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Jubilación activa y salud
Artículo de opinión
El proceso de envejecimiento debe plantearse desde una perspectiva biopsicosocial, a partir de la integración de los cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales, que serán únicos y específicos para cada persona, teniendo en cuenta que hay puede haber deterioro, pero también estabilidad e incluso crecimiento. En este sentido, es fundamental fomentar la prevención, teniendo en cuenta la importancia de controlar los factores de riesgo cardiovascular, realizar actividad física, disfrutar de una buena alimentación, dormir bien, entre otros. Asimismo, estudios recientes plantean, cada vez más y de una manera más concluyente, los efectos beneficiosos de la actividad cognitiva general, ya que contribuyen el desarrollo de la capacidad de reserva cognitiva, la cual puede mitigar los efectos los cambios cognitivos asociados a la edad, favoreciendo, a su vez, cierta protección contra el inicio de un proceso neurodegenerativo. Por tanto, los esfuerzos, en la actualidad, deberían dirigirse a favorecer el envejecimiento saludable, para incrementar la autonomía y el bienestar en la vejez, tanto a nivel individual, como familiar y social (Bruna, Roig, Puyuelo, Junqué y Ruano, 2011).
El trabajo constituye una de las condiciones que acompañan a las personas en gran parte de su vida y está considerado como una de las más importantes fuentes para atender a las necesidades humanas, tanto individuales como sociales. El progresivo envejecimiento de la población repercutirá tanto en la jubilación como en las previsiones sobre atención sanitaria, por lo que es preciso fomentar el envejecimiento activo y productivo, con la finalidad de favorecer la salud y la contribución de las personas mayores al desarrollo (Fernández-Ballesteros, 2008).
La jubilación se presenta como un cambio de vida y de roles sociales, pudiendo ser experimentada por cada persona de muy diversas formas. En algunos casos, puede ser percibida como una transición potencialmente negativa o una situación conflictiva ante la que el individuo debe adaptarse, o bien, otras personas pueden vivir esta situación social como el paso a una nueva etapa en la vida que les permite recuperar un precioso tiempo libre para poder dedicarse a otras actividades. Además, si la persona puede elegir el momento de su jubilación, ello puede ser percibido como un hecho controlable, compensando los posibles efectos negativos. Estas dos formas de percibir la jubilación dependen en gran medida de factores personales y económicos y para evitar la posible vivencia negativa, es fundamental la existencia de programas de preparación a la jubilación, con la finalidad de ofrecer estrategias de afrontamiento relacionadas especialmente en cómo invertir el tiempo libre y fomentar la interacción social, favoreciendo así el envejecimiento activo y productivo (Fernández-Ballesteros, Moya, Iñíguez y Zamarrón, 1999).
Se ha descrito un modelo explicativo, desde el punto de vista psicológico, en el que se incluyen diversas fases a través de las cuales las personas se adaptan a la jubilación. La primera fase adaptativa, la prejubilación, se caracteriza por la existencia de fantasías anticipatorias que el trabajador construye sobre cómo será su vida de jubilado estando todavía en activo. Una vez se ha hecho efectiva la jubilación, esta fase puede experimentarse como un período de euforia y liberación asociada al abandono de las obligaciones laborales, como la simple continuidad con las actividades de ocio previas a las que se les dedica más tiempo o simplemente como un período de relax y descanso asociado al abandono de las obligaciones laborales. En la etapa de desencanto se puede experimentar un cierto desengaño, al comprobar que la realidad del día a día como persona jubilada no se corresponde exactamente con las fantasías iniciales. Posteriormente, la fase de reorientación implica asumir y construir una visión más realista de lo que supone la jubilación, planteando una perspectiva más ajustada a la realidad. Finalmente, la fase de estabilidad se alcanza cuando las personas consiguen acomodarse emocionalmente y ajustarse a su rol de jubilado. Un reciente estudio indica que existe una elevada variabilidad individual en el tiempo requerido para la adaptación a la nueva condición vital referente a la jubilación, las cuales podrían explicarse por múltiples factores, tanto individuales, como contextuales o socio-económicos. Por tanto, adaptarse a la jubilación requiere un tiempo durante el cual la persona recién jubilada experimenta algunas de las fases descritas anteriormente, aunque no necesariamente todas y hay una fluctuación de sus niveles de bienestar y satisfacción a lo largo del proceso y, dependiendo de cada caso, sólo pasado cierto tiempo, consigue adaptarse plenamente a su nueva situación (Atchley, 1975; Aymerich Andreu, Planes Pedra y Gras Pérez, 2010).
