A veces no es cuestión de leer más horas, de trabajar más duro, ni tan siquiera de exigirte más de la cuenta. Se trata de incidir en la educación emocional, que revierte de manera clara en los niveles de autoestima, en los hábitos de estudio y trabajo, en la seguridad en sí mismo y en una alta capacidad comprensiva. Además, el desarrollo de las competencias emocionales aumenta la expresión de las emociones, las habilidades que favorecen las relaciones interpersonales y el compromiso con el entorno y con uno mismo.
El ser humano, por naturaleza, es un ser emocional. Las emociones forman parte de nosotros y la gestión de éstas nos condiciona. Probablemente, cuando estás triste tu visión del mundo acostumbra a ser más bien negativa. En cambio, cuando alguna cosa buena te pasa el mundo se vuelve más perfecto y con un matiz más positivo.
No se pueden apartar las emociones de nuestra vida. Al no tratarlas y acompañarlas es cuando llega el caos, la serenidad y la asertividad nos abandonan y no nos ayudan a encarar las dificultades. Al trabajar la educación/inteligencia emocional se genera autoconfianza para afrontar mejor el presente que se va construyendo y día a día se labra una mayor autonomía para saber elegir la vida (y las emociones) que deseas llevar. ¡La autoconfianza es la base! Saber gestionar las reacciones así como desenvolverse con soltura en las situaciones puede ser la competencia clave a la hora elegir un candidato y además, ¡facilita tu vida personal!
No sólo porque la empresa haya descubierto que invertir en mejorar nuestra vida socioafectiva es rentable, porque ¡es indispensable tener en cuenta la dimensión emocional para la eficacia profesional y laboral! Las compañías demandan no sólo más conocimiento y preparación, sino también un mayor nivel de independencia, seguridad e iniciativa. Hoy se necesitan personas con un nivel adecuado de desarrollo sociopersonal, ya que a nivel profesional se tiende a incluir cada vez más todas las dimensiones de las competencias transversales y no sólo la competencia técnica.
Por tanto, si somos esencialmente emociones, ¡cómo no vamos a ponerlas como primera prioridad en la educación y formación si realmente queremos alcanzar la felicidad y la eficiencia!
Como especifica Damasio (2005) "las emociones son acciones o movimientos, muchos de ellos públicos, visibles para los demás pues se producen en la cara, la voz, en conductas específicas". Trabajarlas nos dará esta seguridad necesaria para desenvolvernos. Ser consciente de nuestro interior nos hace más libres de los condicionantes externos.
En definitiva, cuando logras estar bien contigo mismo, el mundo se vuelve un lugar más acogedor en el que te deslizas fácilmente sin notarte bloqueado, tus relaciones se vuelven más plenas y tus conflictos se disuelven más cómodamente.
Si el simple hecho de verbalizar una experiencia puede cambiar la percepción y las sensaciones de las vivencias experimentadas, ¿por qué no aprender a manejar mejor nuestro entorno?
¿A qué estás esperando?