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"El CEE protege; la Empresa de Economía Social aporta un plus, hace tejido productivo y genera buena vida para colectivos heterogéneos y frágiles"
Entrevista
¿Cuáles son los principales retos a los que debe hacer frente un Centro Especial de Empleo?
Los CEE en Catalunya se crearon en la transición del franquismo. Fueron obra, principalmente de dos homenots catalanes, Miguel Núñez del PSUC y Ramón Trías-Fargas de Convergencia. Desde visiones humanistas dispares pensaron en la protección laboral del disminuido.
Ahora, en otro contexto político y laboral los retos del trabajo protegido son otros. Los CEE afrontan la desregulación del mercado laboral y lo que llamamos la sociedad del rendimiento. Esta sociedad del rendimiento o también sociedad del cansancio, pensada por el sociólogo Han, es una ficción asesina, encubre la pasión de reconvertir la industria, los servicios y sus productos en cifras financieras. Esta pasión es destructiva, no solo para el tejido productivo y laboral de antaño, también para las personas. Otro sociólogo, Richard Sennett, habla de la corrosión del carácter de los trabajadores en el capitalismo impaciente. Y más aún para las personas con fragilidades mentales, personales o sociales.
Por lo tanto el gran reto del mundo del trabajo protegido es la constitución de tejidos de economía social que articulen de manera novedosa la formación, el trabajo, el plan de carrera y la soledad en la vida contemporánea.
¿Qué acciones y recursos contribuyen a mejorar la integración laboral de las personas con enfermedad mental?
Las personas con enfermedad mental son personas con mentalidades diversas. Cuesta recordar que su llamada enfermedad, o su falta de salud, no son como la enfermedad orgánica.
La formación en el trabajo, lo que llamamos habilitación y capacitación, y el lazo social son dos grandes acicates para su proyecto de vida.
La articulación de negotium y otium de los clásicos, la ocupación y la vida buena, permiten metamorfosear la enfermedad mental en trabajador y ciudadano. Y esto se consigue en una empresa de economía social, antaño en una fábrica con aprendices y encargados razonables.
En este sentido, ¿qué actividades concretas llevan a cabo en la Fundació Cassià Just?
La gente de la Cassià tiene dos misiones, la acción de una empresa de economía social, CUINA JUSTA, dedicada a diversos nichos de negocio en el mundo agroalimentario –cultivos de proximidad, menús transportados, menús en cocinas externas, cuarta gamma, quinta gamma, catering de calidad- y Recerca i desenvolupament, dedicada a la investigación en temas de familia, adolescencia y juventud y la puesta al día del paradigma de la recuperación en salud mental.
Por un lado somos empresa que responde a necesidades personales, que produce impacto social, que hace buenos productos y facilita la participación. Y por otro rehacemos dispositivos de orientación y acompañamiento. Dispositivos que encarnan el to be cure, el tener cuidado de las fragilidades de la época.
Uno de los objetivos de la Fundació Cassià Just es transformar un CEE en una empresa de Economía Social. ¿Qué diferencia existen entre ambas?
Agradezco la pregunta. Volveré a insistir. El CEE protege, no es poco. La empresa de economía social aporta un plus, hace tejido productivo y genera buena vida para colectivos heterogéneos y frágiles. Son dos mundos en continuidad… El CEE es un gran producto del capitalismo social, la EES combate el capitalismo impaciente que destruye empresas y vidas.
La EES es combativa, es un instrumento, un agente, de la sociedad del bienestar. No reclama recursos, invita a la colaboración y a la complicidad de las administraciones y de la comunidad. Facilita la responsabilidad social.
¿Qué competencias deben desarrollar los profesionales de una empresa dedicada a la Economía Social?
La EES es un mundo de cogobernanza. Es un mundo nuevo construido entre la gente de empresa y la gente del tejido sociosanitario. Es una nueva institución que conjuga la producción, tanto de objetos como servicios, y la acción social y sanitaria de nuevo cuño.
El nuevo mundo sociosanitario tiene un combate principal, desenmascarar la concepción biopolítica de la vida. Este imperativo que, por confusión, comparten políticos y ciudadanos, esta concepción de que lo más importante para la sociedad es la seguridad, el control y la salud, es otra ficción del connecting people. Encubre los negocios de tecnogestión con el cuerpo de las personas aisladas. La vida precisa de solidaridad en el territorio y la comunidad. Es la manera más adecuada de promover la buena vida. Ofrecer salud no es, en principio, un bien. Como descubren estudios críticos opuestos a la biopolítica, el imperativo de la salud puede generar enfermos crónicos.
Un reto importante para la agenda de salud mental europea con objetivos para el año 2020 es saber hacer con los colectivos identificados como pacientes crónicos complejos. Son colectivos que a menudo se producen por iatrogenia, por mala gestión, por la costumbre de pasivizarlo en lugar de convertirlos en protagonistas de su proyecto de vida.
Según Ana Cohi, presidenta de la Fundación Empleo y Salud, "el colectivo de personas con Trastorno Mental, ha llegado en comparación con otros grupos de discapacidad, más tarde al acceso al empleo". ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿A qué cree que es debido?
Los grandes avances en salud de finales del siglo XX reconvierten el cuerpo y la vida en un organismo que tiene el deber de funcionar bien. Es parte del decálogo de la biopolítica.
Y la sociedad, consecuentemente, piensa que cuando alguien tiene una enfermedad le conviene reposar. Esta convicción se suma a los prejuicios históricos y estigmatizadores sobre el loco de antaño.
El loco moderno, el enfermo mental, debe reposar, y, si puede ser, lejos de los espacios sociales… De nuevo estamos en las tácticas de segregación. Ahora en nombre de la salud del ciudadano pasivo. Más allá del higienismo ahora vivimos en el zenit del furor curandi. Sus efectos son notables, los procedimientos de la era del medicalismo o psicologicismo. El imperativo es que el individuo funcione.
¿Considera que la sociedad tiene prejuicios respecto a la integración laboral de personas con enfermedad mental? ¿Cómo se puede mejorar esta percepción?
El prejuicio nos protege de la infección o del contagio. Antaño era pensado según las costumbres sanitarias aprendidas en las epidemias infecciosas, ahora según los cálculos sobre el trastorno o la afección de la mentalidad.
Hay temor. Estar con locos enloquece la vida, te hace perder la serenidad. De hecho muchos piensan que los otros son los locos y la cordura solo se logra en la vida individual.
Nosotros tenemos una cierta pasión por el saber hacer de la lengua inglesa. Nos gusta saborear una palabra genial, la evidence. Los ingleses saben recortar lo que es evidente en el hecho humano, o sea, lo que se repite y no se entiende un carajo, diríamos en castellano palatino.
Hacer en el lazo es la mejor apuesta por la lucha contra el estigma. Trabajar, vivir, hacer con otras mentalidades enriquece el mundo.
Por último, ¿cómo se trabaja la orientación académica y profesional en los Centros Especiales de Empleo?
Afortunadamente este asunto es consecuente con las elecciones que los profesionales, gente de oficio, hacen. Tomamos nota de la tradición de los gremios y creemos en eslóganes como la faena bien hecha traspasa fronteras. El trabajo en la tradición de los gremios hace aprendices con futuro.
Y en la Cassià Just escogemos la práctica a varios para construir el tejido empresarial entre unos y otros. Cada uno sabe de lo suyo y poco de lo que compite a los demás, tanto en la vida como en la capacidad profesional. La participación enriquece, impulsa el proyecto.
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