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Madurar en el extranjero

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Alícia Vila, Head of the International Office de la Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
Porque la decisión ya no es si salimos al extranjero. Ahora se dilucida cuándo lo hacemos. Es cierto que muchos jóvenes pueden permitirse el lujo de sentirse llamados, eso es la vocación, por un mundo global, conectado digitalmente, que mejore sus perspectivas académicas y profesionales. Sin embargo, mucho me temo que el caso de los adultos difiere bastante en cómo se percibe esa voz…Más bien se oye la voz de un jefe, de un head-hunter, de un director de tesis, de un director general… empujando a los adultos a subsistir en un mercado que exige competir con jóvenes cada vez mejor preparados y globalizados en un contacto permanente con ventanas mundiales abiertas en redes sociales que los adultos desconocen. Por no mencionar la necesidad de llevar un sueldo a casa, claro. Son, sin duda, necesidades que se plantea el nuevo adulto del siglo XXI y con las que cuenta con una serie de ventajas a favor y de inconvenientes en contra.

De su parte está, qué duda cabe, la madurez personal que puede aportar a toda su experiencia internacional. Así, un adulto va a saber objetivar los motivos por los que debe dejar su vida atrás y lanzarse a la aventura internacional. Además, lo hará centrando los objetivos que vayan a ayudarle a conseguir un mejor resultado de su experiencia. Normalmente, no hay lugar para pérdidas de tiempo.

Sin embargo, el adulto va a encontrarse con ciertos obstáculos que dificultarán su movilidad y que un joven, a priori, no tiene. Entre estos obstáculos, destacaremos la mochila familiar con la que suele encontrarse el adulto que limita la toma de decisiones unilaterales. Además, si uno decide realizar una movilidad fuera de la supuesta edad estudiantil, probablemente tenga que hacerlo al margen de los marcos y ayudas establecidas a tal efecto, necesitando un plus de autonomía e independencia para afrontar los procesos burocráticos y de adaptación. También mencionaremos que usualmente el aprendizaje del idioma impone una solución radical que sustituya la inmersión y exposición temprana a las que han sido sometidos los jóvenes de hoy en día, pero ello no implica mayor velocidad de aprendizaje en relación a los jóvenes.

Sea como fuere, y a la vista de las últimas cifras de movilidad internacional, parece que todos vamos a tener que encontrar nuestras motivaciones y superar los obstáculos para adaptarnos a una realidad en creciente demanda de trabajadores formados a un nivel internacional que hayan perfeccionado o aprendido un idioma, disfrutado de un destino cultural diferente, aumentado su red de contactos académicos y profesionales, y ampliado su enriquecimiento curricular y personal en todos los ámbitos.
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