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¿Es necesaria una mayor participación de las familias en la escuela?

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Maria Carme Boqué i Torremorell, Profesora de FPCEE-Blanquerna de la Universitat Ramon Llull (Barcelona)
Antes de dar respuesta a esta pregunta debemos aclarar que escuela y educación no son vocablos equivalentes, puesto que la educación va mucho más allá del centro educativo. Esta distinción es necesaria porque nos permite afirmar taxativamente que tanto las familias como la escuela deben educar, como también lo debe hacer la sociedad en su conjunto. La tarea de educar y educarse requiere, por lo tanto, la conjunción de distintos agentes (amigos, familiares, docentes, compañeros de trabajo, grupos de ocio, periodistas, etc.) que se ocupan de cultivar pluralidad de aspectos vinculados con el desarrollo de cada persona. No obstante, ambas instituciones, familia y escuela, compiten hoy en día con los modelos que difunden los mass media y las redes sociales. Y la impresión general es que van perdiendo.
 
Dicho esto, no cabe duda alguna acerca de la conveniencia de establecer alianzas entre familia y escuela para lograr que niños y jóvenes se desarrollen a buen ritmo y de manera armónica. Por un lado, se habla de complicidad, de corresponsabilidad y de participación activa. Pero, por el otro, se barajan cuestiones como la difícil conciliación laboral y familiar, el uso de la escuela como parking y el derecho a la privacidad en ciertos ámbitos formativos, como por ejemplo, el de los valores. En consecuencia, conjugar estas necesidades encontradas no resulta nada sencillo y, menos aún, cuando la familia lo espera todo de la escuela y viceversa.
 
¿Por dónde empezar? En este caso, la respuesta es fácil: por la confianza mutua. Así, la implicación de la familia en la escuela no solo redunda en el progreso y bienestar infantil (mejora de la autoestima, incremento del rendimiento académico, relaciones padres hijos más positivas, sentido de pertenencia), sino que también aumentan las competencias educativas de las familias que se implican en el centro.
 
