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Los centros universitarios ante el desafío de un nuevo modelo de gestión

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Carlos Díez de la Lastra, CEO / Director General de Les Roches Marbella
La reciente incorporación a su antiguo puesto de trabajo (la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense) como profesor del anterior líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha vuelto a poner en entredicho el modelo de gestión de las universidades (públicas) españolas: ¿cómo es posible que alguien que lleva sin dar clase durante treinta años se reincorpore de manera automática a su puesto de trabajo, sin ninguna clase de puesta al día, gracias a tener una plaza en propiedad?
 
Por supuesto no es mi intención (ni Educaweb es el lugar) entrar en un debate de carácter político. Pero la situación (que podríamos aplicar a otros muchos casos) sirve para subrayar los innumerables desafíos que deben asumir los centros universitarios españoles si pretenden cumplir con su función de excelencia académica en la formación y en la investigación. Entre esos muchos retos aludiría a dos principales, que se encuentran directamente vinculados con la necesidad de un nuevo modelo de gestión: por una parte, la escasa relación con el mercado laboral, particularmente perceptible en los ámbitos de humanidades y ciencias sociales; y, por otro lado, cierto abuso de la formación en exceso teórica, que implica dedicar poca atención a la realización de prácticas bajo la pueril excusa de que la universidad no es la formación profesional.
 
Resulta evidente que la honda recesión económica que vivimos desde hace ya seis años ha incidido sobre la educación superior en la medida en que ha afectado a todos los ámbitos del país. Ahora bien, en el caso de la universidad considero que asistimos a un creciente nivel de exigencia por parte del alumnado, que es consecuencia directa de la subida de tasas universitarias. Además en muchas universidades se ha planteado la necesidad de reestructurar campus que estaban sobredimensionados y no eran suficientemente operativos, aunque todavía se echa en falta la apuesta por un modelo de gestión más avanzado y pegado a la realidad.
 
En cualquiera caso, si pudiéramos extraer una enseñanza de estos años de crisis sería la de que la educación superior es la mejor herramienta estratégica para asegurar un país más productivo y más competitivo en el medio y largo plazo. Un país con una sólida educación superior se ve mucho menos afectado por las recesiones económicas y está mejor preparado para adecuarse a cualquier reto de futuro.
 
Claro está que una cosa es hablar y otra bien distinta es acometer el reto de llevar a cabo lo que se habla. Este nuevo modelo de gestión al que estoy aludiendo debe incidir en un aspecto estratégico de particular peso específico (hoy insuficientemente atendido en nuestra universidad): la necesidad de implantar, de manera sistemática y regulada, un sistema de prácticas que deben ser cursadas de manera obligatoria por todos los alumnos y se adaptan en función de la titulación a cursar. Tal hecho, que no niega en absoluto la necesidad de dotar al alumnado de los más profundos conocimientos de índole teórica, implica de forma indefectible un estrechamente de la colaboración entre el centro universitario y en el entorno empresarial. Sin dicha colaboración el proceso está encaminado al fracaso. Estrechar los vínculos entre el sector empresarial y el ámbito universitario abre la senda para una mejor salida laboral de los estudiantes conforme se vayan graduando, tal y como se ha puesto de relieve en el proceso de conformación del Espacio Europeo de Educación Superior (el ya celebérrimo EEES).
 
En línea con este planteamiento (y como la otra cara de la moneda), el nuevo modelo de gestión de los centros universitarios pasa por impulsar claustros formados por profesores que cuenten con una amplia experiencia dentro del sector en el que la universidad está formando, alejándonos por tanto de la figura del profesor aislado de la realidad y de la sociedad que tanto abunda en determinadas universidades españolas. Por supuesto, dichos profesores deben conocer (y aplicar) una metodología docente conforme a esta nueva concepción. Expresado con otras palabras, en un entorno de estas características resultan esenciales aspectos como la formación continua del profesorado, la redefinición y puesta al día de la metodología docente o el mantenimiento de un estrecho contacto con la industria.
 
En suma, la universidad española requiere de manera urgente un nuevo modelo de gestión. Aunque hay algunas cosas que están cambiando lo cierto es que queda mucho camino por recorrer. La sociedad, incluyendo de manera especial a los alumnos, nos pide a gritos un cambio. Y quienes nos dedicamos a la formación de los jóvenes que serán los profesionales de referencia en el futuro estamos obligados a escuchar esta demanda social.
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