para promover la igualdad de oportunidades que ayude a impulsar cambios positivos en las situaciones en las que viven.
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