Las organizaciones internacionales recomiendan la implicación de las personas mayores en el desarrollo económico y social, por lo que plantear una jubilación activa y productiva, resulta fundamental para favorecer la prevención de los efectos adversos que puede tener la jubilación sobre la salud, tanto a nivel físico como mental. Hay un acuerdo generalizado referente a que la interacción social, como la actividad y participación social o también la implicación e integración social, favorecen un envejecimiento saludable, con éxito o activo, así como el bienestar y la calidad de vida en las personas mayores. La relación social es un área que abarca diferentes contextos, desde las relaciones familiares, de amistad y de trabajo (remunerado o no), hasta las implicadas en cualquier otro ámbito social (Fernández-Ballesteros, 2009 a i b).
Un envejecimiento productivo favorece que las actividades realizadas por las personas mayores puedan tener un impacto sobre las condiciones sociales y económicas, la creación de riqueza y el bien común, centrando su interés en el bienestar colectivo, a partir de las evidencias que demuestran que la implicación productiva es buena tanto para uno mismo como para los otros (Hinterlong, Morrow-Howell y Sherraden, 2001). El envejecimiento productivo puede comportar diversas dimensiones incluyendo la flexibilización del concepto de jubilación, de modo que no se prescinda de manera radical de las aportaciones de los trabajadores de más edad, el voluntariado, la participación social, cívica y política, el asociacionismo o el apoyo social y familiar (Triadó, Celdrán, Conde, Montoro, Pinazo y Villar, 2008).
Por tanto, el envejecimiento activo refleja el deseo la capacidad de la persona mayor para mantenerse involucrada en actividades productivas, implicando actividad mental, física y social, por lo que un envejecimiento activo es fundamental para que las personas de edad sigan contribuyendo a la sociedad (Fernández-Ballesteros, 2009).
Finalmente, Bayés (2009) en su libro sobre una jubilación activa, plantea que "las cosas están cambiando, ciertamente; pero no lo suficiente ni con la suficiente rapidez. Los que envejecen no son los cuerpos; son las personas". "Y sin embargo, los minutos de vida de un bebé, de un adolescente, de un hombre maduro, de un jubilado, de los que ya han envejecido y de los que se encuentran a las puertas de la muerte, tienen el mismo valor: son vida". "Mientras hay vida, dice el viejo refrán, hay esperanza, y yo creo que es al revés. Mientras hay esperanza, hay vida".
Referencias
Atchley, R. (1975). Adjustment to loss of job at retirement. International Journal of Aging & Human Development, 6(1), 17-27.
Aymerich Andreu, M., Planes Pedra, M. y Gras Pérez, M.E. (2010). La adaptación a la jubilación y sus fases: Afectación de los niveles de satisfacción y duración del proceso adaptativo. Anales de Psicología, 26, 1, 80-88.
Bayés, R. (2009). Vivir: Guía para una jubilación activa. Editorial Paidós.
Bruna O. (2012). Envelliment i salut. Revista Aloma, 30 (1). Facultat de Psicologia, Ciències de l'Educació i de l'Esport Blanquerna. Barcelona (http://www.revistaaloma.net/index.php/aloma).
Bruna, O., Roig, T., Puyuelo, M., Junqué, C y Ruano, A. (eds.) (2011). Rehabilitación Neuropsicológica. Intervención y pràctica clínica. Editorial: Elsevier-Masson, Barcelona.
Fernández-Ballesteros R., Moya, R., Iñíguez, J. y Zamarrón, MD. (1999). Qué es la psicología de la vejez. Biblioteca Nueva, Madrid.
Fernández-Ballesteros R. (2008). Active aging. The contribution of psychology. Gottingën: Hogrefe & Huber (traducción al español: Madrid, Pirámide, 2008).
Fernández-Ballesteros R. (2009a). Jubilación y salud. Humanitas, Humanidades médicas.
Fernández-Ballesteros R. (Dir.) (2009b). Psicología de la vejez. Una psicogerontología aplicada. Ed. Pirámide. Madrid.
Fernández-Ballesteros R. (2009c). Envejecimiento activo. Contribuciones de la Psicología. Ed. Pirámide. Madrid.
Hinterlong, J., Morrow-Howell, N. y Sherraden, M. (2001). Productive Aging. Principles and Perspectives En N. Morrow-Howell, J. Hinterlong y M. Sherraden (eds.), Productive aging. Concepts and challenges (pp. 3-18). Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
Triadó, C., Celdrán, M., Conde, Ll., Montoro, J., Pinazo, S., Villar, F. (2008). Envejecimiento productivo: Envejecimiento productivo: la provisión de cuidados de los abuelos a los nietos. Implicaciones para su salud y bienestar. Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), Madrid.
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