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Colegios inclusivos y padres participativos

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Jorge Márquez Cuesta, Presidente APA Colegio Abat Oliba Loreto (Barcelona)
Los padres son los principales responsables de la educación de los hijos y de ellos se debe esperar un ejercicio pleno de este cometido, con el haz de derechos y obligaciones que ello lleva aparejado. Actualmente, dos son los órganos a través de los que se canaliza la participación de las familias en los centros: el Consejo Escolar y la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA). El primero es el instrumento de participación de las familias en los centros escolares y un órgano de encuentro de la comunidad educativa para el debate, la reflexión y la mejora del sistema educativo. Por su parte, el AMPA es el órgano representativo de los intereses de los padres, madres y tutores legales y, en buena medida, sirve para promover los intereses de la familia y lograr que sus hijos reciban, en el entorno escolar, una formación acorde con sus propias creencias y convicciones.
 
Estas estructuras permiten integrar a las familias en la vida del centro e incorporar su determinante opinión a la toma de decisiones, de modo que se hagan visibles en el sus opciones y preferencias. Esta participación constructiva debe procurarse sin que vaya en detrimento de la eficiencia y la funcionalidad, y preservando el equilibrio entre todos los sectores integrantes de la comunidad escolar.
 
Uno de los retos que se plantea en nuestros días es imprimir dinamismo a estas herramientas para hacer realidad el ideal de una participación activa de los padres en la vida del colegio, pues los hechos demuestran, y los estudios sobre la materia lo corroboran, que la implicación de las familias redunda positivamente en la formación de los hijos personal y académicamente. A mayor implicación de los padres con el colegio, mayor autoestima, mejor rendimiento escolar y más satisfactorias relaciones entre padres e hijos. En este sentido, las instituciones educativas deben preocuparse de que las familias reciban información clara y transparente y de que dispongan de los medios para dejar constancia de sus puntos de vista. En este sentido, en el contexto de la sociedad conectada, es casi un imperativo la habilitación de tecnologías que permitan una comunicación más fluida con el AMPA y desde el AMPA.
 
Conviene detenerse en el asunto de la transmisión de la información. Ésta debe facilitarse ágil y puntualmente. Sólo así se consigue una apertura real del centro a la comunidad educativa. El colegio debe ser punto de convergencia y poner todos sus esfuerzos en que haya una unidad de criterio entre todos los actores implicados. La relación entre los centros educativos y sus comunidades se considera un elemento nuclear vertebrador del desarrollo formativo del alumnado y por ello es importante que haya una sintonía en lo esencial.
 
Todo lo expuesto requiere del concurso de unos padres concienciados de lo insustituible de su papel, de lo trascendental que resulta su presencia activa en el colegio de sus hijos.
 
En este aspecto de la concienciación, el centro también puede aportar un valor añadido al hecho educativo si pone todo su acervo al servicio de las madres y los padres. En nuestro tiempo, más que nunca, éstos se hallan necesitados de orientación, pues no son fáciles las problemáticas a las que han de hacer frente:  comunicación y diálogo en la familia, resolución de conflictos, prevención de la violencia, autoestima, fracaso escolar, consumo responsable, prevención sobre las drogas, el abuso de las nuevas tecnologías, etc.
 
La promoción por parte de los colegios de las llamadas ‘escuelas de familias' puede ofrecer una respuesta a estas inquietudes. Nadie nace educador, tiene que aprender a educar. En el caso de padres y madres se va aprendiendo sobre la marcha, a medida que se superan problemas o que aparecen situaciones imprevistas. Pero también, es fundamental la reflexión sobre la experiencia propia y la ajena para que la acción de los padres sea más eficazmente educadora. Hasta el que se cree ya suficientemente formado debe contrastar o enriquecerse con las ideas y experiencias de los demás. Las escuelas de padres constituyen un punto de encuentro casi imprescindible para afrontar de manera adecuada los complejos desafíos que comporta la educación de los hijos.
   
No se ha de olvidar que la educación, que para los hijos es un derecho, constituye un deber para los padres. No se debería confundir la instrucción cuyo peso recae fundamentalmente en los profesores, con la educación, responsabilidad casi absoluta de los padres a la que el colegio, eso sí, debe ayudar con todos los medios a su alcance.
 
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