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Luces y sombras de la relación empleo-formación
Artículo de opinión
Refiriéndose a la iniciativa pública, la preparación referida a este tipo de profesiones presenta dos facetas: a) La formación clásica basada en los estudios universitarios y b) la preparación específica, más cercana al "oficio" que a la profesión. La primera se mantiene y no ha variado demasiado en estos 20 últimos años; la segunda es más deficitaria y un tanto desordenada y atomizada. Es por ello que emergen iniciativas privadas (caras) que contribuyen a aumentar las diferencias entre personas muy cualificadas y personas menos cualificadas.
Las novísimas profesiones (incluyendo los oficios) por su novedad y exigencia de nuevas competencias laborales, reclaman de la organización política una planificación previsora, una reflexión sobre planes de estudios más dirigidos a la reorientación de personas que ya están ejerciendo una profesión concreta y un enmarque social que recoja a las poblaciones en más riesgo.
Esta brecha resulta, como afirma la OIT, en un aumento de la desigualdad no sólo por género sino también por edad. Y esta tendencia continuará por falta de información y de acercamiento a las capas de la ciudadanía menos formadas. De hecho hay oferta pero no todo el mundo puede acceder a una formación idónea ni todo el mundo sabe como reconstruir la formación previa. Por eso, se impone con cierta urgencia redefinir la formación y habilitar mecanismos más socializados -para atender a los jóvenes en situación de paro y a las mujeres, por ejemplo-; faltaría también revisar los planes formativos de la formación profesional de primer grado y de segundo grado, para adecuarlos a las necesidades sociales previstas a medio plazo; se deberían mejorar los métodos para el reconocimiento de competencias adquiridas por la experiencia; y se habría de acercar a la población convencional una información continuada de cómo van variando los oficios y las profesiones y cómo van variando sus exigencias personales y competenciales.
El sector servicios, en general, pide que los profesionales de la ayuda adquieran habilidades y competencias de sutil clasificación y delicada intervención formativa. Los planes de estudio de una oferta formativa futura deberían también facilitar la convalidación de saberes y de experiencias adquiridos para facilitar la transición de un oficio a otro, de una profesión a otra, y una orientación que conectara el bagaje adquirido con las exigencias profesionales. La oferta formativa habría de replantearse los precios de la formación para las clases medias y bajas. En fin: Para que nos entendamos: democratizar, de verdad, la formación.
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