Si bien la situación de los sistemas educativos es muy diferente en cada parte del mundo, sorprendió el consenso general obtenido acerca de la necesidad de proceder a una transformación con criterios comunes, aunque implementándose con las peculiaridades geoestratégicas propias de cada lugar.
Queremos aportar algunas reflexiones que en Sangakoo compartimos, con la intención de extender y contribuir al objetivo ambicioso de transformar la educación:
Primera consideración: los cambios. En los últimos tres siglos se ha conseguido instaurar escuelas en todos los rincones del mundo, aunque con limitaciones asimétricas. Paralelamente se ha desarrollado la globalización económica que integra las economías de los estados en objetivos interdependientes al mismo tiempo que estos luchan competitivamente por los recursos naturales. A la vez, aunque con retraso, tiene lugar la progresiva sincronización de las personas, sociedades y sistemas. Todo polo crea el polo complementario o contrario, según quiera entenderse. Así del "foco objeto" tradicional y hegemónico, basado en el valor de lo económico (los recursos), se configura el foco "sujeto", es decir, las personas y la educación de las mismas como prioridad, no de la economía, si no de las sociedades.
Para darle todo el sentido a la reflexión, debemos citar a Erault, entre otros, cuando dice: "Lo que no se puede medir, no cuenta, pero lo que se cuenta, no es". La obsesión por lo cuantitativo ha matado la creatividad de lo cualitativo. Se reconoce lo que se toca. Pero existe más en lo intangible, en lo que no se ve. Por ejemplo, la confianza. Como dice Adela Cortina: "Sin confianza no se hacen ni negocios".
Hay cambios que son necesarios para mejorar lo que ya tenemos, incorporando mejoras en el producto o en el servicio educativo. Son cambios en los modelos curriculares, en la organización de los horarios, en la incorporación de la tecnología y/o la gestión de los centros, y también en los sistemas de evaluación empleados, sean propios o de mayor alcance, a fin de establecer parámetros de progreso. Su principal foco se centra en los recursos materiales, desde las estructuras a las tecnologías, que sustentan el marco "contenedor" de la acción educativa o, apurando más, la naturaleza y sentido de los procesos educativos. Estructuras y procesos: bienvenidos todos sus cambios, celebramos su desarrollo e implementación, que han llevado al principio universal de educación para todos. Solo la educación puede promover el desarrollo. La economía no es el fin, solo un medio. Y nos viene pasando que acumulando medios materiales nos alejamos del fin, las personas.
Segunda consideración: las transformaciones. Copérnico, en el siglo XVII, al demostrar que la Tierra era la que daba vueltas alrededor del Sol no fue ni entendido ni aceptado y noventa años después, Galileo estableció la verdad de Copérnico. Un siglo pasó para que socialmente se aceptase una verdad que transformó el mundo. Algo similar ocurre ahora con lo intangible que las modernas ciencias físicas han establecido (Einstein, Plank, Böhr, Heisenbach... y la escuela de Copenhague) y constatamos lo poco que se reconoce a nivel cotidiano y social, cien años después, el papel de la energía en las interrelaciones humanas.
Por eso hablamos de transformación. La educación ha superado, sin despreciarla, la mera instrucción en habilidades. No así se ha conseguido en la preparación y competencia en disciplinas del conocimiento que se "enseñan" como diversas, fragmentadas entre ellas y ancladas en las evidencias de lo objetivo, lo demostrable y lo reproducible estáticamente. El discurso del método de Descartes continua siendo tratado como un dogma válido en toda su extensión y vamos vagando, textualmente, en educar en competencias científicas con las que memorizar el conocimiento cartesiano tan útil para la dimensión objeto, pero no incorporamos el conocimiento de aquellos contenidos y prácticas que muevan nuestras energías humanas para alcanzar los milagros de la conectividad y la creatividad (Jordi Pigem), tan genuinamente propios de nuestra especie.
La educación en actitudes, en aquello intangible, no logra estar presente en los sistemas educativos. Un ejemplo es la ausencia prácticamente total de las artes en la educación (Jacques Lang). Y ahora las neurociencias, la pedagogía y en general las ciencias cognitivas, nos vienen dando evidencias de que las artes son lo que mueve más y mejor la parte relacional de nuestra existencia y que sobrepasa con creces la efectividad de nuestros comportamientos solo racionales. La razón nos permite llegar a la bomba atómica, a la explotación imparable de los recursos naturales y a la destrucción de la especie. Pero no hemos entendido todavía que no somos seres superiores sino que somos mera naturaleza.
