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Atender las emociones para mejorar la educación

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Gema Mª Martín Hierro, Licenciada en CC de la Educación por la Universidad de Salamanca y docente en el Colegio El Porvenir (Madrid)
Creo que el desarrollo de competencias emocionales en nuestros colegios debería convertirse en el eje de nuestra actuación docente porque son éstas las que nos ayudan y sientan la base para el desarrollo de competencias académicas, personales y profesionales. Puesto que están presentes en todo lo que pensamos, en como lo pensamos, en todo lo que hacemos, en como lo hacemos. Y ésto tanto a nivel personal como en nuestra relación con los demás.
 
Platón hace ya de 2000 años afirmaba que: "La disposición emocional del alumno determina su habilidad por aprender". También hoy estas palabras están plenamente vigentes y en consonancia con las que recoge nuestra nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa cuando en el preámbulo recoge: "Las habilidades cognitivas, siendo imprescindibles, no son suficientes; es necesario adquirir desde edades tempranas competencias transversales, como el pensamiento crítico,…, y actitudes clave como la confianza individual, el entusiasmo, la constancia y la aceptación al cambio."
 
Hasta hora el sistema educativo ha puesto el acento en el  desarrollo intelectual del alumno olvidándose de su parte emocional, pero ha llegado el momento de tener en cuenta ambos y en este sentido Gallego (2004) define la Inteligencia Emocional como la unión entre lo cognitivo y lo emocional, siendo su armonía lo que  garantiza su desarrollo eficaz para enfrentarnos a cualquier situación de nuestra vida.
 
Esta idea es si cabe más importante en una sociedad como la del siglo XXI, en la que los cambios tecnológicos se producen a un ritmo vertiginoso, en la que prima la globalidad económica, educativa, de investigación y en la que los ciudadanos tenemos que enfrentarnos de manera diaria a numerosos retos.
 
Y es la escuela la que debe formar a estos ciudadanos, la que les tiene que dar la oportunidad de desarrollar habilidades y destrezas que les capaciten para adaptarse sin problemas a estos cambios, para ser capaces de resolver conflictos de manera positiva, asumir retos, enfrentarse a la frustración de manera natural, a ser críticos con toda la información a la que tienen acceso, etc.
 
Más aún, si tenemos en cuenta que además les preparamos para el mundo profesional y que desde éste se demandan profesionales que sepan manejarse con los demás (habilidades interpersonales) y con ellos mismos (habilidades intrapersonales) más que, aquellos que poseen numerosos conocimientos; parece claro que las competencias emocionales son imprescindibles.
 
Es importante trabajar por tanto para que nuestros alumnos  posean un buen nivel de autoestima, de manera que esto les facilite más  y mejor aprendizaje puesto que no se detendrán ante los obstáculos. Les ayudará también a tener  menos problemas de conducta en tanto que serán  personas positivas y optimistas, tendrán más interés por los  sentimiento de los demás y serán capaces de entenderles mejor, ayudándoles además a  resistir  mejor la presión de sus compañeros.
 
De este modo serán capaces de superar la frustración y  resolver bien los conflictos siendo por tanto  más felices y alcanzando sin duda mayores éxitos y logros personales.
 
Son estas competencias emocionales las que nos van a ayudar a conseguir el objetivo final de la educación, lograr el desarrollo como persona de nuestros alumnos y su integración a la sociedad. Desarrollo e integración  que no estarían completos si, como ha ocurrido hasta ahora, solo tenemos en cuenta el desarrollo intelectual sin prestar atención a nuestro mundo emocional, tan fuerte que es capaz de anular el pensamiento.
 
Este desarrollo ha de comenzar en  edades tempranas, cuando el niño está invadido por la emoción y todo gira en torno a ella de manera que se conviertan en comportamientos manifiestos en las relaciones  diarias, en aliados ante una sociedad compleja y dinámica. Ayudándonos  a crecer, a afrontar los continuos cambios que se nos imponen,  consiguiendo un desarrollo efectivo  de nuestras capacidades y competencias personales, académicas y profesionales.
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