Las investigaciones más recientes sobre el aprendizaje de las lenguas extranjeras se mueven entre dos polos: el que considera el aprendizaje como algo personal y, por lo tanto, dependiente de las capacidades individuales de cada persona (psicolingüística, ciencias cognitivas, enfoque tecnológico) y el que considera que el aprendizaje es consecuencia de la interacción con el medio (sociolingüística, etnografía lingüística y enfoque ecológico).
Desde hace ya varias décadas, en la investigación sobre el aprendizaje y la enseñanza de las lenguas se vienen utilizando metáforas relacionadas con la ecología: la vida en las aulas, la clase como microcosmos, la ciudad como ecosistema educativo, etc. El enfoque ecológico considera los procesos y fenómenos que surgen en el aula dentro del entorno al que pertenecen, es decir, atendiendo a las influencias del contexto social (la ciudad, el país o las instituciones internacionales como la UE) sobre el aula. Siguiendo el hilo de las metáforas ecológicas, si consideramos la lengua meta como una planta que ha de crecer en suelos diferentes y bajo condiciones diversas, cabe preguntarse qué condiciones son las más adecuadas para que la planta crezca sana y robusta. Según los pioneros del enfoque ecológico, (Holliday y Cooke, 1982) lo fundamental sería considerar las características del "ecosistema" dentro del cual se va a aprender, puesto que, como ya habían establecido anteriormente Vigotsky y Piaget, la interacción con otras personas y con el propio entorno constituye el elemento formativo de cada persona, de modo que educación, lingüística y ecología son ámbitos tan estrechamente vinculados entre sí que Leo van Lier llega incluso a proponer la sustitución del término tecnológico input (información de entrada o aducto) por el de affordance, que en ecología sirve para designar una característica del entorno que es relevante para un organismo capaz de percibirla. El término affordance denomina aquel material lingüístico del entorno que puede ser captado y aprovechado por el estudiante y que, además, le brinda la posibilidad de actuar con la lengua. En el enfoque ecológico el aprendiente no es un simple receptor del material lingüístico, sino que participa de forma activa en su proceso de aprendizaje. Este autor defiende una "ecología humana de la cual forma parte el aula", y propone que la lingüística desplace su centro de interés "desde la búsqueda de la corrección hacia presupuestos ecológicos". Según van Lier, el entorno en el que se mueve el individuo le proporciona ocasiones significativas de aprendizaje: no sólo provee de aspectos que facilitan el aprendizaje, sino que constituyen en sí mismos aprendizaje.
En la misma línea, Ian Tudor señala que adoptar una perspectiva ecológica supone ir más allá de las teorías y las publicaciones académicas para situarnos en la compleja realidad del medio que nos rodea. La teoría de la complejidad y el caos, que se centra en el estudio de los sistemas dinámicos no lineales tal y como se dan en la naturaleza, es decir, sistemas que son impredecibles, caóticos, abiertos, dinámicos, etc., se puede aplicar también a los complejos fenómenos que surgen en esos centros de agrupaciones humanas por excelencia que son las ciudades, fenómenos que revierten en el aula, según Larsen- Freeman. Para esta autora, los procesos de aprendizaje son dinámicos porque el aprendiente va desarrollando constantemente su interlengua, son complejos por los múltiples factores que inciden en el aprendizaje, y no lineales porque no se aprenden los contenidos de forma lineal, sino que se avanza y retrocede en el aprendizaje.
Frente a la perspectiva cognitiva y tecnológica del aprendizaje y la enseñanza de las lenguas extranjeras, basada en relaciones lineales de causa-efecto y en una concepción universal de la metodología, el enfoque ecológico considera los procesos de aprendizaje como sistemas dinámicos no lineales, prestando atención a los aspectos humanos y contextuales como parte de procesos dinámicos y complejos. Para poder detectar y asimilar el componente sociocultural de la lengua, el alumno debe trabajar con actividades contextualizadas en clase pero, sobre todo, debe entrar en contacto directo con aquellas situaciones reales que le proporcionen la información sociocultural que necesita. Tal información se halla a disposición de los aprendientes, en gran abundancia y variedad, en las ciudades a través no sólo de su oferta cultural y de ocio (cines, teatros, espectáculos musicales, etc.), sino de todas aquellas actividades por las que se definen los rasgos de una comunidad: la vida laboral, económica, gastronómica, política, etc.
La importancia del contacto directo con los materiales lingüísticos y culturales se ve reflejada también en los documentos oficiales, como el Plan Curricular del Instituto Cervantes, en el que los contenidos socioculturales se articulan en tres secciones dentro del bloque temático "Lengua, Cultura y Sociedad":
- La vida cotidiana:
- Usos sociales: relaciones familiares, vecinales, profesionales, etc.
- El hábitat: vivienda, barrio, etc.
- Servicios de transporte, medios de locomoción, etc.
- La España actual y el mundo hispánico:
- Organización territorial, política y administrativa de España y otros países hispánicos
- Partidos políticos, organizaciones sociales, etc.
- Servicios públicos: sanidad, enseñanza, etc
- Temas del mundo de hoy:
- Cambio y evolución social: progreso y desarrollo
- Respeto al medio ambiente, etc.
- La vida diaria: por ejemplo comida y bebidas, modales y horarios en las comidas, días festivos, aficiones, etc.
- Las condiciones de vida: niveles de vida, condiciones de la vivienda, sistema de asistencia social, etc.
- Las relaciones personales: estructura social, relaciones entre sexos o generaciones, relaciones laborales, con la autoridad y las instituciones, entre grupos políticos y religiosos, etc.
- Los valores, las creencias y las actitudes: con respecto de la clase social, la riqueza, la tradición y el cambio social, la identidad nacional, el humor, etc.
- El lenguaje corporal: gestos, acciones paralingüísticas, cualidades prosódicas (tono, volumen, etc. del habla), características paratextuales o tipográficas, etc.
- Las convenciones sociales: puntualidad, regalos, vestidos, despedidas, etc.
- El comportamiento ritual: ceremonias religiosas, matrimonios, nacimientos o muertes, celebraciones, bailes, etc.
Por supuesto que ello no significa que debamos desdeñar los aspectos individuales o intrapersonales del aprendizaje, ni supeditarlos a los sociales y contextuales o, en otras palabras, a los aspectos interpersonales. Pero creemos que el enfoque ecológico del aprendizaje y la enseñanza de lenguas, al poner el foco principalmente en los aspectos interpersonales, nos ayuda a comprender el influjo del entorno sobre el proceso de adquisición de la lengua meta. Es interesante saber cómo funciona el cerebro, cómo asimila y recupera la información, pero también es importante tener en cuenta que el ser humano es un ser social, que vive en comunidad, y que es justamente desde el seno de esa comunidad desde donde mejor se produce el aprendizaje humano, cualquier aprendizaje, pero muy significativamente el de las lenguas naturales, que se adquieren a través de la interacción y el contacto con otros hablantes. De ahí que la consideración de los núcleos urbanos como auténticos ecosistemas educativos no deba en absoluto ser tomado por un asunto de importancia menor, sino como un motivo de satisfacción ciudadana pero también como un reto constante para aumentar nuestra tolerancia, mejorar la convivencia en nuestras ciudades y asegurar la dignidad, igualdad y libertad de todos cuantos en ellas vivimos aprendiendo.