Iniciar la Escuela Secundaria supone adaptarse a un espacio físico diferente, así como al aumento en el número de profesores y de asignaturas a cursar. En muchos casos implica también dejar a los compañeros con los que se han compartido varios años para integrarse a nuevos grupos.
Esta situación, que suele ser vivida como un verdadero "duelo", se combina con otros retos que atraviesan los adolescentes:
- Las modificaciones en sus rutinas
- Las transformaciones corporales.
- La pérdida de ciertos privilegios infantiles.
- Las fantasías y temores acerca de la escuela secundaria.
- La decisión por una modalidad y orientación, debiendo dejar de lado las restantes.
- La necesidad de adquirir hábitos de estudio más adecuados a las futuras exigencias.
- Las novedades en las modalidades de evaluación y las pautas de disciplina.
- La urgencia por construir redes entre pares, logrando aceptación y pertenencia.
- Las vicisitudes del nuevo rol a asumir.
- El hecho de dejar de ser los mayores del colegio para convertirse en los más inexpertos.
Por un lado, propiciando una elección ajustada a sus aptitudes e intereses, previniendo así posibles abandonos debidos a desajustes evitables entre expectativas y logros.
Por el otro, preparándolos para afrontar futuras situaciones imprevistas, teniendo en cuenta la actual incertidumbre, a la que aún no hemos logrado habituarnos.
No es una novedad que los estudiantes próximos a elegir su Escuela Secundaria enfrentan una doble crisis: la propia del momento vital que atraviesan y la provocada por el pasaje de un nivel educativo a otro.
Sin embargo, si transcurre en un clima de contención, esa misma crisis puede convertirse en una excelente oportunidad para fortalecer sus pilares de resiliencia, su asertividad y su tolerancia a la frustración.
Un buen vínculo docente-alumno puede tener mucho peso durante la construcción de la identidad vocacional. Cuando esto ocurre, el último año de escuela básica se convierte en un espacio de ensayo para que los adolescentes vivan el ingreso al secundario como un desafío, en lugar de verlo como una amenaza.
Antes de elegir un centro escolar: Recurrir al diálogo "La paciencia infinita produce resultados inmediatos" (Confucio)
Así como administrar un test estandarizado no es suficiente, orientar tampoco puede limitarse a brindar información, es imprescindible el diálogo.
No un diálogo cualquiera, sino uno que no juzgue, que convoque a la introspección, al reconocimiento de aquello que está obstaculizando la posibilidad de hacer una elección criteriosa y ajustada.
Un diálogo que apunte a sostener, empoderar y fortalecer el estado de resiliencia del orientado.
A menudo, nos encontramos, con creencias disfuncionales acerca de las propias capacidades o con actitudes de desesperanza ante problemáticas tanto socioeconómicas, como familiares, que pueden obstaculizar la elección. En estos casos, la escucha comprometida del docente puede favorecer un posterior diálogo fructífero entre el alumno y sus familiares.
La propuesta es entonces una escucha dialogada de docente a alumno -y de padre a hijo- que desafíe tanto a las respuestas apresuradas como a las preguntas tardías… dando lugar a la decisión más saludable, aquella que se toma sintiéndose convencido, luego de haber reflexionado lo suficiente.
Un aspecto decisivo: que el alumno se sienta parte del centro elegido
Una elección saludable sólo puede tener lugar en un clima de libertad y de responsabilidad, luego de una adecuada introspección que permita responder a la pregunta "¿Quién soy?"
Por ello, el 1° paso –decisivo- es propiciar en los jóvenes un adecuado autoconocimiento, ya sea en el ámbito familiar, escolar o con ayuda de un orientador profesional.
Algunas tareas fundamentales previas a la elección de una Escuela Secundaria son:
- Plantear metas adecuadas, evitando aquellas poco realistas, ambiguas o inconmensurables.
- Reconocer las propias ansiedades o temores frente a la toma de decisiones.
- Detectar qué etapa de elección se está atravesando.
- Considerar el impacto que la decisión puede acarrear en el entorno.
- Aceptar que no todas las asignaturas ni todas las reglas del centro serán de su completo agrado.
- Elaborar criterios de elección que sustenten la decisión a tomar.
Alejandra Pizarnik ha escrito que "buscar no es un verbo sino un vértigo". Si la sobreabundancia de datos nos encuentra desprovistos de criterios, no hará más que convertir la búsqueda en una carrera vertiginosa y desordenada. Por ello, en este momento, no basta con ofrecer información. Lamentablemente, la imagen de jóvenes que vuelven de una exposición con un puñado de folletos sobre escuelas y los guardan en un cajón sin haberlos leído, es también bastante frecuente. Lo fundamental es asesorarlos en su análisis y comprensión.
El 3° paso consiste en ofrecer a los adolescentes la oportunidad de recorrer las instituciones de educación secundaria y presentarles sus planes de estudio de acuerdo a la modalidad u orientación elegida.
Un 4° paso -que excede la temática de este artículo- consiste en enseñarles a tomar apuntes o familiarizarlos con vocabulario novedoso para ellos como modos de acercar a los estudiantes a ese mundo aún desconocido. Contar con talleres pre-ingreso en los que se lleve a cabo esta tarea representa un punto a favor a ser tenido en cuenta al elegir un centro.
Esta anticipación de situaciones futuras para que el alumno pueda "ensayarlas" convierte al adulto (padre o docente) en un verdadero promotor de resiliencia, esa capacidad para afrontar situaciones difíciles exitosamente.
¿Cuál es entonces el mejor colegio secundario?
Sin duda, aquel que ayude a los estudiantes a conocerse mejor a sí mismos, a desarrollar sus múltiples inteligencias, a fortalecer sus habilidades socio-cognitivas y a comprometerse -consigo mismo y con otros- en un proyecto saludable de futuro…