La transformación necesaria se centra en la activación de los potenciales propios de cada uno, recursos que tenemos y mantenemos ociosos, mientras buscamos fuera de nosotros el conocimiento para progresar. En estos recursos mentales se encuentra aquello que nos toca explorar. Pero no se encuentra buscándolo, sino creándolo desde nosotros mismos. Superar nuestros propios límites para en ellos encontrar otros límites que nos permitan añadir valor a nuestro sentir, pensar y hacer simultáneos, donde alcanzar la sencillez de lo complejo y el valor de lo diverso. Es un nuevo reto, es una transformación. Como la del gusano de seda, que se arrastra para encontrar la hoja que le alimente, hasta que desde el capullo de seda que él mismo compone, aparece como mariposa de mil colores libando en las flores más hermosas. Ejemplo de la naturaleza, si nos ponemos a aprender de ella (Bruce H. Lipton, David Suzuki).
Tercera consideración: el motor de la transformación necesaria. Podemos entender e incluso comprender lo que venimos diciendo. Los conceptos se pueden debatir para crear nuevos conceptos pero, cierto es, que para verlos reales deben ser visibles a través de los comportamientos individuales o colectivos, para que sean, ellos mismos, facilitadores del desarrollo humano (Manfred Max-Neef) y para que verdaderamente sean ellos los que se expandan con el convencimiento profundo de lo que en ellos anida. Pueden ser una moda, pero solo dejan de ser efímeros si se convierten en novedad (Peter Drucker).
Y es ahí donde hallamos el mundo difícil que nos viene encima. Ya no se trata de si lo hacemos o no, se trata de que o bien transformamos nuestras creencias, nuestras prioridades, nuestros comportamientos poniendo en valor, no los "valores bursátiles", sino los valores para la vida o pereceremos bajo las riquezas acumuladas por unos o bajo la desesperación de no sobrevivir de otros.
La educación es la clave y el motor de la cultura, el pensamiento y la creatividad que necesitamos individual y colectivamente. Está en la propia sociedad (no en los estados), sociedad que configurada como ecosistema facilitador no estrangula el sentir humano. Hoy día el 50% de la humanidad vive en ciudades que hemos diseñado para trabajar más que para vivir.
Y volviendo a Doha. Así, y en voz alta, se ha proclamado por consenso entre 15.000 expertos mundiales en educación, que ya no es suficiente educar para encontrar trabajo, si no que el sentido y propósito de las escuelas no puede ser otro que educar para la vida. ¿Lo hacemos? Si respondemos Sí, probablemente nos estemos engañando, gracias a nuestro subconsciente y sus patrones mentales. Si respondemos No, adquirimos la conciencia de la necesidad de transformarla. Deberemos armar nuestro convencimiento, cómo dijo Lang, sabiendo que hacerlo es muy difícil. Por lo tanto debemos ponernos a hacerlo ya, inmediatamente.
Cuarta consideración. La comunidad puede ser el mejor aliado. Para alcanzar progresivamente lo que hemos ido exponiendo hay que reconocer que solo lo conseguiremos insertos en la sociedad. Logrando alianzas con el entorno más inmediato y practicando hasta la exhaustividad la complicidad más fuerte, podremos sobrevivir a esta transformación que se nos viene encima, convencidos que la educación será el porvenir de nuestros propios hijos.
Dejamos pues abierta esta última consideración para que puedan salir todas aquellas iniciativas que aporten concreción y se hayan experimentado, para aprender de ellos y de los errores en los se haya incurrido al hacerlas. No despreciemos errores, despreciaríamos una fuente de aprendizaje fundamental. Necesitamos estimular la máxima conectividad entre nuestros profesores y estudiantes para escuchar sus iniciativas.
Conclusiones provisionales:
- Educar para la vida y no solo para el trabajo.
- Centrarnos en amar a profesores y estudiantes como ejes fundamentales de nuestra acción y del sentido de nuestra transformación. Que la confianza diluya la desmotivación de unos y otros para lograr su entusiasmo en la acción cotidiana.
- Dejar de enseñar para aprender juntos y unos (los maestros) acompañar a los otros (los estudiantes) a aprender, identificando aquello prioritario socialmente y asumiendo lo más difícil: educar para la responsabilidad.
- Saber que nada puede alcanzarse sin la complicidad del propio entorno social.