Los escenarios para la participación van desde situaciones de intercambio espontaneas e informales, hasta aportaciones estructuradas y perfectamente planificadas. Algunos de los ejemplos más comunes serían:
  • Contacto cotidiano: momento de proximidad e intercambio de información en que se suelen tratar incidentes, dudas y cuestiones puntuales. También se pueden usar comunicados o notas diarias vía agenda, cuaderno, cartelera, intranet, etc. Su función es seguir el pulso del día a día para atender mejor las necesidades de los niños.
  • Circulares: se usan para pedir la colaboración de las familias en actividades académicas, bien sea facilitando material o ayudando a los hijos a recabar información sobre algún tema, también notifican modificaciones en la actividad escolar, excursiones y visitas, actividades para las familias, reuniones escolares, etc. Sirven, sobretodo, como canal informativo.
  • Entrevistas personales: momentos de diálogo indispensables para el intercambio de información, establecimiento de acuerdos, revisión del progreso de cada alumno, detección de necesidades y escucha mutua familia-escuela. La función de estas entrevistas consiste en apoyar el progreso individual de cada niño o niña.
  • Orientación a las familias: espacio de reflexión y análisis de problemáticas específicas, bien a demanda de la familia o del centro, que suele requerir la presencia de otros profesionales. Esta modalidad de entrevista personal sirve para actuar de común acuerdo cuando se necesita prestar atención a algún aspecto concreto de la evolución del niño o niña.
  • Deberes y tareas académicas: aunque no se ha demostrado la efectividad de las tareas en casa, la gran mayoría de centros ponen deberes. Generalmente, son las familias quienes supervisan estas tareas dando mayor o menor autonomía a sus hijos e hijas. Su verdadera función sería generar un espacio para el aprendizaje autónomo gracias a la preparación y revisión individual de conceptos.
  • Actividades en el aula: permanencia libre en el aula en los momentos de entrada y salida, asistencia a fiestas, actividades lúdicas y celebraciones, invitación  a acudir a sesiones de clase, intervención directa aportando conocimientos y experiencias o responsabilizándose de talleres, etc. Aquí se pueden distinguir dos funciones distintas, la primera, mostrar transparencia y abertura por parte de la escuela, que ofrece a los padres y madres la posibilidad de conocer lo que sucede en el aula; la segunda, reconocer y aprovechar los saberes y la capacidad educadora de las familias.
  • Actividades colectivas integradas en la programación del centro: reuniones informativas dirigidas a todo el grupo (inicio de curso, colonias, etc.), acompañamiento en excursiones y fiestas, asistencia a conferencias y charlas sobre temáticas educativas actuales, espacios abiertos al debate (café, tertulia, lectura, taller, etc.). En este tipo de actividades la función de las familias es, casi siempre, de apoyo a la escuela y de autoformación.
  • Jornadas de puertas abiertas: sirven para dar a conocer el proyecto educativo de la escuela, sus instalaciones, servicios, etc. y van dirigidas a las familias de futuros alumnos. Sirven para promocionar el centro.
  • Web, intranet y telefonía móvil: estas tecnologías abren una ventana al exterior  fomentando la transparencia, aproximando la cotidianidad del centro a la comunidad educativa y facilitando la comunicación virtual. También se usan para la actividad académica.
  • Periódico o revista de la escuela: se trata de un medio de expresión en que colaboran familias, docentes y alumnos, favoreciendo una modalidad de participación transversal. Además, la revista, la radio, el blog u otros medios de comunicación llegan a toda la comunidad, creando sentido de pertenencia.
  • Órganos de gobierno o participación formal: como el consejo escolar, la junta económica, las comisiones, equipos de mediación, etc. que requieren la implicación de los distintos sectores de la comunidad educativa en la toma de decisiones. Su función consiste en gobernar colegiadamente el centro, con lo que la composición de dichos órganos de participación es mixta.
  • AMPA: la asociación de padres y madres es la encargada de liderar múltiples actividades, iniciativas y servicios. El AMPA es la base para la creación de tejido social y de participación activa de las familias y aspira a conseguir la implicación voluntaria de padres y madres y madres en las múltiples tareas que acomete, algunas de carácter lúdico, otras más funcionales y con tendencia a la semi-profesionalización.
  • Actividades extraescolares: suelen canalizarse a través del AMPA, que gestiona contratos laborales, cuotas, asume responsabilidad por daños, etc. o mediante entidades contratadas a tal efecto. Hoy en día, estas actividades ocupan a la mayor parte del alumnado e implican un fuerte compromiso que suelen asumir unos pocos padres o madres. Su función es doble, ya que se trata de alargar el horario de permanencia en el centro y, también, de favorecer espacios de convivencia y desarrollo relacionados o no con materias académicas (teatro, deporte, informática, inglés, etc.).
  • Escuelas de padres y madres: se trata de ofrecer diferentes modalidades de formación (talleres, seminarios, conferencias) expresamente dirigidos a las familias que vuelven a la escuela a aprender. Su misión consiste en actualizar los conocimientos de las familias al tiempo que se crean y fortalecen los vínculos entre las mismas.
  • Apoyo entre familias: acogida y acompañamiento entre iguales, evitando que la asistencia a las familias fragilizadas quede únicamente en manos de servicios sociales y contribuyendo, así, a su integración en el centro. Estas prácticas requieren formación previa por parte de las familias ayudantes y su función es, como ya hemos dicho, prestar ayuda no profesionalizada.
  • Abertura al entorno: participación en actividades dirigidas a la infancia y uso de recursos educativos próximos donde la labor educativa continúa (bibliotecas, ludotecas, museos, teatros, grupos de ocio, equipos deportivos, etc.). En un mundo globalizado el contexto local no ha dejado de ser el espacio donde se vive, con lo que su riqueza constituye el capital social con que una determinada comunidad cuenta. El objetivo de abrir la escuela al entorno no es otro que fomentar la participación ciudadana.
  • Reivindicaciones educativas: implicación de las familias en las demandas de mejora para la escuela (espacios físicos, equipamientos, recursos humanos, etc.) y también en reivindicaciones de mayor calado educativo. La educación no deja de ser un bien común sujeto a decisiones políticas que, en nuestro país, se caracteriza por el cambio continuo y la inestabilidad.
  • Comunidades de aprendizaje: algunos centros necesitan contar con las familias para cambiar el entorno social y aumentar las oportunidades educativas de niños y jóvenes. En las comunidades de aprendizaje todos aprenden y todos enseñan, las puertas del centro permanecen abiertas al barrio y entre todos se trabaja para gestionar el cambio deseado. La misión de las comunidades de aprendizaje consiste en luchar por la equidad, la excelencia y la igualdad de oportunidades a través de de la educación.
Finalmente, tan solo subrayar que la verdadera participación requiere motivación (querer participar), formación (saber participar) y oportunidad (disponer de estructuras organizativas y canales efectivos de participación).
 
Más información en:
 
Generalitat de Catalunya. Departament d'Ensenyament. Família i escola. Junts x l'Educació.
http://familiaiescola.gencat.cat/ca
Fundació Jaume Bofill. El paper de les famílies en la millora de l'escola i del sistema educatiu.
http://www.fbofill.cat/publicacions/el-paper-de-les-families-en-la-millora-de-lescola-i-del-sistema-educatiu
Pañellas, M.,  Alguacil, M., & Boqué, M.C. (2010). Family involvement as a priority element in high school. International Journal of Teaching and Case Studies, 5 (3/4), 301-314.
 
 
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